Loreto Mauleón
“Para mí, soñar a lo grande es elegir el proyecto que más me guste”
Este año ha levantado el Feroz a la mejor actriz de reparto por su inolvidable personaje en ‘Patria’ y sigue encadenando trabajos motivantes
LUIS MIGUEL ROJAS NAVAS (@luismirrojas)
FOTOS: ENRIQUE CIDONCHA
Loreto Mauleón es de esas personas que te acogen ya con la primera sonrisa. Al menos en esta conversación ha sido así. Con su tono de voz templado y su gesto amable genera enseguida un ambiente en el que no hay hielos que romper. Pone mucho corazón en todas sus respuestas, y ese calorcito se agradece.
La donostiarra disfruta con una larga caminata. O cocinando y comiendo, “como buena vasca”. No necesita grandes experiencias en su tiempo libre para estar a gusto. De haberse formado en otro terreno, habría optado por Ciencias Ambientales, dado su interés por la sostenibilidad y las energías renovables.
Su grupo de amigas más cercano en Madrid empezó a construirlo durante su época en la Joven Compañía de Teatro Clásico, donde asegura que tuvo una experiencia “buenísima”. No obstante, el elogio de público y crítica le ha llegado por sus trabajos en la pequeña pantalla.
– El curso 2020-2021 ha sido exitoso. ¿Ahora sueña a lo grande?
– No especialmente. Me han preguntan si soy muy ambiciosa con mi trabajo, si tengo aspiraciones muy concretas… No lo siento así. Me gustaría trabajar en proyectos que realmente me interesen, lo cual solo ocurre si tienes cosas entre las que elegir. Y eso es dificilísimo hoy en día. Para mí, soñar a lo grande es elegir lo que más me guste. No tengo sueños de irme al extranjero, de rodar con equis… No me importa tanto el nombre o la plataforma como que el proyecto me motive.
– ¿En qué momento supo que su camino era este?
– Ha sido algo progresivo. Me he ido dando cuenta cuando veía que realmente estaba trabajando. Hice la primera película, llevaba cuatro años en una serie… y aún no me sentía actriz. Decía que trabajaba como actriz. Pero la realidad es que lo eres tanto cuando estás trabajando como cuando no. Sí es cierto que me reconocí como tal a medida que iba pasando el tiempo y seguía teniendo proyectos.
– Un escaparate potente a nivel nacional fue su papel protagonista en El secreto de Puente Viejo. Si pudiera dar marcha atrás en el tiempo, ¿repetiría la experiencia?
– Sin ninguna duda. Puente Viejo fue una escuela. Adaptarte a ese ritmo, aprenderte textos de un día para otro y con la complejidad añadida del lenguaje… No me canso de decir que en España no se valoran lo suficiente las series diarias. En todas las producciones hay complejidades, pero el trabajo que se hace en las de este tipo, entre equipo técnico y artístico, es admirable.
– ¿En qué punto se sintió realmente afortunada por estar en aquella ficción?
– Es que guardo muchísimos recuerdos de esa etapa… Vivimos cosas muy bonitas. Me viene a la cabeza un momento en el Jaral, uno de los decorados que teníamos, con Ariadna Gaya, Adelfa Calvo, Aida de la Cruz y Jordi Coll. Hacíamos una secuencia que no tenía nada de especial, pero recuerdo que me dije: “Qué a gusto estoy con estos compañeros, qué suerte tengo de estar aquí”. Nos reíamos muchísimo, éramos como una familia. La verdad es que pasábamos más tiempo en plató que en casa.
– De la misma opinión es Adelfa Calvo, que ya regaló a esta publicación una entrevista muy generosa.
– No me extraña. Para mí, Adelfa es de las personas más importantes de esa época. Y además me la llevo a casa, ya que hablamos bastante por teléfono. Es una amiga y un referente. Aunque se ha llevado el Goya recientemente, acarrea años de trayectoria a sus espaldas, ha trabajado muchísimo. Ha hecho teatro, doblaje… De todo. La gente que no le ponía nombre, luego decía: “¡Ah, si la he visto en varios sitios!” .
– Gracias a Goenkale ya era una cara conocida en la televisión del País Vasco. Y las nuevas formas de consumo contribuyen a que las historias se descentralicen más.
– Series como esa generan riqueza cultural. Yo disfruto viendo títulos en catalán, en gallego… Y así también descubro a actores y actrices desconocidos para la mayoría de la sociedad española. Cuando emitieron Patria la gente decía: “Qué guay descubrir a Elena Irureta, Ane Gabarain, Mikel Laskurain…”. Yo alucinaba con esos comentarios porque mi vivencia era distinta: me había criado viéndolos en la tele desde que tenía tres años.
– Al margen de su personaje, ¿cómo vivió y vive el conflicto de Patria?
– Fue algo durísimo que se vivió de formas distintas. No se vive igual desde Madrid que estando en Donosti. Y yo era jovencísima cuando pasó. No me ha tocado de cerca ninguna experiencia reseñable. Sí recuerdo manifestaciones. O estar de fiesta y tener que irnos a casa porque el ambiente se tornaba turbio. Para Patria no me he centrado en mis vivencias: abordo el personaje desprendiéndome de prejuicios e ideas preconcebidas, intento desvincularme de mi propia experiencia, a menos que eso pueda servirme para algo concreto. Nunca vas a ser del todo objetivo, pero sí intento partir de cero con cualquier personaje.
– Pero antes de saber que daría vida a Arantxa ya había leído la novela de Fernando Aramburu. ¿Aprecia diferencias entre la mujer de esas páginas y la que nos encontramos en la pequeña pantalla?
– Es difícil responder a eso porque, al final, he sido yo la que se ha puesto ahí. Me gustaría saber cómo lo ha percibido la gente. Yo no soy consciente de hasta dónde he llevado el personaje que he encarnado respecto al que aparece en el libro.
– Arantxa es un personaje de miradas. ¿Ha aprendido usted a mirar mejor o de otra manera?
– Es que Arantxa no puede expresarse de otra forma: tiene que ver y mirar más allá. En lo interpretativo, ha sido un ejercicio de empatía tremendo, puesto que yo debía indagar más allá de lo que mi personaje manifestaba y leer miradas. Me ha hecho reflexionar mucho: a menudo nos pueden la verborrea y los gestos.
– Los silencios hablan en Patria. Durante el confinamiento estricto y en este año y medio de pandemia hemos reparado en los silencios propios y ajenos. ¿Deberíamos darle más importancia a ello?
– ¡Buena pregunta! No lo sé. A veces deberíamos callarnos más. Está muy bien decir lo que pensamos, pero también que nos callemos si no nos han preguntado. En algunas ocasiones hacemos daño por no callarnos, por no pensar las cosas dos veces antes de hablar. Eso sí, tampoco conviene silenciar a nadie. De Patria se extrae que ha habido demasiado silencio
– Si consigue abstraerse del Covid-19, ¿ha extraído algo positivo de este tiempo tan excepcional?
– Bastantes cosas. He recolocado mis prioridades. Esta tragedia me ha hecho ver qué relaciones me hacían bien y cuáles no me aportaban tanto. También me ha servido para estar más a gusto conmigo misma y disfrutar de esa soledad. Y he revalorizado la suerte que tengo: el mayor problema durante el confinamiento estricto era que no podíamos salir cuando nos apetecía, pero es que yo lo tenía todo dentro de casa, algo que otras personas no pueden decir. Por eso he aprendido a apreciar cosas en las que antes no reparaba. En la primavera de 2020 vivimos todos la misma situación en distintas condiciones. Deberíamos seguir siendo conscientes de esto, pero se nos olvida al instante. Se nos ha olvidado empatizar con el de enfrente.
– Dice que con las redes sociales le surge un dilema que también ha sido objeto de autorreflexión. ¿Qué importancia da a lo que publica?
– Soy igual de esclava de las redes que la mayoría de personas que las tienen. Solo uso Instagram, y cambio bastante de opinión por épocas. Si siento que estoy estupendamente conmigo misma, me da igual qué publicar. Los momentos en los que estamos peor es cuando acudimos a buscar aprobación. Es algo que no me gusta, así que cuando soy consciente de ello, no quiero repetirlo. Por eso subo lo que me apetece e intento darle cada vez menos importancia. Y si hoy me siento triste, no recurro a publicar un post para que me alegren con muchos likes.