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07-04-2016

Manuela Burló Moreno

“Si pudiera, viviría del corto”
 
 
La actriz, guionista y directora murciana ha creado un lenguaje especial, muy reconocible. Y eso se traduce en premios para sus cortos por todo el planeta. En breve estrena ‘Rumbos’, su segundo largometraje después de ‘Cómo sobrevivir a una despedida’
 
 
 
TEXTO: JAVIER OLIVARES LEÓN / FOTOS: ENRIQUE CIDONCHA
A Manuela Moreno le gusta el afterwork, pero no es de cerveza ni de gin-tonic. Como arrecia el frío, prefiere fijar el encuentro en una tentadora chocolatería cerca de la madrileña plaza de Alonso Martínez, donde junto a Gaizka Ibarreche ultima el montaje del primer largo de su puño y letra: Rumbos. Tras licenciarse en la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia, hace 14 años se instaló en Madrid, donde perfeccionó su interpretación en la ECAM. Actúa en muchos de sus cortometrajes, género en el que es toda una autoridad. Nació en Cieza, como el exseleccionador de fútbol José Antonio Camacho. Y al igual que él, suda hasta la última gota en su cometido.
 
Siguiendo con el parentesco futbolero, tiene usted más premios que el Real Madrid.
− [Risas]. La verdad es que he tenido mucha suerte con los cortos. Hice seis que me han permitido conocer muchos lugares. No puedo ir a todos los sitios donde me reconocen, como Japón, pero he podido viajar mucho a otros países con mis cortitos.
 
Hay casi tantos festivales de cortos como centros culturales.
Cuando yo arranqué en ese formato, allá por 2007, España era estadísticamente uno de los países con más festivales en Europa. Hay ciudades de menos 10.000 habitantes en las que las concejalías de cultura, ayuntamientos y empresas privadas apuestan por el corto. Con la crisis la cosa ha menguado. 

¿Le llena el lenguaje del corto como creadora?
− Me encanta. Si pudiera, viviría de ello. Devoro libros de relatos, de historias cortas. Cuando vi la película Relatos Salvajes, que llegó a los Oscars incluso, me pareció un acierto. Llevo una libreta en la que anoto cosas, y cuando se me olvida, tengo que grabar en las notas del móvil. Una vez me lo robaron, así que cada noche transcribo las notas al ordenador.
 
¿Los guiones también los ataca a mano, como los escritores clásicos?
− Siempre, siempre. Primero la libreta y luego el ordenador. Sigo haciendo lo mismo desde que empecé a escribir historias en el bachillerato.
 
Cuando va por la calle, ¿tiene usted ojos para todo?
− Ojos… y también demasiada soledad. Es algo vicioso: no eres consciente de lo bien que estás en ella hasta que reparas. Me siento muy cómoda cuando estoy por ahí sola. Me encanta aislarme del mundo. Por eso observo tanto.
 
¿Qué es lo último que ha visto y le daría para una historia?
− Durante el rodaje de Rumbos viví una vida paralela. Ocurrían cosas que son fuente de inspiración para rodar otro filme. Me explico: yo estoy contando una historia, y a la directora de esa historia le está sucediendo otra.

Fue nominada al Goya por el corto Pipas. ¿Tardaba lo mismo en producir cortos antes de ese hito que ahora?
− Ese reconocimiento fue por el sexto corto, y  justo fue el último que hice, ya que empezaba el rodaje de mi ópera prima. Alguno de los cinco anteriores estuvieron preseleccionados incluso para los Oscars [Camas]. Pero Pipas se ha hecho viral en Internet. Es un plano-secuencia, tiene un presupuesto bajo. Pero Lo sé, de 15 minutos, salió gracias a la ayuda del festival de Medina del Campo, premiado con 15.000 euros al mejor guion.

Nunca hubo una mejor definición de mujer-orquesta.
− Pues quizá no. He hecho guion, dirección, producción… y en algunos hasta actúo, como en Dolores. Siempre he tirado de mis ahorros y de favores de amigos, nunca he pedido ayudas. Pero en el caso de Lo sé, era imprescindible la inyección.

¿A qué favores de amigos se refiere?
− A actores, equipo técnico… Profesionales que se han entregado sin contraprestación, solo porque querían estar en el proyecto. Ha habido técnicos que cobraban lo imprescindible, porque no teníamos vínculo de amistad y había que invertir en esa labor sí o sí. Luego he intentado contar con ellos y contratarles en cosas que he hecho de publicidad. Era la única forma de agradecérselo.
 
¿Y los actores?
− He conseguido que algunos de ellos, como Rafa Ordorika, puedan estar en mis pelis. Y como el mundo del corto es un gran escaparate, a algunos les ha salido trabajo porque ha dado la casualidad de que los han descubierto a través de mis cortos.

Su primer filme, Cómo sobrevivir a una despedida, ¿no fue idea suya?
− No. Los productores ya venían con un guion. Me habían seguido la pista en el mundo del corto. En la fase de preproducción me dijeron que tratara de hacerlo mío, así que fui dialogando y dibujando personajes. Pero no es fácil hacer tuyo algo que no has creado tú. Fue un proceso del que aprendí muchísimo.

− Así que Rumbos es su cinta más personal.
− Sí. Rumbos se asemeja más al universo de mis cortos.
 
Lleva ya unos años con ella.
− Nació en 2008, pero se interrumpió. Es una historia en tiempo real: la película dura lo mismo que la trama, de 4.30 a 6 de la mañana, el horario un programa de radio al que pone voz Julia Otero. La vida de los personajes va en movimiento, al igual que las ruedas de los vehículos que les transportan. Hay un turismo, un taxi, un descapotable, un tráiler… Todo sucede en una gran ciudad, durante ese programa radiofónico, que sirve de hilo conductor.
 
Tiene un reparto de primera división.
− Ha sido un viaje fascinante. Pilar López de Ayala, Miki Esparbé, Ernesto Alterio,  Karra Elejalde, Fernando Albizu, Carmen Machi, Rafa Ordorika… Y dos adolescentes maravillosos: Christopher Torres y Emilio Palacios.
 
Suena a Crash.
− Exacto. Totalmente coral, historias cruzadas, tipo Crash o Magnolia. Todos son protagonistas.

− ¿Condiciona el éxito viral de Pipas a la hora de montar?
− No. Aquello era un plano-secuencia. Pero quien vea Rumbos identificará señas de identidad de mi obra.  

Hija de unos comerciantes en Cieza, Manuela Moreno es la cuarta de cinco hermanos. Ninguno más se ha dedicado al cine. “Ser el cuarto es lo peor. De hecho, voy a hacer un corto titulado El penúltimo. No eres nunca el favorito, heredas los libros y la ropa”, bromea. Lo que sabe de la vida, confiesa a sus 37 años, lo aprendió detrás del mostrador. De escuchar a los clientes en ese confesionario. “Por eso me encanta la relación que se establece a diario entre desconocidos”. A la hora de buscar sus referencias, tiene más en cuenta películas que directores. “Me encanta Nueve vidas, de Rodrigo García, donde cuenta nueve historias en plano-secuencia. O Interiores, de Woody Allen, la menos Woody Allen de sus cintas”. Fan declarada del celuloide español, se confiesa devota de Isabel Coixet: haga lo que haga, nunca falta a sus estrenos.
  
¿Siempre escribe sola?
− Sí. Aunque pido opinión a mi amiga Nieves Castells, una actriz alicantina buenísima, que da salida a mis dudas. Me ordena la cabeza.
 
¿Qué fecha manejan para estrenar?
− Es más una cuestión de Arcadia [la productora de Blancanieves], Antena 3 y la distribuidora Sony Pictures. Pero yo creo que en marzo habremos terminado.
 
¿De que habla Rumbos?
− Del amor, el desamor, el destino, la soledad, la cobardía… de la vida, en definitiva. Es un retrato de la especie humana. Hay mucho corazón en la peli.
 
Aquella niña de Cieza alucinará al tener a sus órdenes a tanta gente...
− ¡Figúrese! hice coreografías de las Spice Girls cuando era pequeña. Y en Cómo sobrevivir a una despedida aparecía una de ellas: Emma Bunton. Tuvimos que mandarle todos mis trabajos anteriores. Cuando decidió venir, montamos un concierto, con más de 500 figurantes y más de 100 personas a tu cargo para sacar el proyecto. Ese momento, con cuatro cámaras filmando, fue de flipar. Me acordé entonces de aquella niña de 14 años que usaba el monopatín de su hermano para hacer un travelling.

 O sea, que flipó también cuando conoció a Bunton.
− ¡Claro! Y me dijo: “Me han encantado tus cortos, se los he pasado a todas las Spice”. Yo me imaginaba a la señora Beckham viendo mis cosas… y alucinaba. Tremendo. Como ahora trabajar con Carmen Machi o Ernesto Alterio. Muy guay.

− ¿Diría que su muso, Rafa Ordorika [Dolores, Lo sé, Camas…], llegará lejos?
− Por supuesto. Es un pedazo de actor. Pero en esta profesión cuesta mucho arriesgar por rostros desconocidos, aunque en Cómo sobrevivir… solo había dos conocidos: Úrsula Corberó y Natalia de Molina. El resto eran menos conocidos para el gran público e hicieron un trabajo maravilloso. En Rumbos se mezclan más. La mayoría son más populares, pero absolutamente todos están al mismo nivel. Estoy supercontenta con la labor que han desempeñado.
 
− Después de un título con tanta estrella, ¿será fácil hacer cortos con desconocidos?
− Es que aquí hay mucha gente y mucho dinero en juego. Hay un canal de televisión y una distribuidora. Se exige gente conocida, pero por supuesto actores talentosos con los que he tenido la suerte de trabajar. Claro que me apetece volver a las historias cortas. Una canción de 10 minutos no tiene por qué ser mejor que una de tres ni una peli de acción tiene por qué ser mejor que otra intimista con cuatro actores. En Rumbos hay historias cotidianas, más allá de los actores mediáticos.
 
− ¿El lenguaje de Manuela Moreno podríamos detectarlo también en los anuncios que ha dirigido?
−Muchas cosas que me proponen se prestan a situaciones de comedia. Y eso que Rumbos podría ser una comedia dramática o una tragicomedia. Pero en publicidad trabajas sobre un guion hecho por la agencia. Sí me dan libertad en la forma de dirigir a los actores. Y a pesar de que todo va pautado, me sugieren que plasme mi tono y mi estilo.
 
− ¿Se le ocurren cosas en formato spot?
− Claro. Tengo una idea para Converse que me encanta, un cortito de 30 segundos…

Fascinación por las ‘chonis’

Los cortos Pipas, Dolores y Qué fuerte, tía tienen como denominador común las chonis, ese perfil urbano de extrarradio que se embute en sudadera y se recrea en su incultura hasta el nihilismo. “Me fascinan porque son muy auténticas, dicen lo que piensan sin prejuicios. El nivel de autenticidad que tienen es único: no les importa reconocer su ignorancia. Para ellas el chino y el japonés son lo mismo”. Algunos profesores han elegido Pipas como ejemplo del desinterés por aprender que muestra cierta parte de la juventud. “No era mi intención atacar a ese colectivo. Vengo de un pueblo y estudié en un colegio público. Hay una edad en la que, cuando te explican el número pi [hilo conductor del corto], te preguntas para que te servirá eso en tu vida. Pero está claro que el saber no ocupa lugar”.

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