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24-04-2024

#LeerSientaDeCine

 

Ruth Gabriel reivindica las voces femeninas del cine

 

La actriz y la ilustradora Fraules rinden un tributo muy personal a 30 mujeres que dejaron huella en el séptimo arte español, desde Rafaela Aparicio a Terele Pávez, Concha Velasco, Pilar Bardem o Emma Suárez

ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)

La gaditana Ruth Gabriel (San Fernando, 1975) ha hecho bueno aquello que pregona el refranero sobre el agradecimiento y las personas bien nacidas a la hora de reivindicar a todas aquellas mujeres que, de alguna manera, han sido sus referentes y contribuido al desarrollo de su carrera como actriz. Son mujeres a las que ha admirado y de las que ha aprendido. Compañeras que dejaron su impronta en la escena o el cine españoles antes que ella, aunque también desliza figuras con las que ha compartido rodajes, obras o, simplemente, consejos y enseñanzas. Son una treintena, pero seguramente podían haber sido más. Damas de los escenarios y las pantallas que forman parte de nuestra memoria popular y de la suya particular, figuras que han contribuido a conformar el imaginario colectivo. Teselas del maravilloso mosaico de la profesión interpretativa en femenino.

 

Ellas son las protagonistas de Mujeres de cine. 30 actrices que dejaron huella, un libro que reúne otras tantas reseñas biográficas, breves esbozos que en ningún caso superan las dos páginas y media. Entre pinceladas a sus brillantes trayectorias, la autora va deslizando aquellas razones que justifican su inclusión en la selección propuesta. Porque, como asegura la propia Gabriel, a todas ellas las considera “una inspiración”.

 

El volumen representa la celebración de un oficio que, por encima de todo, le ha concedido a su firmante la oportunidad de estar en contacto con personas fascinantes e increíblemente bellas. A Ruth le nació la vocación muy pronto gracias a sus padres, Ismael Abellán y Ana Rossetti, y le pudo dar rienda suelta a la imaginación gracias a esos baúles guardados en casa que contenían vestuario y atrezzo de teatro. Y ahí tenemos a la pequeña Ruth Gabriel embarcada en la interpretación desde los cinco añitos: La cometa blanca y Barrio Sésamo fueron sus primerísimas aventuras. Luego llegarían las oportunidades del cine (Días contados) y el escenario (Crimen y castigo). Y así, transitando paso a paso el camino abierto por otras, hasta hoy.

 

Cada uno de los perfiles desprende un inmenso cariño, admiración profunda y reconocimiento sincero. Porque la escritora sabe que detrás de todos sus retratos se esconden esfuerzo, dificultades, miedos, crisis, inseguridades, falta de oportunidades, fantasmas y, solo en última instancia, los éxitos. Pero si ya ha sido y es difícil vivir de la interpretación en España, como destacan los sucesivos informes de AISGE sobre la profesión, las mujeres deben demostrar de manera constante que son válidas para desempeñarla. Y enfrentarse a una sociedad todavía patriarcal que no lo pone nada fácil.

 

El volumen se abre con aquella actriz “chiquitaja y feúcha”, tremendamente graciosa, con una vis cómica innegable, que hizo las delicias del público teatral y, posteriormente, conquistó a los espectadores de cine y televisión: Rafaela Aparicio. Su naturalidad, confiesa la autora, es un faro cuando se siente encorsetada por la técnica. Sigue después Lola Flores, un torbellino, una artista integral de impetuosa humanidad y furioso magnetismo. Una guerrera que peleó por triunfar y lo consiguió con tesón y rebeldía. Ruth Gabriel se detiene en la firmeza de Amparo Ribelles y en Asunción Balaguer, apasionada y sensible, eternamente sonriente; generosa siempre a la hora de compartir su felicidad.

 

Si Florinda Chico era un imán para el público, Sara Montiel sobresalió por su empeño, ambición y valentía. De Gracita Morales, la chacha preferida por todos los españoles, destaca Gabriel su cordialidad, aunque lamenta que pasara del éxito al olvido. Relevante fue Carmen Sevilla, una mujer de sempiterna sonrisa, como alegre y profesional se mostró Chus Lampreave e inolvidables resultan siempre las hermanas Ruiz Penella: Emma Penella, Elisa Montes y Terele Pávez, quien recomendó a Ruth que no tuviera prisa o no sería capaz de disfrutar de la belleza del trabajo de actriz.

 

La curiosa, disciplinada e inteligente Julieta Serrano es, a juicio de Gabriel, eterna en la historia de nuestro cine, mientras que de Pilar Bardem sobresalía una mirada dura y un corazón tierno, además de perseverancia, paciencia e imaginación y un profundo sentido de la justicia social. Si Concha Velasco resultó una actriz de inabarcable inmensidad, Charo López deviene magnética, animal, salvaje y culta, y Geraldine Chaplin, sofisticada y elegante. La talentosa Carmen Maura  ha sido ejemplo de superación, arrojo e inteligencia, al tiempo que Marisa Paredes descuella por luchadora, valerosa, refinada. De Pepa Flores subraya la coherencia, de Luisa Gavasa la disciplina y la implicación, de Ana Belén la armonía y el garbo y de Bibiana Fernández, una personalidad enigmática, fuerte, realista y de un desbordante optimismo.

 

El libro se cierra con los comentarios sobre Susi Sánchez, referente y maestra, además de tía de Ruth; la hipnótica Ángela Molina, Verónica Forqué, poseedora de la sonrisa más luminosa del cine español, Victoria Abril, audaz, expansiva y conmovedora, Blanca Portillo, todo excelencia y pasión, Emma Suárez, de una sublime exquisitez, y, por último, Ana Fernández, un inesperado regalo maravilloso para las pantallas.

 

Cada una de las breves semblanzas está ilustrada con un retrato personalísimo de la biografiada ejecutado por la madrileña Fraules (Vanessa Santos), con un estilo muy colorista y festivo, de una ingenuida naïf. La ilustradora consigue que las protagonistas, al mirar directamente a los ojos del lector, dejen al descubierto sus almas, sus desbordantes personalidades. Y ambas, escritora y pintora, nos brindan una manera diferente de mirar (y admirar) la riqueza de nuestro cine.

‘Mujeres de cine. 30 actrices que dejaron huella’ (Libros de las Malas Compañías, marzo de 2024). 141 páginas, 28,00 euros



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