Por aquel entonces tenía 28 años, había finalizado su carrera de Publicidad y probado suerte en series como Bandolera, Pulseras rojas o El tiempo entre costuras. El cine, salvo algún papel secundario en Palmeras en la nieve o Tengo ganas de ti, se le resistía. Hasta que llegó Alemania. Victoria, de Sebastian Schipper, la convirtió rápidamente en una de las jóvenes promesas internacionales (lo dijo The New York Times) y le concedió una nominación a los BAFTA británicos y un Lola (el Goya alemán) a la mejor actriz protagonista. Desde entonces ha rodado en un par de años siete películas y dos series, la mayoría extranjeras. “Dicen que los primeros versos de un poema vienen dados por la divinidad –llámala inspiración, musas o talento–, pero el resto es trabajo”, sostiene esta joven barcelonesa del año 85. “Todos tenemos más capacidad para desarrollar unas tareas u otras, sí, pero sin poner a trabajar ese talento nos quedamos con un poema inacabado…”.
– Cuentan que su forma de entender la vida se inspira mucho en el baloncesto. ¿Cierto?
– Sí, lo he jugado 17 años y, mientras crecía entre bastidores, campeonatos y compañeras, aprendí que se juega como se entrena, que a veces no se gana por talento sino que se pierde por errores. Que una sola nunca levanta un partido y que jugar en equipo es una filosofía de vida.
– En su equipo particular, ¿quiénes han participado?
– En España tuve la oportunidad de tener un primer contacto con la profesión y proyectos tan interesantes como Pulseras rojas me ayudaron a decidir cómo quería vivirla. Tras Fort Ross, una gran producción rusa, llegó Victoria, la película alemana con la que viví mi primer protagonista, mi primer festival internacional de cine (la Berlinale) y mi primera gala de premios (los Lola). En los dos últimos años he trabajado en cinco películas americanas, una inglesa y una argentina. Cada una aporta algo distinto a nivel creativo, pero el mayor aprendizaje en todos los casos ha sido constatar lo absurdo de las fronteras.
– ¿Qué debe aportar un proyecto para que le atraiga?
– La panacea que todos anhelamos: un director sin miedo, comprometido artísticamente; un buen guion, un reparto de talento con química por los cuatro costados, una productora solvente que confíe ciegamente en el proyecto y lo proteja creativamente, y una buena distribución. Por pedir, ¡pido todo!