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Una biografía a la altura de Lola Gaos
Margarita Ibáñez glosa la trayectoria vital y profesional de quien fue más que una actriz y supo sobresalir como activista cultural, política y referente feminista
ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)
Aunque no siempre ocurre y muchas veces llega de forma tardía, en general la justicia acaba abriéndose paso y pone a cada cual en el lugar que le corresponde. Y eso es lo que ha venido a suceder con una actriz imprescindible y a la que el olvido amenazaba con un abrazo inmerecido, Lola Gaos (Valencia, 1921- Madrid, 1993), protagonista al fin de una notable biografía que rubrica Margarita Ibáñez Tarín.
El libro, fruto de la consulta de archivos y amplia bibliografía y de numerosas entrevistas a actores que la trataron, desde Juan Margallo a Tina Sainz, Piero Falla o Abel Vitón, recorre la trayectoria vital y profesional de una mujer que expresó su máximo talento en Furtivos, de José Luis Borau, hace ahora justo cinco décadas. Pero que se topó con un pertinaz encasillamiento que limitó sus enormes capacidades interpretativas.
Como muchos recordarán, con demasiada frecuencia se requería a la Gaos para papeles de criada, malvada, mendiga, bruja o ser marginal. Por si fuera poco, se extendió la opinión de que ella misma era áspera, ruda o antipática, cuando quienes la conocieron la retratan como una persona de carácter fuerte, pero afable, generosa, culta y comprometida. O, como la describió su amigo Francisco Umbral, “una personalidad fuerte de mujer difícil”. Hija de una familia burguesa refinada, elegante, republicana e ilustrada –su padre era notario y su madre, aristócrata–, le tocó estar en el lado de los perdedores, de los vencidos en la Guerra Civil española. Una circunstancia que marcó su vida.
La reconstrucción de la biografía de Lola Gaos transcurre desde su llegada como veinteañera a la capital de España (1943), en busca de una oportunidad como actriz –aunque ella hubiese deseado ser médico– hasta su muerte, sola y enferma, medio siglo más tarde. El acercamiento a su figura lo es también a la historia de España, uno de los mayores aciertos en la obra de Ibáñez Tarín, que no disimula su profunda admiración por la Gaos. Otro logro ha sido desmentir varias creencias erróneas: no se estableció en Madrid a su regreso de México (país al que se exiliaron varios de sus hermanos, pero no ella), sino que se trasladó desde Valencia; no debutó en una versión de Electra, de José María Pemán, en 1949, ni estudió arte dramático.
Sus inicios fueron los de una actriz meritoria, que hizo de figurante en cine y teatro y que, si logró abrirse paso fue, como ella mismo decía, gracias a su infinita paciencia y su perseverancia. Su primera película fue El sótano (1949), de Jaime de Mayora, un rotundo fracaso de público y crítica. También participó en el estreno en España, por parte del Teatro Español Universitario (TEU), de La Casa de Bernarda Alba, de García Lorca, en el Teatro de Ensayo La Carátula de Madrid en 1950.
También la seguimos mientras crea en 1950 la compañía teatral Dulcinea, que se disolvió tras el estrepitoso fiasco de Marido y medio, primera pieza teatral de Fernando Fernán Gómez. Participa activamente en la legendaria tertulia del Café Gijón, en la que coincide con personalidades como Closas, Alexandre, Riaza, Buero Vallejo, Aldecoa o Rodero; se vincula junto a su marido, Gonçal Castelló, a la productora Unión Industrial Cinematográfica (UNINCI), tapadera antifranquista y controlada por el PCE; participa en dos de las cintas más notables de Luis Buñuel, Viridiana y Tristana; o desarrolla una frenética actividad en TVE desde finales de los cincuenta.
Las páginas del libro están atravesadas por la firmeza y el compromiso de una mujer siempre dispuesta a poner sus dotes de oratoria al servicio de las causas más diversas –especialmente aquellas que concernían a actores, trabajadores y mujeres– sin esperar nada a cambio. Y que no se cansó de repetir que no trabajaba exclusivamente por dinero, sino que necesitaba que el cine en el que embarcara dijera algo y tuviera valores. Verdad es que también se vio obligada a embarcarse en películas de escasa valía artística en los años del destape o del terror de clase B: la descubrimos en los repartos de Ceremonia sangrienta o Latidos de pánico, títulos que hoy nadie se molesta en recordar.
Tras una separación matrimonial traumática esperaban a Lola Gaos unos años de soledad y enfermedad. Era el declive de una actriz que siempre expresó sus quejas por dos circunstancias que estimaba injustas: la falta de oportunidades y el encasillamiento.
‘Lola Gaos. La firmeza de una actriz’ (Bala Perdida Editorial, octubre de 2024). 196 páginas, 19,00 euros