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08-12-2021

#LeerSientaDeCine

 

Viaje en el tiempo con ‘Los Electroduendes’

 

El guionista del mítico e irreverente espacio de TVE, Santiago Alba Rico, reedita una selección con sus mejores historias. Esas que hoy, casi 40 años después, no concibirían las mentes pacatas y biempensantes

ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)

A quienes, por una mera cuestión biológica, la emisión de La bola de cristal nos pilló ya algo más creciditos, nos sigue asombrando la pasión con que la generación de los que ahora transitan por los cuarenta y tantos habla de aquel programa que TVE mantuvo en su parrilla entre octubre de 1984 y septiembre de 1988. Criados con la Familia Telerín, Los Chiripitifláuticos, Epi y Blas y la rana Gustavo –todo más bien de una tremenda inocencia–, percibimos el salto respecto a quienes crecieron hechizados por una jovencísima Alaska y aquella colección de muñecos feúchos que respondían a nombres tan estrafalarios como Bruja Avería, Bruja Truca, Hada Vídeo, Maese Cámara y Maese Sonoro. O sea, Los Electroduendes.


En realidad, tampoco el creador de las historias que protagonizaban aquellas irreverentes figuras, Santiago Alba Rico (hijo de la directora del programa, Lolo Rico), se explica que el recuerdo permanezca tan vivo más de 30 años después de su desaparición de la pequeña pantalla. Según él mismo escribe en el prólogo a esta reedición de sus guiones, es un misterio que Los Electroduendes se hayan convertido en mito, que ocupen un lugar “tan inesperadamente grande en el imaginario bullicioso y amnésico de la España de 2021”.


O quizá no lo sea tanto. Y más después de leer esta antología de guiones (12 de entre los 160 que escribió Santiago Alba) que vuelven a ver la luz ahora. El volumen asomó por primera vez en 1992 con el mismo título de ¡Viva el Mal! ¡Viva el Capital!, frase insignia de la Bruja Avería. Posteriormente, en 2003, se publicaría otra selección, ¡Viva la Cía! ¡Viva la Economía!, lo que refrenda cómo el interés se renueva cada pocos años.  


Detrás de aquellos ripios insolentes y demagógicos que pronunciaba la Bruja Avería –entreverados de ánodos, electrodos, émbolos, cátodos, bornes, cables y bujías y juramentos por Gimnoto, Farad, Radar, Orticón, Saticón o Plumbicón– había mucha carga política, alucinaciones subversivas y hasta marxismo incendiario. Latía, de paso, una pedagogía simpática y un irresistible encanto, todo ello ambientado con una deliciosa banda sonora que se nutría de las caudalosas aguas de la Movida.


Aquellos diálogos iban dirigidos a un público infantil al que no se trataba como tonto ni indocumentado. Y acabó enganchando a jóvenes que se esforzaban por sacudirse el pelo de la dehesa franquista, así como a mayores suficientemente politizados. El capitalismo, la represión policial, los bancos, la comida basura, el imperialismo, el gobierno (entonces de Felipe González, pero hubiese dado igual el signo político)  o la herencia de la dictadura eran abordados y atacados sin contemplaciones, en clave ácida y satírica. Y se defendían postulados feministas, como hacía el Hada Truca cuando reclamaba la igualdad de derechos: “Nada nos diferencia de los hombres, somos iguales: podemos producir los mismos males”. ¡Ay, qué tiempos aquellos! ¡Qué conjunción astral o golpe de suerte debió producirse en aquella encrucijada irrepetible!


Detrás de estos textos nuevamente recuperados se adivina una envidiable libertad creativa sin bridas. Y, lo que es peor, muchas de las bromas y no pocos de los delirios de aquellos gripantes personajes (o de su guionista) se acabaron convirtiendo con el tiempo en realidad; en actuaciones políticas, en leyes, como si de verdad la bola de cristal hubiese adivinado lo que se nos vendría encima.


Porque, según se mire, puede que la cosa haya ido a peor. Al menos para quienes se sirven de su imaginación y creatividad como medio de vida; y eso, por no hablar de los sectores más vulnerables, para los que no hay piedad que valga. El nuevo fascismo democrático viene haciendo de las suyas y, como se dice en un momento, resulta muy difícil creer que la televisión pública pudiera acoger en la actualidad un programa como aquel. Porque, de emitirse, “sus guionistas estaríamos en la cárcel”. Ya sabemos que la capacidad que poseen algunos para escandalizarse es ilimitada.


¿De qué se extraña entonces Santiago Alba si, después de haber escrito más de una veintena de libros y centenares de artículos, se le sigue presentando como guionista de Los Electroduendes?


‘¡Viva el Mal! ¡Viva el Capital! Los Electroduendes’ (Pepitas ed., noviembre de 2021). 192 páginas, 21,50 euros.




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