— Ahora presenta un cortometraje sobre una pareja de chicas, poco después de lamentar en su blog el aparente repunte de la violencia homófoba.
— No fue en concreto a partir de esto. Es más, no estoy segura de que fuera una reivindicación. Sí creo que la cultura debe reflejar la diversidad que hay en la sociedad. Por eso quise que estos dos personajes se llamaran como quienes las interpretábamos, Núria [Gago] y Leticia. Quería mostrar que nos identificábamos con ellas, con el amor entre dos mujeres. Es increíble que estén pasando cosas así a estas alturas, ¡y en Madrid!
— Firmó su primer largometraje en una industria más precaria que aquella en la que se inició como actriz.
— Pues sí, el país está en crisis y estamos trabajando con mucho menos presupuesto, pero no quiero caer en el relato de la lágrima y el lamento. No me gusta que el público hable de dinero, de cuánto cuesta una película o de cuánta taquilla hace, sino que acuda más virgen a la taquilla, que disfrute de lo que va a ver. Quizá quienes trabajamos en esta industra sí pensemos en el tiempo que llevó rodar aquella cinta o en el presupuesto con el que contó. A los espectadores, en cambio, les corresponde vivir una experiencia y escuchar una historia.
— ¿Se lleva alguna máxima de estos quince años de carrera?
— ¡Muchísimas! Aunque hay algo que lo recoge todo y que aprendí en los cortometrajes y en el largometraje: el corazón y los cimientos de la historia están en el guion. Lo demás es construir la casa por el tejado. Sí, podemos inspirarnos en una fotografía y que esa fotografía pueda llevarnos a un relato. De hecho, es de ahí de donde partió mi primer pieza breve, pero hay que trabajar la trama. Una película, dure lo que dure, está compuesta por un guion y unos actores: es lo que pasa delante de una cámara. Si algo no está claro en el papel, no estará claro en la pantalla.