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27-10-2023


Luisa Martín

“Tienes que convertir en un diamante cada trabajo que haces”


 

La actriz lleva en la televisión desde principios de los noventa. Toda España la conoció gracias a ‘Médico de familia’ y hoy su carrera continúa en TVE con ‘4 estrellas’. Sobre el escenario ha representado ‘Salomé'



ESTELA BANGO

FOTOS: ENRIQUE CIDONCHA

– ¿Cómo compagina los episodios diarios de 4 estrellas (TVE) con las funciones de Salomé?

– En este caso concreto resulta fácil porque, aunque 4 estrellas sea diaria, yo tengo un personaje pequeño. Ya había advertido que no quería estar a tope después de Servir y proteger: fueron casi seis años con nueve secuencias a diario. Necesitaba descansar. En la serie se han portado fenomenal, me han dejado hueco para los ensayos, para poder irme al Festival de Mérida. E igual de bien me han tratado en Salomé. Por eso se ha podido hacer todo sin gran estrés.


– Mencionaba Servir y proteger, y antes ya estuvo en Gran reserva. ¿Cómo es trabajar en la televisión pública con producciones que, además, acaban gozando de tan buena acogida?

– La tele pública es un misterio de la naturaleza humana. En Servir y proteger el contacto más directo era con la productora. En la televisión muchas veces se toman decisiones a las que no tienes acceso. En TVE hay mucha gente trabajando: está el director de programas, el director de programación, el que se ocupa de la franja horaria, el de las audiencias… Muchísimas decisiones de otros te afectan, pero no las conoces bien. Hubo épocas en las que los capítulos se cortaban por la mitad. Y se emitía solo medio capítulo. Aquello respondía a necesidades de programación que nosotros no entendíamos, pero así debía ser.


– Vayamos a los inicios. Comenzó en la pequeña pantalla en 1990 con un programa presentado por Teresa Rabal. Luego vendrían otros espacios con Emilio Aragón o Pedro Ruiz y el Un, dos, tres. ¿Cómo se trabajaba en esos formatos?

– Era muy divertido. Tenía experiencia en teatro y no me asustó el directo. Cada programa tenía sus dificultades, sus hándicaps. Yo empecé haciendo imitaciones y, como salían bien, terminé siendo una especie de Carlos Latre. Después hacía sketches, y como era una actriz de sketches, no me querían para ficción. Hasta que por fin lo conseguí. En fin, en este mundo siempre te estás examinando. 



– Salvo por algunos parones, siempre ha estado en activo. ¿Cuál es la clave?

– Soy una persona de poca queja. Muy entregada, muy entusiasta, muy trabajadora. Algunos compañeros dicen eso de que hay “trabajos alimenticios”. En mi opinión, ninguno es alimenticio. Creo que tienes que convertir en un diamante cada trabajo que haces. He hecho casi todo lo que me han ofrecido. Solo he rechazado algo por haber estado ocupada. Mi única condición es que el personaje no se parezca en nada al anterior, y si se parece, que me dejen hacerlo a mi manera. De lo contrario, correría el riesgo de terminar siendo Luisa Martín en todos mis papeles, y lo que quiero es que los personajes tengan poder sobre Luisa. No quiero que el público me vea a mí, quiero que vea al personaje. Así que me pongo a buscar todas las características para crearlo y olvidarme de mí misma. Yo me caigo fenomenal como persona, pero me pagan por crear un personaje, no por ser yo otra vez.


– ¿Quién da la vez? supuso su debut en la ficción televisiva. En la década de los noventa hubo muchas series de aire costumbrista que todos recordamos. ¿Qué tenían de especial?

– Se hacían muy bien, aquella fue una época dorada. Primero, porque la producción de televisión tenía entonces mucha importancia y se llevaba a cabo con gente procedente del cine. En el caso de ¿Quién da la vez?, Vicente Escrivá la creó con medios y con personal del cine, gente con un bagaje muy importante, de la que se aprendía mucho.


– En 1995 se estrena Médico de familia y se convierte en un fenómeno. ¿Cómo lo vivió usted?

– Ya conocía a Emilio Aragón y a Daniel Écija desde el programa Noche, noche. Había trabajado bastante con ellos y nos habíamos llevado bien. Médico de familia era la primera ficción que producían ellos a través de Globomedia. Reunieron a un grupo de gente con mucha ilusión y muchas ganas. Remábamos todos a favor. Los actores nos llamábamos por las noches e intercambiábamos impresiones. Había muchísima improvisación y el equipo era permeable a las sugerencias. Como todos dábamos ideas, la serie al final hablaba de muchas cosas. Por ejemplo, fue la primera donde se vio el cartel de una ONG. Lo puse yo porque era miembro de Médicos Sin Fronteras.



– De hecho, incluso ha viajado con ellos. ¿Cómo es adentrarse en tantas realidades tan alejadas de la nuestra?

– Gracias a esas experiencias sabes mejor quién eres, el mundo en el que vives, te avergüenzas de cosas por las que a veces te quejas. Te das cuentas de que hay que dejarse de tonterías y ordenar las prioridades. Porque el mundo no es ese pequeño ombligo en el que tú vives. Supone una cura de humildad brutal.


– De vuelta a Médico de familia, este verano se ha estrenado en Netflix. Y al mismo tiempo, vemos el gran éxito que alcanza el Grand Prix en su retorno a TVE. ¿Por qué siguen funcionando tan bien? No será únicamente cuestión de nostalgia…

– Habría que preguntarse por qué acaban o por qué no se hacen más productos de ese tipo. Funcionan porque son familiares. Funciona aquello que puedes compartir mientras cenas y que te hace irte a la cama con una sonrisa. Mencionabas el Grand Prix: Ramón García es un puñetero crack, alguien que da fiabilidad, que no se mete con nadie, y eso le pasa también a Médico de familia. Es una serie muy blanca que a veces plantea cosas muy duras: la soledad de los mayores, los problemas de la adolescencia, la dureza de la vida de para quienes trabajan en el servicio doméstico, problemas médicos… Todo eso se retrataba constantemente, son cosas de lo más cotidiano. Y la gente quiere verse identificada.


– Con las plataformas vimos cómo los miembros de la familia consumían contenidos por separado. Cada uno en su pantalla. Ahora, en cambio, resurgen los productos para compartir…

– Gracias al confinamiento. Yo lo viví codo con codo con mi hijo. Quedábamos para comer y ver series, y aún lo hacemos todos los días que podemos. Es una maravilla poder compartir con tu hijo una película o una serie. 



– Además de televisión y teatro, también ha rodado películas con directores de la talla de Emilio Martínez-Lázaro o José Luis Garci. ¿Qué le queda por hacer?

– Muchas cosas. Todo. Todo lo que me propongan. Lo que me digan que voy a hacer mañana será lo que más me apetezca hacer. No soy una persona especialmente ambiciosa, solo ambiciono ser feliz, gozar con mi trabajo como hasta ahora. Aunque hay muchos textos que me gustarían, en este momento estoy viviendo un sueño. No voy a estar en la segunda temporada de 4 estrellas, pero disfrutaré hasta que termine mi estancia. Estoy además en una obra maravillosa que revisa la historia de Salomé, y no lo hace adaptando el texto de Oscar Wilde: se trata de una creación propia de Magüi Mira. Yo encarno a Herodías, un personaje que es un regalo.

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