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14-05-2024

#LeerSientaDeCine

 

Un sentido homenaje a cuatro manos al arte del más difícil todavía

 

‘Mil novecientos setenta sombreros’, el espectáculo de Aránzazu Riosalido y Pepe Viyuela que conmemoró en 2020 el medio siglo de la demolición del antiguo Circo Price, cobra ahora forma de guion y ensayo evocador y emocionado

ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)

Como el dinosaurio de Augusto Monterroso, cuando abramos los ojos el circo estará ahí. Y ahí seguirá mientras haya niños y niñas deseosos de sumergirse en ese universo mágico que les pone a volar la imaginación, y mayores con ganas de que los sueños cobren vida durante unos preciosos instantes. Vivimos tiempos convulsos y complicados, y necesitamos más que nunca que payasos, malabaristas, amazonas, acróbatas, magos, equilibristas, ventrílocuos, forzudos o funambulistas nos devuelvan desde la pista la ilusión y la confianza. Que nos hagan perder el miedo antes de que este nos atenace para siempre.

 

Así que dejémonos llevar por piruetas, malabares, trucos, saltos mortales y divertidos tropiezos; y retornemos, al menos durante la breve lectura de Mil novecientos setenta sombreros, a la tierna inocencia y la involuntaria ingenuidad de los años infantiles. Es la propuesta que hacen Aránzazu Riosalido, actual directora artística del Teatro Circo Price y responsable entre 2014 y 2024 del Centro Actúa de la Fundación AISGE, y Pepe Viyuela, payaso, actor y consejero de esta entidad de gestión, en un libro que recoge el guion del espectáculo en el que se embarcaron en 2020 para conmemorar los 50 años de la demolición del primigenio Circo Price, que se localizaba en la madrileña Plaza del Rey, hoy sede del Ministerio de Cultura.

 

La propuesta escénica, que combinaba teatro y circo, se estrenó el 14 de octubre de aquel año marcado por la pandemia. Hilvanaba la historia de un clown descreído que amenazaba con abandonar para siempre la arena circense; las desventuras de un hombre fatigado de mirarse al espejo y llevar siempre la misma máscara de la que ahora quería desprenderse. Para evitar su deserción iban irrumpiendo sobre el escenario grandes figuras que lo fueron todo en los años dorados del viejo Price: Charlie Rivel, Arturo Castilla, Pinito del Oro, Daja-Tarto, Ramón Gómez de la Serna, Felipe Moreno o Matilde de Fassi..., además de un jefe de pista francamente entrometido.

 

El montaje les servía a Viyuela y Riosalido para honrar a todos aquellos artistas que en un momento fueron referentes y aún lo son para las generaciones actuales. Pero no se limitaban a homenajear a los predecesores y reconocer su legado, sino que también interpelaban a quienes se han atrevido, a pesar de las muchas dificultades, a recoger su testigo y mantener viva la mayor expresión de las artes escénicas. Así que poca nostalgia y, a cambio, una generosa mirada hacia el futuro.

 

Desde el disfrute y la reflexión, los autores nos dejan escuchar las voces que se perdieron en otro siglo y nos sitúan en un espacio que comenzó entre maderas, creció con ladrillos, acogió música, ópera, ballet, combates, leones, payasos y hasta películas y hoy es edificio ministerial. Un lugar que cada tarde daba la bienvenida a personajes fantásticos y maravillosos que un día fueron de carne y hueso e hicieron que miles de espectadores, sobre todo niños, dibujaran una sonrisa, contuvieran la respiración o estallaran en carcajadas y aplausos mientras se sucedían los números bajo la carpa.

 

En las páginas previas al guion, Riosalido narra la historia de cómo se gestó la idea que daría lugar al espectáculo y se detiene en recordar a la niña que fue y que soñaba con subir a un trapecio y volar, tragar fuego y andar cerca del cielo para conversar con las estrellas. Y Viyuela desarrolla lo que tilda de “ensayo alucinado” en el que recorre la historia del circo; de un hecho artístico que es, a un mismo tiempo, acontecimiento excepcional y evento cotidiano relacionado con la necesidad de superación del ser humano. Y habla de divinidades, inmortalidad, esperanza o religiosidad, pero también de arte, libertad, misterio, sueños y matemáticas.

 

La conclusión es tan simple como rotunda: necesitamos a los circos y a los payasos, por razones de estricta supervivencia. Así que, ¿a qué esperan? Pasen, ocupen sus butacas y vean: el mayor espectáculo del mundo va a comenzar, también sobre el papel.


‘Mil novecientos setenta sombreros’ (Pepitas de Calabaza, mayo de 2024). 112 páginas, 11,90 euros





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