ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)

No debe de ser nada fácil enfrentarse en primera persona, aunque sea con fines literarios y desde un género tan recurrente hoy en día como la autoficción, a los fantasmas y las miserias familiares. De una manera u otra, el firmante siempre corre el riesgo de salir lastimado o, lo que es peor, de herir la sensibilidad de alguno de sus parientes y provocar un cisma irreparable. Las luchas intestinas, bien que lo sabemos, siempre son las peores.

Todo ello se agudiza si la materia de la que se quiere hablar/escribir gira en torno a un episodio que ha marcado el devenir de toda la parentela. Porque Daniel Jiménez (Madrid, 1981) comparte con los lectores un hecho que acabó provocando la debacle familiar, la ruina moral y económica de un núcleo que hasta entonces había vivido desahogadamente. Hundimiento, resentimiento, depresión, tristeza, sufrimiento, desilusión, frustración, impotencia... He aquí algunos de los términos que no escatima el autor para referirse a la devastación que produjo en todos los miembros de su casa un plagio. Tanta que hasta alguno de ellos ha achacado el suicidio de una de las hermanas a aquel desdichado episodio.

Juan Jiménez, miembro del legendario grupo Los Pekenikes (sí, los de Hilo de seda o Cerca de las estrellas, aquella banda instrumental que llegó a telonear a The Beatles en Las Ventas), fue compositor de más de dos centenares de canciones y productor y director de musicales, entre otras ocupaciones. Y en un momento dado decidió invertir el mucho dinero y las propiedades que poseía en un novedoso formato televisivo que había concebido y con el que pensaba conquistar la gloria: Parquelandia. Según nos cuenta su hijo, la idea fue plagiada por tres desaprensivos directivos de una cadena que se enriquecieron con el programa y arruinaron a su creador. A pesar de los juicios y recursos presentados a lo largo de dos décadas, los tribunales no han fallado nunca a favor del padre del novelista, que sigue esperando, a sus 75 años, a que alguna vez la justicia haga honor a su nombre. Un quijote en su lucha contra los gigantes.

Como su título indica, el libro es la historia de aquel plagio y de lo mucho que la obsesión por su reparación acabó originando en el día a día de aquella pareja y de sus cinco hijos, pues les robó todo: casa, coche, dinero, amigos, esperanza... Qué pasó antes y después, qué tenían y qué tienen ahora, quiénes fueron y quiénes son.

Pero se trata también de un acercamiento existencial; una pesquisa honesta, valiente y con mucho cariño, pero sin edulcorantes ni empalagos, sobre la trayectoria vital de la familia. En especial de los padres, a cuyo valor absoluto e inagotable rinde tributo.

Aborda Jiménez una manera singular para referirse a las relaciones humanas, las dificultades de la convivencia, el peso de los convencionalismos, la podredumbre que producen los silencios. La vulnerabilidad e imperfección de las personas, sí, pero también la melancolía del futuro (esa de la que habla Luis García Montero), los sueños por realizar, los recuerdos que somos capaces de guardar en una caja de cartón…

El plagio es igualmente un atrevido juego literario al que se lanza el escritor tratando de no traicionar a nadie, en especial a sí mismo. Asistimos a un ejercicio narrativo para el que echa mano de la memoria,  relatos familiares, la actualidad –ahí están el confinamiento y los rigores de la pandemia–, la introspección y hasta el propio libro que escribió su padre narrando “la verdad de los hechos”: Historia de un plagio. Una entrega, por cierto, que todavía hoy permanece inédita.   

Con esta obra, Daniel Jiménez –que ha escrito las novelas Cocaína y Las dos muertes de Ray Loriga, y un libro de relatos que ya desfiló por esta sección, La vida privada de los héroes– ganó el XXVII Premio Literario Café Bretón & Bodegas Olarra. Por si alguien alberga dudas, él mismo confiesa que los 6.000 euros del galardón no los ha compartido con su padre.