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El anecdotario de Javier Ocaña

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La estadounidense Sue Lyon fue la protagonista femenina de 'Una gota de sangre para morir amando'


La mandarina mecánica de Eloy de la Iglesia




JAVIER OCAÑA

Una familia en una casa ultramoderna ve La naranja mecánica en su televisión último modelo. De pronto, una panda de asesinos y violadores asalta el hogar y apalea a sus moradores. No parece un homenaje muy sutil a la película de Kubrick, pero Eloy de la Iglesia nunca se distinguió por su sutileza y sí por sus modos directos, su popularidad y atrevimiento. Se trata de una secuencia de Una gota de sangre para morir amando, el séptimo largometraje del director de Zarautz, nacido a rebufo de la polémica obra de Kubrick y, sobre todo, de su prohibición en España, donde no se estrenó hasta 1975, cuatro años después de su llegada a las salas de medio mundo.

 

   Año 1973. El productor José Frade ofrece a De la Iglesia producirle una película que, partiendo de presupuestos futuristas, aproveche el 'tirón Kubrick' y continúe en cierta senda sobre el thriller y la violencia ya practicada antes en La semana del asesino. El resultado va a ser un pastiche, más que un híbrido, entre varios subgéneros de moda, principalmente el giallo italiano, el erotismo, y el futurismo de relatos como Fahrenheit 451, de François Truffaut, y La décima víctima, de Elio Petri. 

 

   Ya durante el rodaje, medio en serio, medio en broma, el director vasco inventa un apelativo para la película que luego se haría célebre: La mandarina mecánica. Y finalmente es un éxito tanto en España como en el extranjero: se configuró como producto exploitation, estrenándose en Italia con el título de Los vicios morbosos de una enfermera y en Estados Unidos como Terror mecánico. Otro guiño a Kubrick lo había marcado en la elaboración del reparto con su protagonista femenina: nada menos que Sue Lyon, la adolescente de Lolita, en años de comienzo de su decadencia. De la Iglesia incluso la puso en una secuencia a leer el libro de Vladimir Nabokov.

 

   En Una gota de sangre para morir amando (coprotagonizada por Chris Mitchum, hijo de Robert, también en decadencia tras su debut en Río Lobo, de Howard Hawks) se presentaba un estado parapolicial en el que se aplicaban tratamientos de choque para curar a los que estorbaban, lo que algunos han visto como una soterrada visión del franquismo. Todo ello en un guion con hasta cinco nombres (aunque De la Iglesia siempre dijo que el francés George Lebourg no escribió ni una línea), entre los que hoy destaca el de José Luis Garci, que venía de escribir poco antes otra parábola futurista: el mítico telefilme La cabina, de Antonio Mercero.

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