Su pasión por el cine tuvo algo de vocacional. Intentó ser director, y en su época universitaria llegó a rubricar algunos cortos: “Dirigía, escribía el guion, actuaba… Los resultados eran lamentables por muchas razones”, ríe el novelista, que no perdió el contacto con el celuloide pese a no cumplir ese anhelo. Hizo de extra en La ley del deseo (Pedro Almodóvar), fue figurante “puro y duro” en Lulú de noche (Emilio Martínez-Lázaro) y recientemente se dejó ver, “ya sin tanto romanticismo”, en Sagitario y El dios de madera (ambas de Vicente Molina Foix, muy amigo suyo).
Discursos ministeriales
Persona beligerante en lo político, “de opiniones fuertes en todo, incluso en lo que no sé”, Martín fue protagonista en el ejercicio del poder cuando la cineasta Ángeles González-Sinde, nombrada ministra de Cultura, lo contrató como asesor. De nuevo el cine, de alguna manera, se cruzaba en su vida: “Mi tarea era escribir discursos, pero al final, cuando estás en un gabinete pequeño, acabas haciendo de todo”.
Como buen cinéfilo que es, no puede citar a un único actor favorito, aunque Bardem le parece uno de los mejores. Así las cosas, prefiere llamar la atención sobre dos interpretaciones memorables. Una es de Icíar Bollain: “Me marcó por su papel en El Sur, con esa especie de brutalidad, de magia en la forma de trasmitir simplemente poniéndose ante la cámara”. La otra es la de Álvaro Cervantes en la serie Carlos, Rey Emperador: “Aquí se añade a lo mejor algo de sexualidad de viejo verde. Es un actor infravalorado que, solamente con ponerse delante de la cámara y mirar, consigue una presencia cinematográfica que enamora”.