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La fascinación de Alberto Conejero por Leonora Carrington
El dramaturgo da forma a un poema dramático inspirado en la obra y algunos episodios biográficos de la creadora surrealista
ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)
La figura de la escritora y pintora inglesa Leonora Carrington (1917-2011) ha despertado desde siempre una extraordinaria fascinación. Su obra artística –enmarcada en el movimiento surrealista, del que fue pionera– se ha estudiado de manera profusa, mientras que su convulsa y singular vida ha atraído a algún cineasta y no pocos escritores y biógrafos. El último en quedar subyugado por aquella mujer considerada por muchos descarriada, extravagante y perdida, pero también genial, es el dramaturgo y poeta Alberto Conejero (Vilches, Jaén, 1978), que le dedica aquí lo que podría calificarse de poema dramático o monólogo poético, según se prefiera.
Su texto lleva el mismo escueto título –Leonora– que el que le dedicó hace ya más de una década la literata mexicana Elena Poniatowska, igualmente atraída por aquel espíritu explosivo, libre, alejado de cualquier convencionalismo. Conejero recrea mayormente los meses que la pintora pasó en España, la mayoría de ellos enclaustrada en un sanatorio mental santanderino, antes de embarcarse desde el puerto de Lisboa (julio de 1941) en el SS Exeter con rumbo a Nueva York. Aunque su destino era México, donde viviría y moriría en 2011.
Aquel periodo tremendamente convulso lo detallaría la propia Carrington en su dietario Memorias de Abajo, escrito en 1943, que sirvió de base para la novela gráfica Leonora Carrington en España, de María Luisa Fruns, y al que Conejero también ha recurrido desde una profunda gratitud y devoción hacia su autora.
En la pieza dramática la figura de Leonora aparece, solitaria, en el escenario, surgiendo de entre la luz, de un folio o de un lienzo. Lo mismo da, porque ella irá escribiendo o coloreando con sus palabras todas esas superficies blancas. En el parlamento predomina el dolor sobre la alegría, late más sufrimiento que placer. Y no encontraremos rastro de autocompasión. Son palabras en las que conviven vivos y muertos. Una búsqueda de la propia identidad. Un autorretrato colectivo de sus muchas vidas, en el que se van superponiendo presente, pasado y futuro.
Comienza la historia una mañana de julio de 1941 en la capital portuguesa, a la que consiguió arribar después de un difícil periplo que antes la había llevado desde Inglaterra a París y al sur de Francia. Allí se había instalado con su gran amor, el artista alemán Max Ernst, antes de aparecer por una España recién salida de la Guerra Civil a la que llegó alejándose de la persecución nazi. Sabía bien lo que implicaba el verbo "huir": antes lo había hecho de su familia, especialmente de su tiránico padre.
Sus padecimientos –rememora la protagonista mientras se dirige a un público imaginario– se iniciaron ya desde niña, cuando se rebelara contra su propia y aristocrática sangre, que la consideraba molesta y subversiva. Ahí comienza una huida del progenitor, al que necesita arrancar de sus entrañas y olvidar, pero cuyos tentáculos la persiguen, encuentran y someten en cualquier lugar en que trate de esconderse de él, empeñado como estaba en encerrarla para siempre en un manicomio.
Hace frente Leonora a las buenas costumbres y escapa de los rigores sociales y de un destino que le habían escrito otros. Y lo hace cabalgando al galope de su explosiva imaginación. Se ha propuesto ser artista, pintar la vida para soportarla. Y nadie, ni los requetés que la violan en Madrid ni los crueles y sádicos métodos del doctor Luis Morales, que intenta anular su personalidad conduciéndola al abismo de la locura, va a lograr aplacarla.
El relato de Leonora Carrington/Alberto Conejero produce una sacudida a quien lo lee. Encierra una enorme belleza, pero también se vuelve doloroso, desgarrador. Porque muchas de las experiencias narradas son aterradoras, porque ella fue víctima de abusos, prácticas indecentes, actuaciones despreciables. Sus palabras se le atragantan al lector, que asiste a la muerte y resurrección de una mujer valiente, maltrecha. Una mujer que no hace concesiones, que se expresa con crudeza, que no se detiene en la búsqueda de una libertad creativa que a punto estuvo de condenarla al infierno.
¿Alguien duda de que acabaremos asistiendo en algún momento al estreno de este precioso monólogo poético, a la dramatización del poema? Como sugiere su autor, que ha firmado una notable producción teatral e interesantes dramaturgias y reescrituras, podría ser interpretado por una o varias actrices, quizá con la compañía de cinco hombres, cinco caballos y cinco violines. Estaremos al tanto.
‘Leonora’ (Pepitas de calabaza, septiembre de 2024). 96 páginas, 14,90 euros (eBook, 9,99 euros)