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José Sospedra
 

 
“Aún no ha llegado ese papel con el que
me sienta realizado”


 
Nació en Valencia, aún no ha soplado las 26 velas y ya lleva una década dedicado a este oficio. La Escuela del Actor, donde recibió sus primeras clases de interpretación, le enfrentó en 2003 a su primera obra: Joan, el Cendrós. Bordó entonces a Alex, hermano del feúcho Joan, con quien rivalizaba por acompañar a una muchacha al baile de fin de curso. Avispado como pocos, leía los preciosos mensajes que este había enviado anónimamente a través de un chat y se hacía pasar por él para conquistarla en persona, pero sus planes no salían bien. Al año siguiente debutó en el musical gracias a La fábrica y repitió sobre los escenarios cuando cantó con el coro San Vicente Ferrer, que llevó Les Misérables hasta Francia, Alemania o Polonia. El Teatro Tívoli de Burjassot acogió en 2005 las representaciones de L’amor també és això, cuyo propósito era recordar al público juvenil las consecuencias del sida y la importancia de prevenirlo. Su personaje, Francesc, tenía un amigo que se negaba a usar preservativo y otro que temía hacerse la prueba pertinente tras pincharse con la jeringuilla de una drogadicta. Ambos cambiaban de parecer antes de caer el telón. Poco más tarde, los asistentes a la inauguración del Palau de les Arts valenciano le identificaron entre los actores de El moviment en la distancia és subtil, un montaje de la compañía Teatre l’Ull.
 
   A lo largo de 2006 salió a la calle con los espectáculos Ritme i foc, Fotógrafos Mágnum y chicas despampanantes, Action colours y Foc i canya. Joan Daròs, otro alumno de la Escuela del Actor, escribió Le mien, le tien (lo nuestro). Esa comedia obtuvo el premio Nuevos Tiempos en 2007 y el grupo Cancrena le contrató luego para estrenarla. Los seis protagonistas fingían tanto su felicidad que la vivían como si fuese real. Esa misma agrupación contó con él en 2008 para Criminal/Reality, dos títulos ofrecidos de forma conjunta, aunque no tenían nada que ver: el primero criticaba la psicología a base de humor y el segundo recreaba un programa televisivo sobre la necesidad de curar las heridas del pasado.   
 
 

 
 
   Este año ha conocido el circuito alternativo madrileño de la mano de Otra historia americana, la versión teatral del filme American History X. Él hizo de Derek, papel interpretado por Edward Norton en 1998, un skinhead que salía de prisión tras matar a dos hombres negros. Y es que culpaba a esa raza del asesinato de su padre. Sin embargo, un afroamericano se convertía en su mejor amigo mientras cumplía condena, un hecho inesperado que le llevaba a arrepentirse. Desde entonces pretendía apartar a su familia del racismo, sobre todo a su hermano menor, digno imitador de sus erróneos pasos. Cuando lo conseguía, el chaval era víctima de un tiroteo en el instituto, nuevamente a modo de venganza. ¿Qué mensaje transmitía la obra? Que la violencia solo genera violencia.   
 
   Su andadura cinematográfica arrancó en 2004 con un cortometraje titulado Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Figuró entre los alumnos que realizaban un ejercicio por parejas: uno comenzaba una historia y el otro la continuaba a partir de lo escrito. ¿Cuál era el resultado más descabellado? La asmática Isabella trataba de olvidar a Carlo, un mafioso ocupado en arriesgadas partidas de cartas. La madre de este interrumpía una timba para recordarle que era la deshonra de la familia y obligarle a casarse, pero él pasaba olímpicamente de aquella dulce joven, dedicada en su tiempo libre a la prostitución. El desarrollo de semejante relato enfrentaba a dos de los estudiantes, el chico violento y la chica cariñosa, así que el profesor aludía a la inevitable guerra de sexos. Poco después provocó carcajadas con La estrategia del canapé, cuyo protagonista era un gorrón dispuesto a comerse todos los aperitivos de cualquier evento e incapaz de guardar las formas ante gente importante, hasta que dos camareros truncaban sus planes en la presentación de una conocida película.
 
   A mediados de 2006 saltó al largometraje, y a lo grande, pues el mismísimo Ventura Pons le puso al frente La vida abismal con Óscar Jaenada y Antonio Valero. Su inocente Ferran malvivía de trabajos esporádicos y de apostar a las cartas, aunque su suerte mejoraba cuando conocía a Chino, un oscuro tahúr que le salvaba de su deuda y le mostraba las artimañas precisas para costear una subida permanente al cielo: restaurantes caros, timbas provechosas, puticlubs donde desfogarse… Todo ello en los estertores del franquismo, que mantenía ilegalizados los juegos de azar, con la consiguiente persecución policial. Ya en democracia, él acababa como un ciudadano de a pie, mientras que su viejo amigo moría a causa de esa obsesión por el dinero. Había cosechado tanta fama que incluso en Europa le ofrecían auténticas fortunas para que arriesgase su vida a la ruleta rusa. Y sucedió lo inevitable. El filme pasó casi inadvertido, sí, pero algún crítico lo situó entre los más brillantes del cineasta.
 
 

 
 
   En 2008 regresó al formato breve gracias a Mañana todo será mejor, donde encarnó a Álvaro, al que le resultaba complicado el sexo con su novia porque era gay. En la piscina le daba su número a un chaval y, poco antes de la esperada cita, descubría que era su aún desconocido cuñado. Ambos iban a coincidir bajo el mismo techo, ante la peor espectadora posible y no precisamente como amantes… Esa pieza, ganadora del Festival Binacional Texas-México de Cine Independiente, paseó su talento por el extranjero. Más entrañable fue aquel Mario de Las zapatillas rojas, postrado en una silla de ruedas tras un accidente de tráfico. Se reencontraba con su hermana Sofía cuando fallecía la madre de ambos, aunque la chica no quería dejar su empleo de camarera en la ciudad para cuidar de él en el pueblo. Su opinión cambiaba poco a poco, a medida que la distante relación entre ellos se estrechaba. Ese homenaje a las personas dependientes triunfó hace tres años en los premios Tirant Avant, que distinguen cada temporada lo mejor de la producción audiovisual valenciana.
 
   Canal 9 le dio su primera oportunidad televisiva con el culebrón Negocis de família, que desde 2005 a 2007 llenó las tardes de enredos. Dos clanes pugnaban por un hotel rural próximo a Denia, heredado de un hombre desaparecido en un accidente aéreo, pero tanto odio dejaba espacio a idilios insospechados. Los espectadores valencianos también disfrutaron de su actuación para el telefilme Adrenalina, sobre dos vándalos que quemaban multitud de coches y subían las imágenes de sus fechorías a internet. Todo terminaba cuando el delincuente más sensato socorría a un anciano herido en uno de los incendios, cuya dulce nieta enseñaba al joven una vida alejada de esa espiral violenta. Su siguiente proyecto fue una miniserie coproducida por Cataluña e Italia, Los sentidos de la muerte, que nunca llegó al público. A finales de 2008 se unió al reparto de la serie juvenil 18, víctima de continuos vaivenes en la parrilla de Antena 3 durante cinco meses. Los personajes se enfrentaban a la temida mayoría de edad y a la toma de decisiones relevantes mientras lidiaban con problemas familiares y primeros amores. Él interpretó al mujeriego bajista del grupo 18RDC, Andrés Blanco, capaz de enamorar simultáneamente a cuatro chicas. Sin embargo, su impulsiva novia oficial y un embarazo no deseado se lo ponían difícil.
 
 

 
 
   De vuelta a la pequeña pantalla autonómica se topó con Check-in hotel, una comedia diaria de sketches emitida durante el verano de 2009. Ese establecimiento, donde él trabajaba como socorrista y crupier, era escenario de situaciones surrealistas: una hipoteca adquiría rasgos humanos y amargaba las vacaciones de unos clientes, una pareja casi rota se comunicaba a través de un camarero que recibía los golpes de ambos, un refinado matrimonio se espantaba al ver una mancha engañosa sobre la cama… Su estancia en Canal 9 se prolongó gracias a Unió Musical Da Capo, la historia de un músico emigrado a Londres que retornaba a su localidad natal para hacer las paces con su padre, gravemente enfermo. Y, de paso, resucitaba la moribunda banda municipal. Esa ficción le dio la oportunidad de trabajar junto a Lolita Flores, ganadora de un Goya con el largometraje Rencor, que entonces dio vida a una investigadora cultural andaluza.       
 
   A principios de 2010 estrenó en Telecinco el polémico telefilme El pacto, dirigido por Fernando Colomo, que le concedió el papel de un pescador llamado Dani. Su hermano había dejado embarazada a una adolescente, expulsada del instituto sin miramientos, así que seis compañeras se solidarizaban con ella de un modo curioso: también iban a ser madres. Y él era novio de la más insegura, Ana, una ciclista que anteponía ese disparatado acuerdo a su carrera deportiva tras una discusión en casa. No le decía que esperaba un hijo de otro hombre, sino que se enteraba mediante terceros, pero estaba tan colado que seguía su relación sin rencor. Ese mismo año viajó a Colombia, donde formó parte de La Pola, una aplaudida producción basada en la mujer que tanto luchó por la independencia de ese país. Su Leandro Sabaraín era hermano de Alejo, el protagonista, a quien puso cara el también valenciano Emmanuel Esparza. Ambos pertenecían al ejército llegado desde España para combatir la insurrección colonial. Estaba dispuesto a servir a la patria hasta las últimas consecuencias y se manifestaba contrario a la mezcla racial, motivos por los que reprobaba el amor entre Alejo y Policarpa Salavarrieta, una mestiza amante de la libertad y cansada de estar sometida al poder de la metrópoli. Ese tortuoso idilio les conducía al fusilamiento, aunque él recibía cuchilladas mortales durante una cruenta batalla.     
 
   De uniforme también viste el teniente Ruiz, miembro del batallón encargado de poner orden en Tierra de Lobos, un pueblo sublevado contra el cacique: Antonio Lobo. El carácter afable del militar le separó progresivamente de su tirano superior, que no obraba de acuerdo a la ley, sino según sus propios intereses. Una vez caído este, quedó como única autoridad del lugar, al frente de la infructuosa investigación sobre el asesinato del médico. Ahora la audiencia sigue su noviazgo con Isabel, una de las cuatro hijas de Lobo, que no muestra demasiado interés en él. A pesar de su lesbianismo, razón por la que fue castigada en un convento, se casará para mantener la posición ventajosa de su progenitor. Entre la segunda y la tercera temporada de esa serie histórica grabó algunos episodios de Bandolera, una telenovela de Antena 3 que a finales de 2012 le llevó hasta la Andalucía del siglo XIX, cuyos explotados jornaleros abrazaban los ideales socialistas. Él encarnó a Julio Serrano, hijo de un honrado ganadero al que un ambicioso vecino asesinó por asuntos de tierras. Tras residir varios años en Brasil, volvía a España cuando su hermana le anunciaba que iba a vengarse de ese terrateniente, pero el siniestro plan salía pronto a la luz. Alguien mataba inesperadamente al señor y, con semejantes antecedentes, todo el mundo señalaba a la joven como culpable. Ya en libertad, esta descubría que el difunto le había cedido su cortijo, donde ambos iniciaban una nueva vida. El apuesto chaval, además de líos familiares, también sufrió malentendidos sentimentales: amaba a una posadera que le rechazó y no pudo corresponder al amigo homosexual que le pretendía.
 
 

 
 
También ha participado en los capítulos piloto de ACT (2008) y Sedúceme (2011), ambas sin desarrollo posterior, aunque la segunda fue finalista en un concurso de series online organizado por Antena 3. Presentaba a un atractivo hombre que defendía la preservación de la especie como fin principal del ser humano e impartía complejas clases para ligar con mujeres.


 
HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
¿Recuerda el momento particular en que decidió ser actor?
− Fue con unos 8 años. En el colegio teníamos que preparar una función de teatro para el resto de los alumnos y, desde el momento en que empezamos a ensayar, supe que quería hacer eso el resto de mi vida. No sabía si existía la profesión de actor, si era un trabajo, simplemente quería dedicarme a ello.
 
− ¿Quién fue la primera persona a la que se lo contó?
− A mis padres. Al principio no se lo tomaron muy enserio, pero empezaron a asustarse cuando dejé el baloncesto por el teatro y demostré mi disposición a hacer cualquier sacrificio con tal de actuar. Supongo que pensaron en la dura vida que se me venía encima. Aun así, siempre me han apoyado y estado conmigo, tanto en los buenos como en los malos momentos. Les estoy muy agradecido por ello.
 
− ¿Cuál ha sido el mayor golpe de suerte que ha recibido hasta ahora en su carrera?
− Que Ventura Pons me eligiera para protagonizar una película cuando solo estaba en el primer año de mis estudios de interpretación. Me enteré de que iba a hacer un casting en mi escuela porque buscaba un chico valenciano. Aunque yo no figuraba entre los aspirantes, envié un vídeo a la productora. Me llamaron enseguida, me dieron el visto bueno en la primera prueba y volvieron a probarme con el otro actor: Óscar Jaenada. Casi sin darme cuenta, estaba protagonizando un largometraje a las órdenes de Ventura Pons y junto a un tío al que le acababan de dar el Goya por Camarón. Gracias a ese debut empezaron a venir más proyectos.
 
− ¿A cuál de los personajes que ha encarnado le tiene especial cariño? ¿Por qué motivo?
− A todos les guardo cariño por lo que han significado en mi carrera, todos me han hecho crecer un poquito más. Sin embargo, todavía no ha llegado ese papel con el que me sienta realizado como actor, aún no he tenido la oportunidad de encarnar a ese personaje que suponga un gran reto y evidencie que he realizado un magnífico trabajo.
 
Si el teléfono dejase de sonar, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− El teléfono deja de sonar por temporadas, y más ahora, que las cosas están como están. La vida del intérprete es una montaña rusa: un día estás en lo más alto y caes a lo más bajo la mañana siguiente. Hay que estar preparado para eso y dedicar los momentos en dique seco a seguir aprendiendo cosas. Si te paras, te mueres. Es muy importante estar siempre en movimiento. Esas malas rachas, que muchas veces provocan ansiedad y desesperación, también ayudan a madurar y valorar más las cosas. A pesar de tantas dificultades, uno nace y muere actor, así que no me imagino en otro trabajo.
 
− ¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?
− ¡Jamás!
 
− ¿En qué momento de qué rodaje pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− En un proyecto cuyo estilo era muy diferente al que yo acostumbraba. No estaba muy convencido de que fuese a hacerlo bien, así que al principio lo pasé bastante mal, pero decidí que aquello no iba a poder conmigo. Me puse las pilas gracias a la ayuda de mis compañeros y disfruté muchísimo.
 
 

 
 
− ¿Le gusta volver a ver las series y películas en las que ha participado?
− Creo que a ningún actor le gusta. Es complicado analizarse a uno mismo: rápidamente empiezas a criticar todo, ves defectos por todas partes… A veces nos machacamos más de lo debido. No obstante, es una tarea fundamental para detectar los aspectos susceptibles de corrección. Eso sí, es mejor visionar cualquier trabajo con alguien que tenga la confianza necesaria para decirte lo bueno y lo malo de tu actuación, puesto que resulta imposible ser objetivo si estás a solas.
 
− ¿Cuál considera que es el principal problema del cine español y qué solución se le ocurre para paliarlo?
− Está maltratado por todos. La cultura es una materia prescindible para los actuales líderes, por eso recortan las subvenciones y suben el IVA. No entiendo cómo un ministro se atreve a decir que el cine va mal porque no tiene calidad. Sin duda, ese señor ha visto muy pocos filmes nacionales, por no decir ninguno. El Estado no se da cuenta de que comete un grave error con esa actitud. Y los espectadores tampoco queremos nuestro producto, lo despreciamos incluso antes de conocerlo. Todavía recuerdo cómo un chico le proponía cierta película a su novia y ella se indignaba: “¡Ni de coña! ¿Qué dices? ¡Es española!”. Quizá esa historia era mucho mejor que la otra, una americana de coches y explosiones con la cual no tenía que pensar mientras devoraba su menú grande de palomitas dulces. No tengo nada en contra de esos títulos, me parecen muy respetables, pero no sé a qué se debe semejante rechazo. La situación sería muy diferente si aprendiéramos más de nuestros vecinos franceses, que saben amar lo suyo y hacer que se respete. Deberíamos cambiar esa idea de que la ficción española es mala, aunque resulta difícil cuando lo aseguran desde el propio Gobierno. Claro que hay cine malo, igual que hay putas obras maestras.
 
− ¿A quién le devolvería antes la llamada, a Tarantino o a Burton?
− ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? Pensándolo bien, Tarantino es más mi rollo…
 
− ¿Cuál fue el primer actor o actriz que le conmovió?
− Mi recuerdo más lejano es el de Tom Hanks en Forrest Gump, pero seguramente hubo muchos otros de los que ahora no me acuerdo.
 
¿Qué frase cinematográfica le gusta aplicar como leit motiv personal?
− ¡Muchas! “Todo lo que tengo en este mundo son mis cojones y mi palabra. Y no los rompo por nadie, ¿lo entiendes?”. La dicen en El precio del poder. Otra que me encanta, perteneciente a En busca de la felicidad, es la siguiente: “No permitas que nadie te diga que eres incapaz de hacer algo. Si tienes un sueño, debes conservarlo. Si quieres algo, sal a buscarlo. Y punto. La gente que no consigue sus sueños suele decirles a los demás que tampoco cumplirán los suyos”. Y destaco también una de Pulp Fiction: “Estoy a treinta minutos de ahí, pero llegaré dentro de diez”.
 
 

 
 
− ¿Qué largometraje ha visto tantas veces que se sabe los diálogos completos de alguna escena?
Taxi driver, El padrino, El precio del poder, Tarde de perros, Uno de los nuestros, Casino...
 
− ¿Recuerda alguna anécdota divertida que haya vivido como espectador en un teatro o sala de cine?
− Un señor que tenía al lado se quedó dormido a los cinco minutos de empezar la función y no se despertó hasta los aplausos. Lo más gracioso fue que, nada más abrir los ojos, se puso a aplaudir. Y con mucho ímpetu, como si le hubiera encantado la obra… [Risas].
 
¿Cuál fue la última película que no fue capaz de ver hasta el final? (si es que ha habido alguna).
− Aunque suelo acabar todo lo que empiezo, habrá alguna que ahora mismo no recuerdo.
 
− ¿A qué serie de televisión está enganchado?
− Hasta hace una semana estaba enganchadísimo a Breaking Bad. ¡Acaba de finalizar y volveré a verla entera! Es, junto a Los Soprano, una de las mejores series que se han emitido. A todos los niveles. El desarrollo de los personajes, desde el principio hasta el final, es apasionante. Y no tengo palabras para describir al actor Bryan Cranston, que da una clase de interpretación en cada capítulo. Si yo fuera él, me moriría tranquilo, pues sería consciente de que he hecho algo que dejará huella.
 
− ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado alguien cercano para ejercer esta profesión?
− “Olvídate del texto, no hagas nada, simplemente escucha”.
 
− ¿Qué punto fuerte destacaría de usted como intérprete?
− Mi capacidad para aprender de todo y de todos. Me encanta estar con gente que sabe más que yo y absorber lo máximo posible.
 
− ¿Y débil?
− ¡Muchos! No sería sabio por mi parte enumerarlos, basta con que solo yo sea consciente de ellos.
  
− Adelántenos, ahora que no nos escucha nadie… ¿Cuál es el siguiente proyecto que se va a traer entre manos?
− Hay algunas propuestas por ahí, pero ninguna en firme, así que prefiero no adelantar nada. ¡Ya sabemos cómo son estas cosas!
 
− ¿Qué sueño profesional le gustaría hacer realidad?
− Trabajar con todos esos profesionales a los que admiro desde que era un crío. Y también hacer cine francés, que me chifla, por si no os habíais dado cuenta…
 
− ¿Qué canción elegiría para ponerle banda sonora al momento actual de su vida?
Born to run, de Bruce Springsteen.
 
− ¿Qué titular le gustaría leer en el periódico de mañana?
− Que ha bajado el IVA cultural, que el gobierno ha incrementado las subvenciones y que nuestro sector vuelve a vivir su mejor momento. En definitiva, que el maltrato se ha acabado para siempre. ¡Qué iluso soy! [Risas]
 
− ¿Qué otra época de la historia elegiría para nacer?
− Me gusta esta, aunque estaría bien echar una ojeada al mundo dentro de cien años. Tengo curiosidad por saber si habremos evolucionado o si todavía existirá el planeta, porque quizá hayamos terminado de destrozarlo para ese entonces.
 
− Díganos qué le parece más reseñable de AISGE y en qué aspecto le gustaría que mejorásemos.
− Tenemos que estar muy agradecidos por la buena labor que desempeñáis para todos nosotros. Y es que nos alegráis el verano cuando recibimos los beneficios de los derechos de imagen, pero también nos facilitáis algo tan necesario como las clases de inglés, a las que asistí durante mucho tiempo. Además, sois muy atentos conmigo cada vez que tengo alguna duda, ya sea en Madrid o en Valencia. ¡Gracias!

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