El año que aprendimos
a decir Richard Gere
(Aciertos y errores de la 39ª
Gala de los Goya)
DAVID UCLÉS
(Texto e ilustración)
Hace unos días me pidieron que, como buen cinéfilo, escribiera un artículo sobre la gala de los Goya de este año. Recuerdo la ilusión previa. Estaba muy emocionado. Pero la noche del sábado al domingo, después de cuatro largas horas, bajé la calle Segovia camino a casa maldiciéndome por haber aceptado. ¿Qué leches voy a escribir? ¡Si la gala ha hecho aguas! Disculpadme, lectores, si a vosotros os encantó. No quisiera sacar al Boyero que todos, en mayor o menor medida, llevamos dentro, pero es imposible no sacar punta a la última fiesta del cine español.
Empezaré por lo bueno. ¡Hemos de intentar ver siempre el vaso medio lleno!
ACIERTOS:
- Aprendimos a pronunciar «Richard Gere» correctamente. Solo hemos tardado cincuenta años y ochenta y cuatro reposiciones de Pretty woman en La1.
- El palmarés fue, probablemente, el más diverso de la historia. Vi la gala con amigos muy cinéfilos, algunos trabajadores del mundo del cine, ¡y acertamos apenas dos categorías! Los premios no fueron previsibles y eso aportó mucha frescura y mucha verdad. Además, los actores y actrices galardonados, salvo dos de ellos, fueron rostros jóvenes cuyos nombres no todos conocíamos (Salva Reina, Laura Weissmahr, Pepe Lorente, Clara Segura), aunque sí algunos de sus trabajos. ¡Y esto es una alegría! Los premios deberían servir para aupar carreras que están en un estadio intermedio, o que no son conocidas por el común de los mortales.
- El momento «Canal Sur» fue lindo: retransmisión desde la Alhambra con tres cantaores insignes de mi tierra. Echamos de menos a Toñi Moreno diciéndole a Richard Gere que es una persona ma-ra-vi-llo-sa, pero bueno.
- Los espectáculos musicales fueron de calidad: aplaudimos a Lola Índigo defendiendo el folclore de su tierra con desgarro; nos emocionamos con el in memoriam gracias a la bella versión de Si tú no estás que interpretó mi paisanísima Zahara junto a Dora Postigo. Y Rigoberta… ¿Podemos decir ya —Amaia, no sigas leyendo— que es la reina del pop? ¡Qué bien le quedó esa canción tan sincera de Massiel! A quien, por cierto, le deseamos que se recupere pronto. ¡Muy emocionantes y divinas las tres!
- Fue un acierto reunir al elenco de Mar adentro veinte años después, aunque para ello tuvieran que marcarse un «Igartiburu». Es decir: esconder a Bardem para que solo saliera y se le enfocara durante la entrega del premio, tal y como hicieron los Javis en Nochevieja con Anne, que hizo sudokus en un sótano hasta que salió a medianoche a dar las uvas.
- El presidente de la Academia dio el mejor discurso de la historia de estos premios. Natural, cercano, realista, acertado, lúcido, comprometido…, ¡y tan sumamente entrañable!
- Todos los momentos en los que se citó o mostró a Marisa Paredes fueron aciertos.
- Hemos de resaltar las dos únicas ocasiones en las que nos reímos en doscientos cuarenta minutos: cuando Luis Tosar dijo que era Carolina Yuste disfrazada del actor, y la última frase del discurso de Eduard Fernández tras ganar su quinto Goya. ¡Larga vida al humor absurdo!
- Hubo valentía por parte de los distribuidores de Emilia Pérez nombrando a Karla Sofía, el gran elefante en la habitación.
- Que Isaki Lacuesta gane el Goya a mejor director es una alegría máxima. Isaki es un extraordinario cirujano del terreno rayano entre la realidad y la ficción.
- El ex aequo a mejor película. ¿Por qué no? Yo lo aplaudo.
- La sentida presentación que hizo Maribel Verdú de Aitana Sánchez-Gijón, que salió vestida de Bitelchús —bellísima, eso sí— a recoger el Goya de Honor. ¡Cuarenta años de carrera —La ley de la frontera, Celos, El pájaro de la felicidad…— lleva la que fue la primera mujer directora de la Academia! Rompo una lanza a favor de que estos premios se otorguen a intérpretes que no están con un pie en la tumba. ¡Que disfruten largo tiempo del galardón! Felicidades, Aitana, bella hija de exiliados.
Y, a continuación, lo más dudoso de la gala. Ahora sí, coged las palomitas restantes del sábado. Si están correosas no os preocupéis: lo que viene ahora lo estará más.
ERRORES:
- No se nos dan bien los números musicales estilo Telepasión. Cuanto antes lo aceptemos, mejor nos irá. Esperaba que este año no hubiera ninguno, ¡y van y empiezan con uno! Al menos no fue un rap. Mis amigos me intentaron animar: ¡Va, David, que no ha estado mal! Con Miguel Ríos, que es de Granada… En fin. El único que recuerdo que hicimos muy bien fue el de Resistiré —se me eriza la piel al recordarlo.
- ¡Los maestros de ceremonia han de ser humoristas, por favor! Eva Hache, Berto Romero, Buenafuente, Silvia Abril, Henar Álvarez… ¿Nadie ha pensado en Yolanda Ramos con Brays Efe? ¡O en Lalachus! El humor hace de pegamento en estas galas tan destartaladas, ¡pero ha de ser improvisado, no guionizado y leído por dos actrices a las que todos admiramos! Las bromas estaban acartonadas, no fluían y no nos reímos apenas.
- ¡La realización fue horrible! La peor que recuerdo. Planos sin sentido, demasiado estáticos o errabundos, con filtros desangelados propios del primer cine independiente norteamericano… Fondos verde Spotify o lava de Windows XP. ¿Y qué decir del momento Banderas recibiendo a su AMIGO por el lado que no era? ¡O de la puerta automática que no se abría en el premio más importante! La manera torpe de explicar el ex aequo, las sillas vacías, el momento «voy a enfocar el atril de cristal a contraluz para que se vea bien que está comío de mierda»; presentadores que vuelven al escenario para dar, media hora después, otro Goya; la introducción a un premio que las presentadoras hicieron a oscuras; el subtitulado pésimo al AMIGO de Banderas… Quizás la gala debiera realizarse siempre en el mismo teatro, pues lo que ganamos en descentralización lo perdemos en realización, y no sé si compensa, la verdad.
- Muchas de las reacciones de los ganadores fueron descomunales e histriónicas. Algunas rozaron el ridículo. Entiendo que tenemos como ejemplo los discursos de aceptación de los Oscars. Pero, por favor, no queremos tragarnos siete Halle Berries en una sola noche. ¡Bonicos, que es solo un premio! ¡No es el dedo de Dios otorgándoos la inmortalidad! Con lo elegante que queda un discurso breve y sereno; emotivo, pero no esperpéntico. ¿Quién melodramatiza en Cannes? Pregunto. ¡Pero si algunos hasta hiperventilaban! El año que viene, que la Academia me contrate como suministrador de drogas legales y les voy dando, según sus estados nerviosos, Ventolín, Sumial, Orfidal o Trankimazin, por ese orden. Y un poquito de agua de Valencia.
- La próxima vez, que cambien la estrategia de subir la música para que terminen los discursos por que salga agua de los micrófonos o electricidad, pues la musiquilla épica, si los discursos son políticos, ¡anima a los galardonados a continuar! Como ocurrió con una premiada que parecía haberse merendado a Paulo Coelho o a una de esas misses que piden la paz en el mundo.
- ¿Y la etiqueta masculina? ¿De verdad nos merecemos, tras siglos y siglos de moda, que los hombres vayan todos tapizados en unos trajes azul oscuro casi negro? ¡Ah, un ganador salió con tela de damasco! Pero el traje era…, ¡vaya! Azul oscuro casi negro. Tendría que haber sido invitado Eduardo Casanova o Pedro Almodóvar.
Total… ¿Qué balance puedo hacer? El sábado ganó el cine español, pues se coronó uno muy diverso, heterogéneo y desde los márgenes; y se consolidó una nueva —y ya no tan reciente— generación de actores. Pero la gala fue larguísima. Al menos, este año el cine ganó.