twitter instagram facebook
Versión imprimir
11-01-2018

 
Laia Costa
 
“El mayor aprendizaje ha sido constatar
lo absurdo
de las fronteras”
 
Asomó en el cine alemán con ‘Victoria’, dos horas de plano secuencia. Envidia las oportunidades de otros países, conserva sueños intactos y se subleva contra “los estigmas, prejuicios y la desigualdad” que aún padece el ser humano en pleno siglo XXI


PEDRO DEL CORRAL (@pedrodelcorral_)
Reportaje gráfico: Nùria Gea
Decía Ava Gardner que las actrices con un hoyuelo en la barbilla, como ella, contaban con un extra de glamur. Laia Costa lo tiene, aunque lo desvincula de cualquier concepto relacionado con la apariencia física. En su caso, este rasgo le recuerda a su abuela materna, quien lo llamaba “el clotet de la hermosura”, y cada domingo le clavaba un dedo en él como para asegurarse de que seguía ahí. “Aunque el responsable directo es la herencia genética que me conecta con mi padre”, ríe la actriz, que junto a su progenitor es la única de la familia que lo posee.
 
   Ese don para hacer algo especial de lo cotidiano define su trabajo con precisión. Hace casi dos años irrumpió en el panorama cinematográfico mundial a golpe de inocencia, convicción y riesgo. Una mirada desconocida era capaz de sostener un plano secuencia de 140 minutos y revolucionar el cine alemán…
 

 
 
Por aquel entonces tenía 28 años, había finalizado su carrera de Publicidad y probado suerte en series como Bandolera, Pulseras rojas o El tiempo entre costuras. El cine, salvo algún papel secundario en Palmeras en la nieve o Tengo ganas de ti, se le resistía. Hasta que llegó Alemania. Victoria, de Sebastian Schipper, la convirtió rápidamente en una de las jóvenes promesas internacionales (lo dijo The New York Times) y le concedió una nominación a los BAFTA británicos y un Lola (el Goya alemán) a la mejor actriz protagonista. Desde entonces ha rodado en un par de años siete películas y dos series, la mayoría extranjeras. “Dicen que los primeros versos de un poema vienen dados por la divinidad –llámala inspiración, musas o talento–, pero el resto es trabajo”, sostiene esta joven barcelonesa del año 85. “Todos tenemos más capacidad para desarrollar unas tareas u otras, sí, pero sin poner a trabajar ese talento nos quedamos con un poema inacabado…”.
 
– Cuentan que su forma de entender la vida se inspira mucho en el baloncesto. ¿Cierto?
– Sí, lo he jugado 17 años y, mientras crecía entre bastidores, campeonatos y compañeras, aprendí que se juega como se entrena, que a veces no se gana por talento sino que se pierde por errores. Que una sola nunca levanta un partido y que jugar en equipo es una filosofía de vida.
 
– En su equipo particular, ¿quiénes han participado?
– En España tuve la oportunidad de tener un primer contacto con la profesión y proyectos tan interesantes como Pulseras rojas me ayudaron a decidir cómo quería vivirla. Tras Fort Ross, una gran producción rusa, llegó Victoria, la película alemana con la que viví mi primer protagonista, mi primer festival internacional de cine (la Berlinale) y mi primera gala de premios (los Lola). En los dos últimos años he trabajado en cinco películas americanas, una inglesa y una argentina. Cada una aporta algo distinto a nivel creativo, pero el mayor aprendizaje en todos los casos ha sido constatar lo absurdo de las fronteras.
 
– ¿Qué debe aportar un proyecto para que le atraiga?
– La panacea que todos anhelamos: un director sin miedo, comprometido artísticamente; un buen guion, un reparto de talento con química por los cuatro costados, una productora solvente que confíe ciegamente en el proyecto y lo proteja creativamente, y una buena distribución. Por pedir, ¡pido todo!
 
 

 
 
– ¿Nos educan para el éxito?
– El éxito es un concepto difícil de definir porque resulta eminentemente personal. Para mí, que me planteo mi carrera como una maratón, el éxito es seguir corriendo. Sé que habrá momentos más buenos que otros, pero poder vivir de esta profesión ya es un éxito y con eso me quedo. Yo lo que quiero es seguir en el camino. 
 
– Eso no quita para que la hayamos visto junto a Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín, Antonio Banderas o Federico Luppi. ¿Sintió reparo al medirse con intérpretes de esa talla?
– En absoluto. De entrada no suelo medirme con nadie; con mis compañeros de trabajo, donde se crean lazos profesionales tan especiales, todavía menos. Nunca comparo el trabajo de uno y de otro con la intención de competir. Para mí, los actores que trabajan juntos se disfrutan y aprenden los unos de los otros. No eres nadie solo, necesitas del otro tanto como la preparación que hayas podido hacer tú antes de llegar al set. Quizá más...
 
– Se rumorea que Tarantino es seguidor suyo.
– Se dicen tantas cosas…
 
– También que hizo pruebas para participar en Rogue one.
– Sí. Pero Darth Vader me tuvo miedo.
 
 

 
 
– ¿Que echa en falta en el cine español?
– Tenemos muchísimo talento en casa a todos los niveles, nada que envidiar fuera. Solamente echo de menos la capacidad que tienen otros países para sacar proyectos adelante, repartir oportunidades y encontrar apoyo en las instituciones. Levantar películas cuesta sudor y lágrimas en todas partes, pero parece un poco más viable en otras industrias que en la nuestra.
 
– Se fue a Estados Unidos por su pareja. ¿Qué le ha permitido estar donde se encuentra ahora?
– La suerte. Patti Smith dice que la vida es una aventura que diseñamos nosotros mismos a partir de accidentes afortunados y desafortunados, y me parece muy acertado. En mi caso, un año después de rodar Victoria mi chico aceptó una oferta para dirigir una compañía de marketing en Estados Unidos y decidimos mudamos allí. La película se estrenó únicamente en Alemania ese mismo año, pero mi representante americana la pudo ver antes en la Berlinale y aquel fue mi “accidente afortunado”. Enseguida empezamos a trabajar juntas.
 
– Se podría decir que Victoria lo cambió todo en tu carrera.
– La expandió, me permitió tener una buena carta de presentación internacional y abrir nuevos caminos. 
 
 

 
 
– ¿Una película exitosa significa no parar de trabajar?
– El trabajo llama al trabajo. El trabajo bien hecho genera trabajo de mejor calidad, pero no creo que por formar parte de una película de éxito tengas asegurada la entrada al paraíso profesional. Hay casos que demuestran todo lo contrario. La profesión a largo plazo es más compleja que eso.
 
– ¿Las oportunidades llegan o se trabajan?
– Llegan, se trabajan y se crean. Si llegan, hay que estar preparado. Y para estarlo debes trabajar. Otras podrás trabajarlas para que lleguen. Y si no llegan, ponte manos a la obra. Créalas, keep moving. En todos los casos, siempre siento que voy a aprender para el siguiente paso.
 
– ¿En algún momento le ha asustado crecer en la profesión?
– Las mujeres debemos enfrentar muchos estigmas, prejuicios e desigualdades profesionales y personales en todas nuestras etapas vitales. Cada vez nos asustan menos y nos cabrean más. Y eso es un paso al frente. El enfado me parece mejor motor que el miedo.
 
– ¿Cree que se ha generado una imagen irreal de la mujer actriz que no se corresponde con la realidad?
– Esta es una imagen que se encuentra en todos los niveles políticos, sociales y culturales. Ocurre en absolutamente todos los países del planeta. La industria audiovisual es un espejo de esa realidad. Todos tenemos el deber de formar parte del cambio desde dentro, con nuestras acciones y decisiones diarias. No sirve de nada seguir la norma establecida y después quejarse de ello a posteriori. Ahí no hay cambio.
 
 

 
 
– En los últimos meses han salido a la luz casos de abusos en Estados Unidos. ¿Es importante reivindicarlos?
– Rotundamente, sí. Es necesario denunciar todas las desigualdades y abusos sociales, culturales y políticos que se produzcan. Como sociedad tenemos la obligación de enfrentarlos y exigir que se modifiquen los procesos necesarios para que los abusos no se repitan. Todos debemos ser parte activa de la solución.
 
– ¿Qué tal va de sueños?
– Pues los hay que permanecen intactos con el paso del tiempo y los hay que mutan y van creciendo contigo. En mi caso los tengo de todos los colores y los escucho siempre. Supongo que podemos llamarlos de muchas maneras: motivaciones, objetivos, proyectos… Me gusta que crecer implique cambiar.
 
– Aún es muy joven, pero ¿se ve en otro rol dentro de la industria?
– Definitivamente. He ejercido de productora ejecutiva en dos de las películas americanas. Me gusta implicarme en todas las facetas artísticas de los proyectos en los que trabajo y siempre pego la nariz en el cristal. Me encanta curiosear, tomar nota. Decía Chaplin que nunca llegamos a ser profesionales de nada, que siempre hay algo nuevo que aprender. Con esa filosofía me muevo. Me gusta el bifrontismo del ser o estar. Hoy estoy haciendo de actriz, mañana quién sabe qué estaré haciendo. Pero, en una faceta u otra, siempre seré yo.
 

Versión imprimir