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26-10-2022

#LeerSientaDeCine


Lugares en los que el mundo no duele


José Antonio Gargallo reflexiona sobre memoria e identidad, pero también sobre cine, en su novela ‘Todos los viernes del mundo’

ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)

Quizá en algunos años habremos olvidado que existió una vez un negocio próspero, el del alquiler de películas, que durante mucho tiempo diseminó una legión de videoclubes por toda la geografía española. Eran tantos –o casi- como tiendas de Todo a cien. Allí acudían los clientes, especialmente los fines de semana, en busca de historias con las que evadirse. Luego llegarían la piratería masiva y, más tarde, las plataformas de streaming para asestar la puntilla a aquellos miles de locales. Aquellos lugares en donde el mundo no dolía, a decir del protagonista de Todos los viernes del mundo, la segunda novela del aragonés José Antonio Gargallo (Calanda, Teruel, 1973).


Rodolfo es un exmatón de barrio, de origen argentino, metido a regente del último videoclub de la ciudad en que reside, puede que del mundo. Sufre la ruina de un negocio al que el público ha dado la espalda, al tiempo que es consciente de que la enfermedad ha empezado a hacer mella en sus neuronas: “Si cierro los ojos puedo ver el alzhéimer. Es simple. Está ahí. Entre lo viejo y lo útil”.


Sabe que más pronto que tarde su cabeza olvidará hasta el significado de esa palabra, de esa dolencia, de la misma forma que sus recuerdos se irán borrando paulatinamente hasta desaparecer por completo. Su cerebro y su local, en el que ha llegado a ofertar en los momentos más boyantes unas 9.000 películas, se van a pique de modo irremediable y en paralelo.


Surge en él la imperiosa necesidad de escribir, de testimoniar todo lo que hace y rescatar los recuerdos que siguen ahí, acaso por no mucho tiempo más. Aunque ni siquiera se plantea releer lo que queda anotado, se trata de un ejercicio de supervivencia. Ese cuaderno, a modo de diario, registra sus pasos y su falta de certeza, porque la realidad se le escapa y desdibuja. Escribirá hasta que ya ni siquiera sepa hacerlo, hasta que no recuerde que quería empuñar el lápiz y ni siquiera para qué. Entonces ya no importará, claro: la palabra "fin" llegará por sí sola.


Con la cruel enfermedad como trasfondo se reivindica el sentido del presente, del aquí y ahora. El futuro es el momento actual. El pasado se diluye. Qué más da lo que haya luego, si todo se irá desmoronando a medida que la dolencia progrese y gane terreno. De ahí la trascendencia de la identidad, de la memoria, de agarrarse a esos recuerdos que aún no han huido pero que acabarán haciéndolo. Urge preservar lo que somos, lo que hemos sido. Rebeldía frente a una suerte que está echada y, en cierto sentido, se acepta como irremediable.


La novela, por momentos trágica o amarga, pero en ningún caso pesimista ni alentadora del derrotismo, es también una reivindicación del cine, de las emociones que transmite una buena historia. Para Rodolfo, hombre con un gran sentido del humor, un tipo duro pero entrañable y tierno, es una tabla de salvación. Para los demás es, simplemente, la historia de nuestras vidas.


Quien haya nacido en Calanda será a buen seguro asiduo a su atronadora tamborrada, amante de los celebérrimos y deliciosos melocotones y un fervoroso aficionado al cine de Luis Buñuel, su paisano más ilustre. De José Antonio Gargallo presumimos que cumple, como mínimo, con la tercera condición: en la novela, el dueño del videoclub es un confeso amante de las películas del director aragonés exiliado en México. De hecho, Buñuel aparece como nexo para la curiosa relación entre Rodolfo y Soledad, una joven e inquieta gitana, casada con un traficante de droga, que sugiere esconder cocaína en las fundas de las cintas de vídeo y utilizar el local como reducto para el trapicheo. Una más de las tramas de las que se sirve el autor para conformar un libro entrañable, reflexivo, profundo, al tiempo que ágil, entretenido y con muy ocurrentes giros de guion.



‘Todos los viernes del mundo’ (Editorial MilMadres, mayo de 2022). 180 páginas, 19,00 euros




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