#LeerSientaDeCine
Un suculento paseo por el día a día del franquismo
Manuel Espín retrata con vigor la ‘Vida cotidiana en la España de la posguerra’ y resalta el papel decisivo que jugaron actores y cineastas para huir de la monotonía más cruda
ANTONIO ROJAS (@mapadeutopias)
Han transcurrido muchos años desde que Carmen Martín Gaite reflejara los Usos amorosos de la posguerra española en un entretenido e inteligente ensayo que hoy es un clásico y un referente de nuestro pasado común. La escritora salmantina nos dejó un brillante retrato de aquel país en el que los hombres y las mujeres debían amarse bajo el yugo de una aplastante moral, especialmente opresiva y castradora con ellas. Vivir en aquella España aislada, autárquica, tras el final de una guerra que dejó abierta unas heridas que fueron especialmente sangrantes, no resultó nada fácil. Ni por la falta de libertades y derechos civiles que se prolongó hasta la muerte del dictador, ni por las durísimas condiciones materiales de vida y supervivencia, que solo con los años irían paliándose muy despacio.
Al día a día de aquel país salido de una contienda civil se aproxima ahora con rigor y amenidad Manuel Espín, empeñado en contar a las nuevas generaciones lo que ocurrió entonces. Consciente también de las dificultades y riesgos de este acercamiento a un pasado que sigue resultando molesto para muchos. Porque sabe que arrimarse a la realidad de entonces continúa causando una sensación de dolor y perplejidad sobre el intenso drama vivido por quienes sobrevivieron a la guerra. Y además en este país se corre el riesgo, ya se sabe, de que le objeten a uno que está removiendo una época que mejor sería dejar en el olvido, descansando el sueño de los justos.
En este viaje por lo que fue una aventura por sobrevivir para millones de españoles, Espín nos introduce en unos hogares en los que se combatía el desabastecimiento con unas cartillas de racionamiento que se mantuvieron hasta 1952, echando mano de sucedáneos como la achicoria o las almortas o, si se disponía de cuartos, recurriendo al mercado negro (estraperlo, como se conocía entonces). Fueron los llamados “años del hambre”, durante los que los cortes de luz eran una constante y apenas unas pocas casas contaban con teléfonos. Otros adelantos como las neveras eléctricas o las radios se erigían en artilugios que alimentaban el sueño de lo irrealizable, la fascinación ante lo que nunca llegaremos a alcanzar. Una España de carpantas.
La vida en el exterior tampoco era sencilla para la mayoría de la población. El poder de la Iglesia se extendía a todos los ámbitos de la sociedad. A las mujeres, obligadas a seguir el modelo que imponía la Sección Femenina, se les reservaba el papel de esposas y madres abnegadas. Los niños, que podían entretenerse leyendo a Roberto Alcázar y Pedrín, El guerrero del antifaz o Flechas y Pelayos, jugaban en calles sin coches, en un tiempo en que los automóviles eran objetos de lujo al alcance de unos pocos.
El cine desempeñaba un importante papel social, porque entrar en una sala significaba sumergirse en un universo distinto y alejado de la dura realidad. Y muchos ciudadanos seguían presos en campos de concentración que no se clausuraron hasta bien entrados los cuarenta (el de Miranda de Ebro fue el último en echar el cierre, en 1947).
Pero en ese paisaje que pinta el autor se deslizan, de cuando en cuando, unas pocas pinceladas de color. Había también un lado menos triste de la vida, a menudo al calor de las manifestaciones culturales. Pensemos en los relatos radiofónicos de Bobby Deglané y su Cabalgata fin de semana. Cabarés como Pasapoga, Salón Rigat, Morocco o Casablanca. Las actuaciones de Celia Gámez, Concha Piquer, reinas de las comedias con música o humoradas musicales, cuando no se podía hablar de revista. Aquellas figuras que pusieron la banda sonora de una época, como Juanita Reina, Lola Flores, Antonio Machín, Paquita Rico o Antonio Molina. O estrellas que permitían colocarle un paréntesis a la cruda, gris y monótona cotidianidad: Alfredo Mayo, Ana Mariscal, José Nieto o Maruchi Fresno.
No sorprende este nuevo título en la producción de Espín, gran conocedor lo acontecido en nuestro país durante los negros años de la dictadura, como ya atestiguó en libros como La España resignada. 1952-1960 o Los años rebeldes. España, 1966-1969. Tampoco es extraño que haya recurrido a numerosas referencias cinematográficas para ilustrar la realidad de entonces, vinculado como ha estado siempre al universo audiovisual. Guionista, director y editor de un buen número de series y programas televisivos, Espín ha tomado parte también en más de una decena de largometrajes, con aportaciones de guion, argumento o música original.
‘Vida cotidiana en la España de la posguerra’ (Almuzara, abril de 2022). 368 páginas, 21,95 euros