“Solo las críticas positivas e inteligentes son buenas”
Productora de prestigio, saborea aún como directora la repercusión de ‘El fotógrafo de Mauthausen’, un documento histórico sobre los desmanes de los nazis. Para este año maneja proyectos en todos los formatos
JAVIER OLIVARES
REPORTAJE GRÁFICO: PAU FABREGAT
Dicen que quien entra en Auschwitz o Mauthausen sale con un escalofrío crónico en el espinazo. Es fácil imaginar lo que supondrá acceder al recinto con intención de recrear el infierno de un campo de concentración. La barcelonesa Mar Targarona, de 65 años, ha contado con rigor y crudeza la peripecia de Francesc Boix, ‘El fotógrafo de Mauthausen’, un prisionero que ejerció de retratista durante su cautiverio y consiguió sacar del lugar los negativos para dejar testimonio gráfico de semejante horror. “Conmueve ver los hornos, las salas de tortura. Todos los humanos parecemos iguales, pero no todos somos capaces de cometer esas atrocidades”, reflexiona Targarona. Es también productora de la película.
– ¿Ha tenido El fotógrafo… la repercusión que usted esperaba?
– Estoy muy contenta. He recibido felicitaciones de descendientes de presos de Mauthausen que sentían que era algo olvidado y tapado. Y me emocionan mucho. El día del estreno estaba allí Maggie Perlado, hija del comunista José Perlado, prisionero de Mauthausen. Y me han felicitado de corazón el escritor Benito Bermejo [autor del libro El fotógrafo del horror] y el periodista Carlos Hernández [Los últimos españoles de Mauthausen], por ejemplo. Benito estuvo con nosotros desde el principio.
– ¿En Alemania ha habido ruido?
– Lo apreciaremos más cuando rule con Netflix. Y enviaré el DVD a los actores alemanes que participaron. Todos estaban encantados de colaborar haciendo de malos y muy agradecidos de que abordáramos esa faceta de contribución a la historia.
– ¿Logrará esa traslación a los institutos que buscaba?
– Por lo que me han contado, ha ido bien en ese sentido. Muchos docentes dicen que ya está bien de contar la historia de los americanos, de los españoles, de la Guerra Civil… habiendo cosas más allá, otros puntos de vista interesantes, otros héroes. Es hora de que lo reconozcamos.
– Los colegas del sector, ¿cómo acogieron el documento?
– En Barcelona, muy bien. Estamos muy nominados para los Gaudí. Pero para los Goya no tanto… [cuenta con cuatro nominaciones]. Me escribió un amigo al que no veía desde hace 30 años felicitándome por la película.
– ¿Siguió las críticas?
– No leo crítica. Pero creo que en general fue bien. Me interesa más el público: pretendíamos salir con 130 copias y nos quedamos en 105 porque al principio los cines no la querían. Y la segunda semana subimos a 200 copias, precisamente porque nos las reclamaban los cines. Esas cosas suceden.
– Hubo mucho boca-oreja por la presencia de Mario Casas, que tiene cofradía.
– Afortunadamente. Y está fantástico. Es un chico con mucho talento, y muy profesional, como se ve en la película. Le preocupa perder la naturalidad si vocalizara tan bien como José Sacristán, por ejemplo. Tiene todas las condiciones para ser un gran actor, no solo la estrella en que se ha convertido.
– Hizo un ejercicio de pérdida de kilos digno de Tom Hanks o Matthew McConaughey…
– Y aprendió alemán. Es algo que la gente no valora. Cuento con tímpanos de personas alemanas cerca y me han dicho que interpreta muy bien. La entonación, la actitud, el tono… Todo estaba muy logrado. Igual que la pérdida de kilos. No solo Meryl Streep aprende idiomas y acentos [risas].
– Desde la óptica de productora, ¿se le quedó algo en el tintero?
– Hombre, no voy a revelar las escenas que me han quedado… un pelín… [risas]. No lo ha notado nadie. Pero yo sí. Ostras, con un poco más de tiempo… Pero el tiempo en cine es dinero. Me habría gustado trabajar algunas cosas un poco más, tener otras opciones u otros planos. Pero hay que adaptarse al país en que vivimos y a los presupuestos que tenemos.
– O sea, ¿hay mucha diferencia con La lista de Schlinder, por poner un ejemplo ‘modesto’?
– Me encanta que me compare con Spielberg [risas]. De entrada, son temas distintos: la suya habla del holocausto, un exterminio en el que mataban a todos, incluso a una niña de cuatro años. Eso no sucedió con los españoles: adultos y niños eran encerrados en Mauthausen. Y aunque ese era un campo de exterminio en el que mataban trabajando, con condiciones extremas de comida y frío, no es lo mismo. Respecto a Spielberg… es un genio.
– Con el presupuesto de El fotógrafo…, ¿Spielberg habría hecho algo mejor que ustedes?
– No [risas]. Esos planos suyos con 2.000 extras, en los que todos son actores, porque ninguno mira a cámara… son de otra dimensión. Su presupuesto pudo ser 30 o 50 veces mayor que el mío.
– Usted desvela un colectivo poco mostrado: las prostitutas en aquellas cárceles.
– Y fíjate que, al entrar en el recinto del campo de exterminio, te muestran el prostíbulo como un elemento más. No está escondido, pero tampoco hay ninguna placa que recuerde a aquellas mujeres a las que obligaban a prostituirse. Chicas que los fines de semana hacían 50 o 60 servicios al día. Y me parece tremendo que no se reconozca de forma pública. No lo supimos hasta que entramos allí. Pero no todos tenían derecho a ir al prostíbulo. El que vimos era el de los presos prominentes, no el de los nazis.
– Incluso entre los presos había categorías.
– En efecto. La más alta era la de los capos, presos con derecho a pegar con la porra, a matar. Y de ahí, para abajo.
Mar Targarona y su marido, Joaquín Padró, fundaron en 1990 la productora Rodar y Rodar, encargada de alumbrar títulos de la talla de El Orfanato o Los ojos de Julia. ¿Cómo será eso de trabajar con la pareja a diario? “Pues nos peleamos cada día”, cuenta con una sonrisa explosiva. “Somos socios, estamos enamorados del cine y dedicamos el tiempo libre a ver series, leer propuestas y trabajar. Winston Churchill decía: ‘Si trabajas en lo que te gusta, no trabajarás nunca’. Ahí estoy yo”. Por si fuera poco, sus dos hijos echan raíces en la industria: Marina es productora y Daniel es guionista y director. Algo habrán heredado del talento de los padres. “Sí que lo tienen, sí. ¿Qué voy a decir yo? Que son muy listos”.
– Dado su prestigio como productora, cuando se autoproduce como directora, ¿se hace muchas concesiones?
– La verdad es que no. Está todo muy cerrado. Siempre valoras lo que es imprescindible y lo que no. Tengo varios imperativos, y cada decisión conlleva consecuencias económicas. Sé perfectamente lo que cuesta cada cosa. Pero todo eso lo hacemos antes del rodaje. Tengo el suficiente conocimiento para saber lo que puede surgir luego y lo que tiene que ir muy ajustado. Casi inamovible. Hay cosas prescindibles.
– ¿Por ejemplo?
– Unas escenas previstas que ni rodamos. Otras las rodamos pero solo salen en el DVD. Y ese ejercicio de autocontrol y autoexigencia va en beneficio de la película.
– ¿Dejó muy alto el listón con El orfanato y Los ojos de Julia para su película?
– Claro. Son producciones muy buenas. Pero El fotógrafo… ha costado un poquito más que El orfanato, hecha hace diez años, justo cuando empezaba la crisis. Contó con 10 semanas de rodaje, y yo tuve 38 días. Pero vas aprendiendo del tiempo de rodaje y acabas prescindiendo de lo prescindible. Si no, luego te lo cargas en montaje. Hay que ser muy exigente a la hora de elegir lo realmente imprescindible.
– ¿Y si algo es necesario pero resulta inasequible?
– Pues todo el equipo empieza a comerse el coco para hacerlo sin subir el presupuesto. Y ese esfuerzo de imaginación y creatividad colectivas da un resultado mejor.
– Cuando produce para otros, ¿entra en montaje y posproducción?
– Sí. Noto que la gente confía. Y como directora, necesitas que te digan cosas. Las críticas positivas e inteligentes siempre son buenas. De la gente con talento, no del vecino de al lado. El montador, José Luis Romeu, por ejemplo, es fantástico. Sabe de guion y de todo.
– Está usted bien de olfato para detectar jóvenes valores.
– Es que hay mucho talento en España. Mucho por descubrir. Hemos trabajado con Santi Amodeo, un tío brillante, como Alberto Rodríguez. Y he tenido la suerte de poder trabajar con Jota Bayona, Guillem Morales [ahora en Reino Unido], Oriol Paulo, Albert Espinosa… Todos son buenos, todos sobrevivirán con holgura.
– ¿Hay directores que acuden a usted, también?
– Supongo que los directores se fían de lo que les decimos. Ser productor de un director que no quiere saber nada de ti también es muy aburrido. Debe imperar el sentido de equipo, trabajar conjuntamente, escucharnos los unos a los otros…
– Y entre los actores, ¿alguien le ha sorprendido últimamente?
– Juro que todos los de Mauthausen me sorprendieron. Todos los que encarnan a los alemanes, todos los del partido. Hasta los extras estaban contentos pasando frío.
– ¿Con quién le gustaría trabajar?
– Para mí es importantísimo trabajar con gente con la que me lo pueda pasar bien. A mí no me pongas ningún intenso o intensa. Con lo que cuesta hacer cine, si además tienes que cargar con un actor insoportable… Lo hablaba en una comida con amigos: no trabajaría ni harta de necesidad con Daniel Day-Lewis. Por lo que cuentan, tiene que ser un horror el trabajo con él.
– ¿Y como productora?
– Pues con Orson Welles, tampoco. Relató cosas terribles de él Emiliano Piedra [productor de Campanadas a medianoche, cuyo rodaje iba para ocho semanas y acabó en 20]. Se debe trabajar con gente interesante, pero que te permita pasarlo bien. Ya sufrimos bastante en la vida.
– ¿Cómo ve la industria?
– Nos estamos yendo todos a la tele. Ha cambiado mucho, se están haciendo series buenísimas. La gente no quiere ir al cine porque se ve con más comodidad en casa. Y la lucha en la cartelera es horrible. La semana siguiente al estreno de El fotografo… se estrenaron 19 películas. Algunas de ellas llegan a codazos, haciéndose sitio con un rotundo marketing. De aquí y de fuera. Las multinacionales te arrollan con su maquinaria.
Para tele y cine, llame a Targarona
El próximo verano conocerá el siguiente largometraje de la productora Mar Targarona: El silencio de la ciudad blanca. Daniel Calparsoro dirige ese thriller a partir de la novela homónima de Eva García Sáenz de Urturi y tiene a Javier Rey y Belén Rueda en los papeles protagonistas. “Produzco, pero me meto en todo”, bromea. Es posible que antes asistamos al lanzamiento del filme que ha producido para Isabel Coixet, Elisa y Marcela, sobre la historia de amor entre dos chicas que se las ingeniaron para casarse en Galicia a principios de siglo XX. Con Natalia de Molina y Greta Fernández al frente del reparto, va a verse en las televisiones públicas autonómicas y Netflix.
En calidad de directora está preparando la cinta Dos, con un actor y una actriz desnudos en una habitación. “La hago con Cuca Canals, la guionista de Bigas Luna, mi amiga desde hace años. Tengo claros los actores, otra cosa es que puedan hacerlo”, explica. Para ella es todo un reto, pues se trata de un thriller muy distinto de El fotógrafo…, puro entretenimiento. “Es un ejercicio de estilo con búsqueda de planos novedosos. Nuevas cámaras, nuevas ópticas. Será interesante”, augura.