LA PELI DE MI VIDA
Lola Pons
‘Amanece que no es poco’ (José Luis Cuerda, 1989)
“Una imagen es muy poderosa, pero no lo es menos la palabra precisa”
PEDRO PÉREZ HINOJOS (@pedrophinojos)
La lengua es, probablemente, el mayor organismo vivo que existe. Sin embargo, pocas personas comprenden y asumen que es ella la que nos posee, y no al revés. Entre ellas figura en lugar destacado Lola Pons (Barcelona, 1976), con más de media vida dedicada a zambullirse en la corriente perpetua del idioma y en seguir en ella el rastro escurridizo de las palabras. A ordenar el caos y desenredar la madeja de largas y antiguas estelas está consagrada como historiadora de la Lengua y catedrática de la Universidad de Sevilla. De ahí que no resulte extraño su veneración por la disparatada combinación de lo surrealista y los sabores añejos de un clásico como Amanece que no es poco.
“Adoro ese humor absurdo tan incardinado en una realidad costumbrista”, relata Pons, fascinada además por “la lente coral que permite ver en acción a veteranos de nuestra escena como Saza, Cassen, Manuel Alexandre o Chus Lampreave al lado de los que en 1989 eran jovenzuelos, como Gabino Diego”. Porque para ella la veteranía es más que un grado: “Creo en el talento de los viejos, me gustan las películas con actores mayores”. Dice identificarse, además, con el ingeniero que encarna Antonio Resines, que le trae a la memoria su propia vida universitaria. Y le enternece “esa escuela de memoria, pero también de música y exámenes delirantes que se evoca” porque le recuerda a la escuela rural, “que fue básica para la alfabetización española en el siglo XX”.
Ya lo ven: la lengua y la pedagogía nunca salen de radar de Lola Pons. Y nada escapa a su rastreo vigilante. Ni el cine siquiera. “Identifico acentos escondidos, juzgo los acentos recreados y soy muy severa con las invenciones que se hacen de la lengua antigua en algunos guiones”, asegura, aun admitiendo entre risas “cierta deformación profesional”.
Porque cree en la fuerza didáctica del audiovisual, convencida a su vez de que una escritura y un habla correctas son fuente de emancipación y prosperidad. “Vivimos en un país de ciudadanos mayoritariamente alfabetizados, pero no mayoritariamente lectores”, argumenta. “En mi opinión, la correcta expresión escrita y oral es un gran propulsor, un fantástico ascensor social; tal vez el más asequible”.
A su actividad científica y docente, Pons suma una intensa labor divulgadora. Ensayos como Una lengua muy larga (2016) y El árbol de la lengua (2020) y colaboraciones regulares en El País, la Cadena Ser o Canal Sur la están convirtiendo en una gran filóloga de cabecera. Y en ese terreno le encantaría trabajar algún día en un documental sobre los dialectos hispánicos, con el protagonismo de los “hablantes mayores de las cuatro esquinas peninsulares”. “Sería hermoso hilvanarlos en una sábana de imágenes” antes de que se pierdan para siempre, propone.
Como buena amanecista, Lola Pons defiende la rareza disruptiva de lo singular, cocinado a tiempo lento, frente a este mundo actual tan “polar, rápido e infantil”. Por eso reivindica la energía única de las palabras: “Una imagen es sin duda algo muy poderoso, pero no lo es menos la palabra precisa, el viejo verso que te tranquiliza recitado a solas, la frase que te dijo hace años alguien muy querido y que se te clavó o con que te clavó”.
Título: ‘Amanece que no es poco’
Director: José Luis Cuerda
Estreno: 1989
Género: Comedia surrealista
Sinopsis: Un joven ingeniero que trabaja en EE UU regresa a España para disfrutar de unas largas vacaciones y llega junto a su padre a un pueblo remoto con unos habitantes muy extraños.