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08-02-2016

 
 
Miguel Herrán, los ojos como espejo
 
 
RUBÉN DEL PALACIO
La suya fue la gran sorpresa de la temporada. Las lágrimas compartidas con Daniel Guzmán y la sucesión de abrazos entre ambos dieron buena muestra de su desconcierto y sirvieron de prólogo a sus emotivas palabras sobre el escenario. “Me habéis dado el primer premio de mi vida, el más importante, el que va a enfocar el resto de mi carrera”, aseguró. En su camino a la cima no le hizo falta mucho más que la casualidad: el director le conoció en plena calle al firmarle un autógrafo y en sus ojos encontró el perfecto reflejo de sí mismo cuando era un adolescente perdido. Solo le preguntó su edad y si montaba en moto. Las pruebas posteriores arrojaron un resultado poco alentador, pero pusieron fin a dos años de búsqueda desesperada de protagonista. Y la cosa acabó funcionando a base de tres meses de ensayos diarios.
 
   Parece evidente que el hecho de no ser intérprete profesional, sino un tipo corriente y sufridor en carne propia de los problemas típicos de su edad, aportó el fuerte realismo que exigía este largometraje autobiográfico. Más que una oportunidad laboral constituyó un renacimiento personal. Y así se lo hizo saber a su salvador con una confesión que llevaba bastante tiempo preparando: “Has conseguido que un chaval sin ilusiones, sin ganas de estudiar, sin nada que le guste, descubra un mundo nuevo, quiera trabajar y se agarre a esa vida nueva como si no hubiera otra. Me has dado una vida”. Ojalá esté cargada de éxitos, pues a sus 19 años tiempo tiene de sobra. De momento ya está formándose en el Laboratorio William Layton de Madrid y se ha procurado un representante.
 

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