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Estaba llamado a ser un hombre especial y singular desde la misma partida de nacimiento. Pero hasta los 54 años, la profesión de Idilio Cardoso fue mecánico tornero, por mucho que a ratos, en su tiempo libre, se prodigara por la escena sevillana con la comprometida intención de “decir verdades, despertar a la gente y terminar con la dictadura”. “Hacíamos teatro con la espada levantada”, enfatiza. El giro de guion vital se hizo esperar. Llegó el día en que dejó su empresa por ciertas discrepancias. Entonces, el Centro Andaluz de Teatro (CAT) le reclamó para sus montajes y poco después Canal Sur le dio el papel de su vida, el Séneca. Y así fue cómo el experimentado mecánico tornero se acabó jubilando ya como actor. Conclusión: “una vida de idilio”, según resume ahora ante las cámaras de #MuchaVidaQueContar.

 

Claudia Gravi (Boma, República Democrática del Congo, 1945) mantiene la misma casa que alquiló poco tiempo después de llegar a Madrid, a los 19 años. Aterrizó en España huyendo del frío y la grisura del clima belga, insoportable para una joven nacida y crecida en el corazón de África. “Y desde el primer día empezaron a pasarme cosas que nunca había soñado”, recuerda. Como que un director le ofreciera por la calle hacer una película. Así comenzó una carrera por teatro, cine y televisión que le demandó una fuerza extra para salvar las trabas de su condición de extranjera, luchar contra una timidez enfermiza o doblegar su acento (aunque algunos directores se lo reclamaban). Llegado el momento se entregó al activismo político y la lucha por la dignidad de la mujer. En los terribles calabozos de la antigua DGS aprendió que “cualquier experiencia sirve luego a un actor”. Hoy es la protagonista de #MuchaVidaQueContar

 

Hasta el Aljarafe sevillano nos desplazamos al encuentro de un cómico integral, sí, pero también de un pintor –con su estudio y cientos de bártulos– y un anticuario coleccionista que ha tapizado hasta el último metro cuadrado con cuadros, tallas, muebles, cerámica, libros de arte y objetos de toda clase y edad. Miguel Caiceo se supo artista desde que a los seis años, de monaguillo, prestaba más atención a los retablos de Martínez Montañés que al cura. Ha imitado a Lola Flores, Carmen Sevilla o Sara Montiel, fue uña y carne con Los Morancos o José Manuel Parada y ha representado desde teatro clásico hasta revistas con Bibiana Fernández. Pero todos le siguen recordando por doña Paca, esa chacha televisiva de Tele5, en los albores de las privadas, que repetía para alborozo general: "Yo lo único que quiero es morirme". ¿Por qué? ¡Porque se había quedado en blanco!

Sus padres eran gallegos, pero la inmigración hizo que naciera al otro lado del Atlántico. Aterrizó en España con 22 años y la firme intención de volver a Buenos Aires si no lograba asentarse. Se dio un plazo de cinco años. Y una década después de su llegada ya coleccionaba los premios más importantes, incluido el Nacional de Teatro. Hizo el viaje al éxito solo confiando en su trabajo, renunciando a los representantes, una prueba más de su carácter “de rara avis” que le ha permitido siempre decir lo que piensa. Como, por ejemplo, que, aunque mereció la pena, no volvería a ser actriz

Sus galardones le delatan: en su casa de la sierra madrileña exhibe el Premio Nacional de Teatro por sus Brecht, Lorca, Valle-Inclán, Pirandello… junto al Nosferatu que le otorgó el festival de Sitges por sus películas de terror. De Max Estrella a Boris Karloff: un actor versátil y pragmático que hizo de todo menos de indio en Nueva York. Una trayectoria repleta de vivencias y un gran amor que recuerda en este documental que le dedica la Fundación AISGE.

La suya fue una carrera artística tan meteórica como corta. Con su aura de “chica moderna” que rompía los clichés de la época fue encadenando películas desde muy joven. Era guapa, magnética, avanzadísima para aquellos años sesenta. Protagonizó ‘La venganza de don Mendo’ y la primera gran serie que se hizo en TVE, ‘Diego de Acevedo’. Fue, recuerda ahora, “un sueño maravilloso”, pero apenas duró diez años. Tenía otros planes para su vida y desapareció de los focos para dejar en el aire una pregunta durante más 50 años: ¿Qué fue de Paloma Valdés? Ahora vuelve para responderla en nuestra primera entrega de febrero de la serie de minidocumentales #MuchaVidaQueContar.

Él se dedicaba a su trabajo de oficina, aunque hiciera sus pinitos artísticos y la pasión por las tablas le hirviera en las venas desde chaval. Tuvo que ser Charo, su compañera de vida, la que le mirase frente a frente para exhortarle, muy seria: “Fernando, tú tienes que dejar eso de la representación y dedicarte a lo que te gusta". Aquel día, la profesión ganó a uno de sus grandes artífices del siglo XX, un hombre con muchísimas horas de vuelo sobre los escenarios (cómo olvidar aquel valleinclanesco 'Pelo de tormenta', mano a mano con la Bardem) que tuvo su primer gran reto cinematográfico a las órdenes de José Luis García Sánchez y que termina su intervención ante las cámaras de #MuchaVidaQueContar con un bondadoso y rotundo grito de guerra: "¡Viva el cine!". Con ustedes, vida, obra y algún que otro milagro de Fernando Chinarro, un casi nonagenario (le tenemos de cumpleaños en octubre) al que solo se le conocen amigos y admiradores.

Ha sido el hombre de confianza y talismán por antonomasia de Jesús Franco, el rey de la serie B: en más de un centenar de sus largometrajes aparece, en papeles a menudo relevantes, la figura espigada y carismática de Antonio Mayáns. Pero este valenciano del 39 también resultó decisivo en otras filmografías, como la de Paul Naschy, y a día de hoy sigue escribiendo, rodando y actuando todo lo que puede, porque no hay nada que le pida el cuerpo con mayor intensidad. “Solo me retiraré cuando no pueda hablar”, enfatiza en este nueva entrega de la serie de minidocumentales #MuchaVidaQueContar, en la que confiesa incluso que las cámaras y la interpretación le han permitido dar esquinazo a una depresión que le había perseguido y atormentado durante estos últimos años.

A Josele no siempre le ha sonreído el destino en estas siete décadas largas de existencia. A veces, más bien al contrario. “Si pusiera todo el pasado en vertical, cualquiera se tira por ahí…”, reflexiona con más comicidad que amargura. Porque Román se dice cómica por encima de todo, incluso en los momentos de más curvas y vaivenes. “A mí todo me hace gracia. Lo que sucede, tendrá que suceder igual”, resume a modo de leit motiv vital. Fue reina del destape, comediante de cabecera para Vicente Escrivá y musa circunstancial de Almodóvar o Paco León. Tiene mucha vida y, sobre todo, muchas ganas de contarla en este minidocumental de 16 minutos que rubrica Asia Martín.

“Soy una persona muy positiva y no siento que me haya perdido nada. Ni siquiera he querido ser una estrella. ¡Creo que me agobiaría muchísimo!”. La reflexión retrata perfectamente, con esa humildad, lucidez y ternura de la que siempre hace gala, a la actriz Carmen Arévalo, protagonista de una nueva entrega de #MuchaVidaQueContar, la serie de minidocumentales con los que la Fundación AISGE celebra el trabajo, el talento y las enseñanzas de nuestros actores y actrices de más largas trayectorias.  Nunca lo tuvo fácil, y menos habiendo crecido en un pueblito muy humilde de la Alcarria. Pero ya en el cole sintió cómo "las lágrimas queman por dentro" desde lo alto de un escenario. Entre sus mayores admiradores figura Daniel Sánchez Arévalo, su hijo cineasta. "Me enseñó lo importante y delicado que es el oficio de interpretar".

 

La interpretación le dio una bienvenida dulcísima: comer chocolate como miembro del Belén viviente de su colegio en plena posguerra. En la adolescencia compaginaría su empleo matinal en una aseguradora con las clases en una escuela para actores aficionados. Ahí terminó de enamorarse del teatro y descubrió cómo lidiar con la censura. A base de hacer las cosas más diversas sobre el escenario tuvo como espectador incluso a Chicho Ibáñez Serrador, artífice del primer aldabonazo de su carrera gracias al 'Un, dos, tres' a mediados de los setenta. Pero Cecilio no quiso encasillarse, prefirió experimentar. Luego vendría el cine (con bastante destape) y series exitosas como 'Los desastres de la guerra'.

Ella misma recuerda que su popularidad en la España de la Transición era comparable a la del mismísimo presidente Adolfo Suárez. Y que antes, gracias a 'Tristana' (1970), de Luis Buñuel, se había granjeado un hueco imperecedero en la historia del cine español. Sus comienzos se remontan a 1959 con 'El Lazarillo de Tormes'. Insistieron en aprovechar su físico privilegiado en los años del destape, pero es ahora cuando se siente más pletórica que nunca, a vueltas con sus adaptaciones teatrales en torno a Machado, Lorca y Miguel Hernández. Mary Paz Pondal, más y mejor a estas alturas de la vida.

Nuestro equipo de minidocumentales para "Mucha Vida Que Contar" se desplaza hasta el pequeño pueblito vallisoletano de Cubillas de Santa Marta (300 habitantes) para encontrarse con el gran actor cómico Emilio Laguna, uno de los humoristas más entrañables, prolíficos y reconocibles que han dado el cine y el teatro en España en los últimos sesenta y tantos años. También el cine, claro, aunque sus "ciento veintitantas películas" él mismo las considera una ocupación menor en comparación con otras facetas. "El cine es hermoso, pero el teatro es la verdad".

Conoció de muy, pero que muy niña los sinsabores del exilio por tierras francesas. Le tocó vivirlo en aquellos años que nuestra memoria no llega a registrar, pero el impacto fue tan hondo que era capaz incluso de dibujar con detalle la ínfima habitación de hotel en la que dormían. Su desembarco en el cine fue a través de la publicidad: era una muchacha rubia y atractiva a la que habían acertado a descubrir en una agencia para un anuncio del jabón Vim. Pero reparó en ella Gonzalo Suárez, fue a esperarla a la salida de un desfile para Pertegaz y le propuso un debut cinematográfico, Fata Morgana, que en realidad era casi una autobiografía. Es nuestro décimo minidocumental de la serie #MuchaVidaQueContar y por él desfilan Vittorio de Sica, José Luis Garci, Vicente Aranda o Craig Hill, su gran amor.

Era hijo de actor y cometió el "error" de dedicarse a la interpretación porque no le gustaba ir a la escuela. "Escogí un oficio que consiste en seguir toda la vida estudiando. Mi padre me lo resumió dejándome un sobre con un papelito en el que había escrito una sola palabra: 'Gilipollas'". Las cámaras de #MuchaVidaQueContar, la colección de minidocumentales de la Fundación AISGE, se han acercado hasta Olot (Girona) para descubrir las vivencias de un artista infatigable aún hoy, a sus pletóricos 80 años. Algunos le recuerdan como el niño prodigio de 'Jeromín' (1953) y otras cándidas cintas de Luis Lucia, pero aquí nos relata también los años de 'La gran familia', junto a Pedro Masó, o sus logros televisivos más recientes, de 'El ministerio del Tiempo' a 'Nasdrovia' o su largo paso por 'Amar es para siempre'.

“Encarna a una generación que con su activismo cultural cambió el mundo”, resume su hija Cayetana Guillén Cuervo. Fue un motor de cambio social cuando era muy difícil pronunciarse por las libertades”, anota el también gran actor Fernando Guillén Cuervo. En la serie de minidocumentales #MuchaVidaQueContar nos citamos con la inmensa Gemma Cuervo, emblema escénico para varias generaciones, justo en el verano en que celebra su 85 cumpleaños y cuando acaba de ser designada con el Max de Honor por su trayectoria en las artes escénicas. Cuervo nos cuenta sus niveles de autoexigencia, ya desde muy joven; relata las dificultades de aquellas compañías itinerantes en los crudos años del franquismo y resume sobre su momento actual: “Me estoy haciendo mayor muy suavemente, muy serenamente, entendiéndolo muy bien”.

El joven Linder se había consagrado en la música y el rugby en su Argentina natal, pero tomó un barco para ver a los Rolling Stones en Italia… y ya se quedó en tierras europeas para siempre. El suyo ha sido un periplo de película: de Fernando Colomo y Peter O’Toole a las pelis eróticas de ‘serie S’, una gira por medio mundo con Lindsay Kemp o sus pinitos como exitoso presentador televisivo en programas tan míticos como 'De película' y 'Olé tus vídeos'. Y una confesión final para esta séptima entrega de nuestros minidocumentales #MuchaVidaQueContar: “Ganarte la vida con lo que te gusta es la mejor decisión que puedes tomar. Aunque tenga momentos difíciles. De hecho…, ¡me gustaría vivir 71 años más!”.

La culpa la tuvo en gran medida su padre, un amante del teatro que incluso formó parte de una compañía de aficionados. Y las monjas salesianas, que disponían de un salón de actos a cuyo escenario una adolescente Enriqueta Carballeira no tardaría en subirse. Suma seis décadas de oficio y el empeño de seguir aprendiendo, día tras día, cada vez un poco más. “He sido atrevida, he tomado decisiones importantes y me ha salido bien”, recapitula esta maestra "agradecida a la vida" y a una profesión con la que, según dice, se aprende más sobre la condición humana que en un millar de campus universitarios. Aquí está ya el sexto de los minidocumentales de la Fundación AISGE para nuestra colección audiovisual propia: #MuchaVidaQueContar.

Consiguió comerse su primer bocata de jamón a los 10 años, gracias al dinero que obtuvo con uno de sus primeros trabajos ante la cámara. Todos le llamaban por entonces Luisito, ya le habían echado el ojo Berlanga o Fernán-Gómez y la llamada del cine y el doblaje le condujo a orillar sus comienzos frente al piano, que todavía hoy sigue tocando con destreza. Luis Varela es el protagonista de esta nueva entrega de "Mucha vida que contar", la serie de minidocumentales con los que la Fundación AISGE testimonia su admiración por sus actores y actrices de trayectorias más prósperas y longevas. De Sáenz de Heredia a Álex de la Iglesia, de su papel como pionero televisivo en "Escala en Hi-Fi" (1961-65) al exitazo, ya en pleno siglo XXI, de "Cámera Café". Luisito, ya ahora don Luis, tenía mucho que contarnos.

"Ni yo misma sé decir qué tecla toco para provocar la risa", confiesa la tierna y carismática actriz valenciana, de 76 años, en esta nueva entrega de "Mucha vida que contar", la colección de minidocumentales de Asia Martín con los que la Fundación AISGE reivindica las grandes singladuras artísticas de nuestros veteranos. Recién superado el "monumental susto" de la covid, Teresa nos abre las puertas de su casa valenciana para repasar una trayectoria que nació de la mano de Albert Boadella o Magüi Mira y en la que solo echa en falta "dominar un poco más el lenguaje del cine". Están avisados y avisadas, amigos directores de 'casting'...

La serie de minidocumentales de la Fundación AISGE #MuchaVidaQueContar se enriquece ahora con la gran figura del director de escena murciano Ángel Fernández Montesinos, en plena actividad desde aquel primer estreno suyo de 1954, enrolado en las filas del teatro universitario, en plena Gran Vía de Madrid.Suyos son grandes éxitos tan evidentes como "Por la calle de Alcalá", "Mamá quiero ser artista", el homenaje a la radio "Estamos en el aire" o, ya más recientemente, "Antología del bolero". Ahora, con 90 años ya cumplidos, abre las puertas de su hogar para detallarnos proyectos propios que tiene aún a punto para llevar a escena: un homenaje a Quevedo, "Polvo enamorado", o un recorrido desde el chotis al maestro Chueca por las músicas que mejor definen Madrid.

 

Maravillosa actriz radiofónica. Verso libre en tiempos difíciles. Ambas cosas ha conjugado Ginzo en sus 98 años de existencia. Perteneciente al cuadro de actores de Radio Madrid desde 1946, encarnó con su voz a los más dispares personajes, seguidos por millones de oyentes en aquella España entregada a las ondas. ¿Quién no tiene alguna referencia del serial 'Ama Rosa'? Aunque menos se prodigaba en la gran pantalla, lo hizo con directores tan insignes como Berlanga, Josefina Molina, Olea... Si su talento ya era motivo suficiente para granjearse admiración, su libérrimo pensamiento la erigió casi en divinidad para su entorno. Porque imagínense el significado de ser de izquierdas y feminista en la posguerra. O de solidarizarse con los presos políticos en las agitadas postrimerías de la dictadura. Pues todo ello lo llevó por bandera esta artista sin arredrarse.     

La Fundación AISGE emprende una colección de dedicatorias videográficas a algunos de nuestros socios y socias más emblemáticos y longevos. Esta serie de reportajes lleva por título MUCHA VIDA QUE CONTAR. Y quién mejor que Pacita Tomás, pionera de la danza española, la que a sus 91 años nos cuente algunas cosas de esa tan próspera vida. Como las conversaciones desternillantes que mantiene con su nieto o la decisión más difícil de su vida: abandonar la primera fila de la danza y consagrarse a la docencia cuando nació su hijo.