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21-02-2023


Mela Casal

“Siempre me parecieron más interesantes los personajes de la parte perdedora”

 

La Fundación AISGE le otorgó su Premio de Honor en el Ourense Film Festival. Su trayectoria es historia viva de la interpretación en Galicia. Empezó a principios de los setenta dentro del teatro aficionado de Compostela. Fue pionera en el doblaje al gallego a partir de los ochenta. Desde entonces combina el audiovisual y los escenarios con la mirada siempre puesta en los personajes “invisibles” de la sociedad


PAULO CONDE

FOTOS: CRIS ANDINA

Mela Casal nació en Boqueixón (A Coruña) en 1948. Fue la hija de en medio: “Éramos ocho hermanos. Como no era guapa, no me quedó más remedio que ser simpática”. Querida en su tierra como si fuera una más de la familia gracias a sus personajes de comedia, cosa que siempre agradece, también destacó en papeles dramáticos hoy evocados con pasión. El doblaje le abrió las puertas de la formación actoral, y de ahí se subió al tren del todavía incipiente audiovisual en Galicia. Lo hizo en compañía de otros talentos que debutaban por entonces, desde Luis Tosar a Luis Zahera. Luego se sumó a la compañía estable del Centro Dramático Galego. Su estela de éxitos en la pantalla (pequeña y grande) ha continuado con FariñaEl desorden que dejasCuñados o La manzana de oro.

 

– ¿Siente que su trayectoria está suficientemente reconocida?

No soy mucho de premios. Pero el que me concedió AISGE es un cariño que se agradece, sin duda. Y estoy muy feliz con mi carrera.

 

– Se sabe poco de su vida antes de que fuera popular en Galicia por sus papeles televisivos.

– Pues hice de todo. De pequeña quería ser bailarina. Siempre he tenido inquietudes: estudié Relaciones Laborales, secretariado y también participé en la compañía de aficionados Ditea, en Santiago de Compostela.

 

– ¿De dónde le venía la vena artística?  

– Pienso que de mi padre, que bailaba muy bien. O de mi abuela, que fue moderna e independiente. Abandonó a su familia y, enamorada, se fue a Argentina. Dejó a mi padre con unos tutores. No supe mucho de ella, salvo que allí tuvo otros tres hijos más. Uno se dedicaba a la radio, otra trabajaba como actriz, la otra era ama de casa. Hace algunos años me enteré de quién era la actriz gracias a un periodista que la entrevistó. Se trataba de Lita Soriano, famosa por telenovelas que también se emitieron aquí, como Manuela.

 

– Así que es medio sobrina de Lita Soriano.

– Ya ves. Fue una pena no haberla conocido mejor.

 

– Mientras estaba en Ditea, también se dedicó al doblaje al gallego. Figura entre las pioneras. ¿Fue esa su primera experiencia como profesional?

– En paralelo con el cine, porque hice mi debut en la película Divinas palabras, dirigida por José Luis García Sánchez. Me presenté a las pruebas de doblaje porque me apuntaba a todo. La interpretación la llevabas tú puesta, ya que solo nos daban formación de doblaje. Surgieron unos cursos del INEM de actuación ante la cámara. Ahí nos formó el gran actor y director Eduardo Puceiro. Hablo en plural porque de esos cursos de Puceiro salimos un montón de actores y actrices: María Pujalte, Miguel de Lira, Xavier Picallo, Xavier Estévez…  Tenías que buscarte la vida porque en Galicia aún no había escuela de Arte Dramático. Y me apuntaba a cursillos de expresión corporal y cosas similares.

 

– Era eso o irse a Madrid.

– Sí, pero no me hizo falta. Si sabía de castings en Santiago, me presentaba. A ver qué salía. El Centro Dramático Galego estaba montando Así é (se vos parece), de Pirandello. Fui a las pruebas y me cogieron. Era 1991, y en uno de los pases me vio el realizador y director de televisión Xaime Fandiño, quien me dio mi primer papel en la TVG. Se trataba del programa Unha de romanos, cuyo guionista era Antón Losada.



– ¿Cómo fue el paso a la pequeña pantalla? ¿Notó un gran cambio respecto al teatro?

– Para mí no hubo gran salto de ambiente ni de costumbres. Nos conocíamos todos y empezábamos de cero en televisión. Convivíamos. Solucionábamos los problemas como podíamos. Recuerdo que ya interpretaba mis papeles desde la realidad, tanto en teatro como en televisión. Si interpretaba, por ejemplo, a una señora muy remilgada, de lo cual yo no tengo nada, pues me iba a un sitio donde hubiera ese tipo de personas, con una gestualidad y una manera de estar que configuran el personaje. Yo no frecuentaba esos ambientes, pero sabía ver.

 

– Da la impresión de que usted ve la vida con optimismo. Aunque aquellos años iniciales seguramente no serían un camino de rosas…

– Había pequeños conflictos. Yo tenía vena reivindicativa y formé parte de diferentes comités de empresa. En esos primeros años el convenio colectivo ya recogía que, si tú llegabas a la convocatoria y te caracterizabas, cobrabas. De algún que otro plató no me fui hasta cobrar, pese a no haber hecho pantalla ese día.

 

– Hay dos personajes en su paso por la TVG que la hicieron famosa. Uno fue Celia, la alcaldesa de Portozás en Mareas Vivas. El otro, Socorrito, un personaje humorístico para el programa Luar. ¿Siente que les debe algo a esos papeles? 

– Les debo mucho. La gente aún me llama Socorrito por la calle y no me molesta. Gracias a mi oficio la gente me considera de su familia. Es bonito hacer personajes cercanos, de comedia. En cierto modo, es una recompensa. Porque si ese reconocimiento no sucede, significa que la gente no me ve. Pero también me han marcado los papeles dramáticos, como aquella viuda de un marinero en A vida por diante. Por primera vez se hablaba de esta dura realidad en Galicia, y el asunto se trataba desde el punto de vista de las mujeres. Éramos cinco actrices y lo dimos todo. Nos entrevistamos con viudas, nos documentamos a fondo, hasta el punto de hacer sugerencias de guion. Nos parecía que el compromiso era muy grande.  

 

– ¿Qué ideas aportaron a A vida por diante?

– Que una de las mujeres no acabara casada de nuevo. Que decidiera seguir adelante sola con sus hijos. Nos parecía bien que eso se transmitiera, porque además era algo que sucedía en la realidad. No es necesario que la mujer esté en permanente situación de dependencia, a pesar de que sea muy duro estar sola. En la televisión pública también se deben mostrar esas caras de la sociedad. Por poner un ejemplo, muchas de las mujeres sufren alcoholismo y eso no se sabe, pues beben a escondidas en casa. Deben dejar de ser invisibles. Y me gustan estos papeles, siempre me parecieron más interesantes los personajes de la parte perdedora.



– Encadenaba numerosas series y montó además la compañía de teatro Pífano.

– En realidad, la compañía era de Susana Dans y Patricia de Lorenzo. La dejaron y la cogimos Gloria Ferreiro y yo porque a mí se me había acabado el contrato con el Centro Dramático Galego. Montamos algunos espectáculos, pero al final abandonamos: perdíamos dinero.

 

– En el audiovisual las cosas han marchado mejor: los filmes El lápiz del carpintero o A esmorga, las series Fariña y El desorden que dejas… Más recientemente ha rodado La isla de las mentiras y La manzana de oro.

– Sí. Pero en estos tiempos se rueda más rápido y falta convivencia. No me refiero a las producciones que mencionas, pero me he encontrado en situaciones que nunca había vivido. Con que el micro no entre en el plano, ya nos vale. Si te tropiezas y te caes, pues dices que te caíste y puede valernos. Me piden que grabe pruebas de cámara con el móvil y que las envíe. Parece de chiste. Ahora hay actores con una técnica estupenda, pero tiene que haber algo más: hablo de talento, de haber vivido. Hay que mirar y hay que ver. ¿Cómo alguien que no pasó hambre puede hablar de pasar hambre?

 

– Azcona prefería el cine que venía de la vida y no de otras películas.

– Eso es. Me gustan los personajes que se interpretan desde la verdad. Por eso entrevisto a gente. En teatro estamos haciendo Invisibles, sobre historias reales de mujeres maltratadas, que con frecuencia ignoran que lo son. Yo cuento los recuerdos de una mujer maltratada desde los cinco años y pedí una entrevista con ella. Cuando era pequeña, si la veían, la pegaban, por eso hoy es invisible. No te fijarías en ella.

 

– Conociendo la realidad se superan tópicos y clichés.

– Sí. El tópico de la mujer maltratada es presentarla como víctima perpetua y protagonista de una historia triste. Y no es así. Esa mujer real que interpreto en Invisibles cuenta su vida incluso con humor. Cuando lo llevas a escena la gente se ríe, pero a la vez nota algo verdadero, algo que puede estarle ocurriendo en su propia vida y que no había sabido ver.

 

– ¿Y para el futuro?

– Trabajo. ¿Que se está haciendo mucho cine y mucho teatro? Pues yo estoy rodeada de gente sin trabajo. Y que se firme ya el Estatuto del Artista: hay actores y actrices que han trabajado toda su vida y ahora están desahuciados. Menos mal que está AISGE; sin ellos la situación sería mucho peor.

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