Marta Nieto
“La lucha es innata a la vocación”
Antonio Banderas la dirigió nada más llegar a Madrid. De él recuerda una indómita pasión por el cine que hoy impregna su vida. El aprendizaje de la maternidad hace que se sienta deseosa de personajes complejos en un momento que endulzan las alabanzas por el corto ‘Madre’
PEDRO DEL CORRAL (@pedrodelcorral_)
Marta Nieto irradia luz desde sus ojos color miel hasta el último poro de su piel. Cuenta con eso que desafía al destino pero que también lo retroalimenta: conciencia propia. Por ello no le sobrecargan los halagos que recibe gracias al multipremiado corto de Rodrigo Sorogoyen Madre. De hecho, los pasea con salero y pisa fuerte en esa senda de intrepidez que supone dedicarse a la interpretación. Compagina talento, decisión y sentido común, pero mitiga esa firmeza con su cercanía. No hay que perder de vista que esta actriz murciana fue capaz de zarandear a todo el Teatro Español cuando se quedó completamente desnuda para interpretar El Burlador de Sevilla. Inoculó entonces emociones desconocidas para el espectador.
Sabe lo que es recoger el aplauso de la masa y volver a la intimidad de su casa para recuperarse. Sabe que la frustración no es un gran aliado, a pesar de haber contado con el beneplácito de Antonio Banderas en su segunda película como director: El camino de los ingleses. Sabe que mantener unos principios es casi un acto de inmolación, pero se arriesga si con ello los conserva intactos. Es una mujer de aristas que continuamente se cuestiona el mundo por sí misma y mediante sus personajes. De ahí su sagacidad sobrecogedora en cintas como Combustión u 8 citas y en las series Mar de plástico, Ciega a citas, Los hombres de Paco, Cuéntame o Hermanos y detectives.
Respira y piensa con la pasión propia de los clásicos pese a sus 36 años. Salta a la vista que es una actriz de gestación sosegada, sin chirridos millennials, sin modas fugaces. Es más de estudio y vocación que de photocall y selfi. Desde que el yoga se cruzó en su camino ha tenido siempre presente la máxima de que en la vida destacan dos días: en el que se nace y en el que se descubre para qué. El primero ya lo sabía, el segundo lo averiguó recientemente.
– ¿De verdad es tan difícil saber por qué estamos aquí?
– Sí. A veces creemos que vivimos por un motivo y con el tiempo nos damos cuenta de que es por otro. Mi propósito consiste en equilibrar lo profesional con lo personal. Parece sencillo, pero no lo es. En este momento estoy reconciliada con ambas facetas.
– Dicen que vivir otras vidas suele resultar sano y liberador.
– Lo es. La interpretación fue una terapia en mis comienzos. No se limitaba a una necesidad profesional, sino que encontré la manera de limpiar complejos, tristezas y penas que no sabía gestionar. La vocación es una fuerza sobrenatural. Y una suerte, porque es una brújula, gracias a ella sabes lo que quieres más allá de ti.
– Sin embargo, la suya se topó con el deseo de sus padres de que cursase Filología. ¿Cómo habría sido su vida si se hubiera dedicado a ello?
– Era una forma de conformarles. Lo estudiaba al mismo tiempo que Arte Dramático, aunque finalmente lo dejé. Siempre he tenido la sensación de que hay puntos por los que debemos pasar en la vida, pero lo único que habría conseguido sería retrasar lo inevitable. La curiosidad, cuando es potente, acaba volviéndose indomable.
– Quizá eso llamó la atención de Antonio Banderas cuando la seleccionó para El camino de los ingleses.
– Fue maravilloso, pero un sustazo por lo que él es, por lo mucho que representa. Fue difícil de gestionar porque se creó un ambiente complicado: todos queríamos destacar para ser su favorito. El primer visionado en pantalla grande fue impactante. Antonio es muy generoso y compartió su experiencia y su forma de entender el arte.
– ¿En algún momento le dio la sensación de que, si Banderas confiaba en usted, el resto le miraba con mejores ojos?
– Sí. Incluso en la industria en general. Si ese referente te da la oportunidad nada más llegar a Madrid, todos los demás directores de casting querrán verte.
– Eso está genial, pero no deja de ser un poco triste…
– Son las reglas del juego.
– Y no significa que sean justas.
– ¿Y qué haces? ¿Enfadarte? Son las que hay. Yo ya me he cabreado y he pataleado mucho. Solo nos queda la intención de hacer ver que dentro de este mundo de azar hay una responsabilidad.
– Quiere decir entonces que nunca aspiraremos a tener una meritocracia.
– El problema es lo que cada uno entiende por mérito. Esa es una cuestión muy personal. La subjetividad de lo artístico es la magia de esta profesión.
– ¿Qué se llevó de Banderas?
– La pasión. Ver a alguien con su trayectoria trabajar de forma tan entusiasta en todos los procesos de la película me removió por dentro. Ese amor con mayúsculas por el cine es lo que te marca.
– ¿Se ha encontrado alguna vez más con esa pasión?
– Sin duda. Mi casa y mi entorno profesional es eso. Cada vez noto más que me interesa solo el cine. Este es un universo enorme en el que me considero inculta porque no me da la vida para verlo todo. Esta profesión se aprende copiando o mediante ensayo-error. Copiar está muy bien. Sobre todo, a los grandes. La vocación está relacionada con la necesidad de optimizarte como persona, de intentar ser la mejor versión de ti. Y para ello hay que ver muchas películas.
– Y cuestionarse en todo momento.
– Sí. Redundar en lo que sabes hacer es muy cómodo y muy peligroso. Aunque hay algo en la industria que siempre conduce hacia lo que ya ha funcionado. La responsabilidad está en ponerte en un lugar distinto para poder dar otro aire a tu trabajo. Inspirarte es un motor de vida.
– La suya está llena de proyectos de sobra conocidos. ¿Qué es el éxito para usted?
– Elegir buenos proyectos y dedicarles toda mi energía. Cuando eso pasa, es la hostia. La película rodada a partir del corto de Rodrigo Sorogoyen Madre es un sueño hecho realidad. Es lo que siempre he querido hacer.
– Según tengo entendido, el estreno llegará el próximo otoño.
– Eso es. Se trata de una coproducción francesa en la que lo importante son los personajes. No es un thriller, es cine de autor del bueno. La historia se sitúa siete años después de la trama del corto y en ella todo parece algo que no es.
– ¿Ha sido su trabajo más complejo?
– Sí. Por lo que implica meterse en ese jardín. Es la desesperación más absoluta. Había momentos en que pensaba que eso le estaba pasando a mi hijo. Empezamos a hacer un trabajo de mesa que consistía en preguntarse qué haría yo si a él le pasara eso. Te vas metiendo en un lugar muy tenebroso, en el que transitar es muy difícil.
– ¿Qué le dice su hijo sobre su profesión?
– Es consciente de que su mamá es actriz. Y le encanta. De hecho, sale un poquito en El reino. No sé si le gusta mi vida porque soy su madre o si, por el hecho de ser su madre, eso es lo que debe aguantar. La realidad es que él disfruta mucho en los rodajes. Y ve mucho cine.
– Entonces presume de mami en el cole.
– El otro día fui a su clase y vi colgados unos carteles en los que los alumnos habían dibujado las profesiones de sus padres. Puso que su madre es actriz y a su padre como boxeador. Le dije: “Oye, ¿tu padre es boxeador?”. Y me respondió: “Mira, mamá, cuando uno no sabe algo, se lo puede inventar”. Sueña con mil cosas cada día.
– En su caso, ¿mantiene los mismos sueños que cuando era niña?
– Los he concretado con el tiempo. De repente, me siento más joven que nunca, con más capacidades para interpretar personajes complejos. Puede influir el hecho de que mi hijo tiene casi siete años y siento que necesita despegarse. Y yo también. He aprendido tanto con la maternidad que creo que mi vida empieza ahora.
– ¿Por su condición de mujer lo ha tenido más difícil?
– Sí. Por ser mujer y por ser mona.
– ¿La belleza también encasilla?
– Teníamos una industria machista y jerárquica. Y lo he dicho en pasado porque confío en que dejemos de tenerla. La mujer joven y guapa estaba en una escala muy baja. Eras un objeto. Ahora parece que, poco a poco, las cosas cambian a nuestro favor: muchos papeles actuales en series de éxito son de mujeres mayores de 40. Eso es una maravilla. Todas tenemos cosas que contar con las arrugas, con la cara, con la experiencia.
– Ahí están Aitana Sánchez-Gijón, Malena Alterio, Nathalie Poza, Emma Suárez…
– Como lo nuestro es una vocación, también hay una responsabilidad. La lucha es innata.
– Y quienes dicen que están hartos de tanto feminismo, ¿qué?
– Eso me da igual. Es ahora o nunca. Tenemos derecho a decir lo que nos da la gana. Y mucha gente se identifica y lucha. Vivimos en una sociedad machista porque, de alguna forma, todos lo somos. Sobre esa base podremos gestionar los problemas, pero el esfuerzo debe hacerse por parte de hombres y mujeres. Lo fascinante de esto es descubrirlo de forma conjunta.