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22-05-2024

#LeerSientaDeCine

 

La sencillez y elegancia de un filme único: ‘Soldados de plomo’

 

Bernardo Sánchez y Chechu León rescatan el guion de la primera película dirigida por José Sacristán, coescrito entre el actor madrileño y el novelista Eduardo Mendoza  

ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)

Allá por 1981, durante el rodaje de La cripta, de Cayetano del Real, coincidieron el actor José Sacristán (Chinchón, Madrid, 1937) y el novelista barcelonés Eduardo Mendoza, autor del guion del filme. Aquella providencial casualidad se tradujo en una amistad intensa y fructífera, acrecentada a lo largo de los años con sus buenos paseos, charlas y cenas en Nueva York. Por aquel entonces el escritor facilitó al irrepetible intérprete madrileño una treintena de páginas de un relato que Sacristán adaptó a la pantalla y convirtió en su debut como director: Soldados de plomo. Estrenado en los cines en septiembre de 1983, contó con un elenco de primerísimo nivel: Fernando Fernán-Gómez, Amparo Rivelles, Fernando Vivanco, Silvia Munt, Assumpta Serna y el propio realizador.

 

Cuando ya han transcurrido algo más de cuatro décadas desde aquella productiva colaboración, un libro, firmado por el guionista y dramaturgo Bernardo Sánchez y el director del festival cinematográfico riojano Octubre Corto, Chechu León, recupera aquel texto elegante y de escritura impoluta que daría lugar a un thriller familiar repleto de intrigas y sorpresas, una película singular en el cine español que consagraría al primer intento a Sacristán en la faceta de realizador. Se trata de una vertiente a la que añadiría con el tiempo dos nuevos títulos: Cara de acelga (1987), que coescribió con Carlos Pérez Merinero, y Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? (1992), adaptación de Adolfo Marsillach.

 

El guion rescatado ahora, fechado en junio de 1982 y originalmente llamado Los soldados de plomo, es un ejemplar manoseado que pertenece a Sacristán y que este utilizó durante el rodaje. Y ahí radica uno de sus atractivos, pues lo recuperamos repleto de aportaciones manuscritas de su propietario: anotaciones, acotaciones, añadidos y tachaduras que los editores han respetado e incorporado. En total, son 125 páginas con 45 secuencias que se tradujeron en una cinta que vieron 308.000 espectadores y recaudó casi 85 millones de pesetas.


El libro recoge, además, numeroso material gráfico de la película y del rodaje, así como imágenes de objetos que conserva José Sacristán en su casa de Peralejo, pedanía de El Escorial: álbumes de cromos, una colección de soldaditos de plomo, programas dedicados vinculados al cine y muchos otros elementos de lo que en la cultura anglosajona se conoce como memorabilia.

 

A través de las aportaciones de León y Sánchez descubrimos ahora detalles que rodearon la elaboración del guion o la grabación de la película, en particular el papel determinante de José Luis Dibildos y Gonzalo Suárez, que aportaron dos ópticas distintas a Sacristán durante su trabajo creativo. Y para que no quepa duda de que estamos ante un texto extraordinario que se tradujo en un magnífico filme, se reproducen algunas de las notables críticas que recibió tras su paso (20 de septiembre de 1983) por la sección de nuevos realizadores del XXXI Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Parece que los críticos y enviados especiales a la cita donostiarra compitieron entre ellos por encontrar los calificativos más elogiosos para la obra de ese gran tipo que es José Sacristán.

 

Si para José Antonio de las Heras (Diario Pueblo) el director “consigue tener prendido, en todo momento, al espectador, sabe utilizar la cámara, emplear recursos para mantener la atención y contar la historia con sencillez, pero con efectividad”, Ángel Fernández Santos alababa en El País un “filme limpio, transparente, con un discurrir luminoso". Y si para Ángeles Maeso (La Vanguardia), “la tónica de esta película es la de la contención, la mesura, el buen gusto”, Diego Galán (también en El País) no regateó aplausos: “Sobria, precisa, humilde”.

 

El libro, que no deja de ser un rendido homenaje al actor, guionista y director de Chinchón, se cierra con el discurso con el que recibió el Premio Nacional de Cinematografía en 2021, titulado Alcanzar la luna. Unas palabras que representan todo un reconocimiento a la profesión de actor, que requiere trabajo, estudio, aprendizaje, investigación, curiosidad y, sobre todo, capacidad para mirar con tanta certeza como inquietud y con tanto arrojo como temor. Y no pierde de vista a los espectadores, porque lo verdaderamente importante del trabajo de los intérpretes es que quienes están en sus butacas crean y se emocionen; que se diviertan, inquieten, duden, piensen o sueñen. En fin, que vivan una ficción, una ilusión inventada como la que nos regalaron Sacristán y Mendoza con Soldados de plomo.


‘José Sacristán. El niño de delantera de gallinero’ (Pepitas de Calabaza & Ediciones Aborigen & Los aciertos, enero de 2024). 208 páginas, 21,50 euros




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