“El anuncio de la plancha
Baby Vapor me salvó la vida”
Del teatro independiente a la publicidad, la comedia en francés o ‘Cuéntame’. Lola montó hasta una empresa de ‘catering’ para seguir alimentando sus ansias de actuar
HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha
Aunque nació mientras sus padres pasaban unas vacaciones en Valencia, Lola Casamayor se siente madrileña por los cuatro costados. A los doce años, después de ver a Marisol cantando y bailando en sus películas, supo que el espectáculo era lo suyo. En su casa se lo tomaron a broma, como cuando decía que deseaba ser envolvedora de pasteles. “Me obligaron a estudiar algo con lo que ganarme la vida. Escogí Turismo para no perder demasiado tiempo en cosas que no aprovecharía. De hecho, nunca fui a recoger el título…”.
Su vocación no le ha fallado. Terminó el año triunfando en la capital con Doña Perfecta: “Era la protagonista, estaba en el María Guerrero y llenaba cada día. Nunca había tenido un privilegio así”. En la próxima temporada de Cuéntame encarnará a una monja, la comedia cinematográfica Mauvais esprit le permitió demostrar su dominio del francés y hoy aspira a trabajar en el país vecino. Consciente de su envidiable voz, que ha paseado incluso por programas radiofónicos, no deja de darle vueltas al musical: “He cantado en Las cuñadas o El rey negro y me encantaría hacer la Ópera de tres centavos”.
– Tras casi cuatro décadas de trayectoria, ¿cómo recuerda sus primeros pasos?
– Empecé a actuar para Enrique Centeno en el grupo Cizalla. La primera vez que subí al escenario, con 17 años, fue horrorosa: estrenábamos Crónica sin tener listo el final. Ensayamos muy poco porque días antes había muerto Franco y nos fuimos a celebrarlo…
– Su nombre artístico no se parece en nada al que figura en su DNI.
– Acabé hasta las narices porque en tercero de Arte Dramático empezaron a llamarme Espe o Mari Espe. En la obra de fin de curso, que capitaneaba mi amigo Ernesto Caballero, le pedí que se dirigiera a mí como Lola. Y mi abuela, en cuyo honor me pusieron Esperanza, fue la primera que aceptó el cambio. ¡Era fantástica!
– Una crítica teatral de ‘El mal de la juventud’ (1988) ya le atribuía “cualidades poco comunes y un físico evocador”. ¿Cree que tiene un talento especial?
– Siempre consideré que valía para esto y que podía ser una buena actriz. Luego hubo momentos de sequía en los que llegué a creer que era mediocre, pero necesitaba continuar. Y mientras, me dediqué a diseñar collares con piedras de Brasil o montar un catering junto a una amiga.