ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)

La crítica cinematográfica española ha tenido en Juan Cobos (Madrid, 1933) a uno de sus grandes referentes. Su labor periodística, desarrollada a lo largo de muchas décadas, contribuyó a que los espectadores de nuestro país entendieran y vivieran el cine con más riqueza y, sobre todo, amplitud de miras. Vinculado a cabeceras míticas como Film Ideal, Temas de cine, Esquemas de películas, Griffith o Nickel Odeon, su relación con el séptimo arte ha llegado muchísimo más allá: guionista de una decena de largometrajes, ayudante de dirección, secretario personal de Orson Welles –del que fue amigo íntimo– o Luis García Berlanga, jurado de diferentes festivales y un largo etcétera.

Ahora, ya nonagenario, el libro Los grandes maestros del cine, que ha coordinado su hijo David, le hace justicia al tiempo que le brinda un merecido reconocimiento y sirve para homenajear a grandísimos cineastas nacionales y extranjeros, aquellos que abrazaron el lenguaje audiovisual y alumbraron obras maravillosas, hoy fundamentales para disponer de una idea cabal de la historia de la gran pantalla. Porque, como ya expresó hace años el propio Cobos, "el cine es el privilegio creativo de algunos hombres extraordinarios capaces de conmovernos hasta perder casi por completo el sentido de una realidad, que en verdad nunca alcanza la intensidad mágica del arte”.

Por las páginas de este volumen desfila lo más granado de la realización mundial. Entre los españoles, Rafael Azcona, Juan Antonio Bardem, Luis García Berlanga, Mario Camus, Luis Buñuel, Víctor Erice y Carlos Saura. La relación de extranjeros la integran desde Michelangelo Antonioni a Roger Corman, pasando por George Cukor, Marco Ferreri, Alfred Hitchcock, Orson Welles, Buster Keaton, Fred Zinnemann o Cesare Zavattini, entre otros. Una plantilla de Champions: imbatible.

A pesar de las décadas transcurridas desde que vieran la luz –lástima que no se referencien las fechas de publicación ni las revistas en que aparecieron–, son textos que han envejecido muy bien, además de constituir una interesantísima fuente para historiadores y aficionados al cine. Bien escritas, contextualizadas, con un estilo cercano, entusiasta, considerado y nada pedante, a pesar de los amplios conocimientos que se adivinan en el entrevistador, todas estas entrevistas permiten una aproximación experta a cada uno de los personajes, sin que en ningún momento se esconda la profunda admiración por la persona que se sienta frente a la grabadora.

Las preguntas –reflexivas, afiladas, nada complacientes– y las respuestas, mayormente extensas, van más allá de la actualidad del momento, de un estreno o un rodaje concretos. Ahondan en el proceso de creación, la dirección de actores, la adaptación de textos literarios, la escritura de guion, la preferencia por una u otra técnica cinematográfica o la creación de públicos, pero sin que escaseen las pequeñas historias. A pesar de que algunas se hicieron y publicaron en plena dictadura, no rehúyen los temas más conflictivos o molestos para el régimen. Una prueba es la de Luis Buñuel, en la que numerosos puntos suspensivos reflejan la huella de la acción de la censura.

Si la de Antonioni muestra a un hombre culto y refinado y la de Azcona nos coloca frente a un tipo maravillosamente ocurrente, la del director de Viridiana o Tristana descubre a un artista vitriólico y de colmillos retorcidos, pero con un arsenal de anécdotas divertidísimas. Cualquiera de las entregas –porque todos los textos se elaboraron con cuidado y respeto hacia el interlocutor– es merecedora de disección; como la de George Cukor, que recorre sus películas y sus actrices, y en la que el genial director estadounidense se vence a Marilyn: "Era un desafío a los dioses”.

El volumen se cierra con una serie de textos dedicados a Juan Cobos por amigos y discípulos, en los que se reconoce su labor de difusión del arte cinematográfico. Ahí están Víctor Erice, José Luis Garci, Carlos Aguilar, Esteve Riambau o la hija de Orson Welles, Beatrice, levantando la copa por un extraordinario profesional. ¡Chinchín, maestro!