#MuchaVidaQueContar
Empar Ferrer
El sueño de verano de una niña de Mislata
Ya cuando estudiaba Arte Dramático se lo preguntaba: ¿Por qué no puede haber un teatro profesional en Valencia? Y siguió mientras ponía los pelos de punta al tardofranquismo con los provocadores montajes de Joan Monleón. Y, sobre todo, se lo preguntó cuando trabajó con el director Carles Mira, que “quería hacer cine desde Valencia con gente de Valencia”. La actriz siempre quiso trabajar en su tierra, aunque a veces tuvo que alejarse: porque la reclutara Saza (“¡qué señor!”), la llamara el Centro Dramático Nacional o, incluso, José Luis Moreno le propusiera sustituir a... ¡Lina Morgan! “Algún día se podrá vivir de este oficio desde aquí, quiero verlo antes de morirme”, nos dice desde su casa de Mislata
ASIA MARTÍN (Realización, vídeo, montaje y fotografías)
JUAN ANTONIO CARBAJO (Guion y redacción)
Cuando vuelve la vista al principio, Empar Ferrer –76 años desde el pasado 2 de junio– regresa a los estíos de Mislata, a esa misma casa en la que hoy reside y donde recibe a las cámaras de #MuchaVidaQueContar. Enfrente vivía la señora Julia, que las noches de verano reunía a todos los niños de la calle para contarles cuentos. “Yo creo que todo empezó ahí, con una persona que te hace hace soñar con otro mundo. Y yo quería transmitir eso”, rememora.
Aquella vecina, quizá nunca lo supo, plantó en la niña Empar una semilla que ella misma se encargaría de abonar en los ratos libres que le dejaban los trabajos que encadenó desde los 13 años. Mislata, un pueblecito pegado a Valencia, no era un mundo ajeno a la interpretación, con mucha zarzuela y teatro fallero. “Pero yo quería saber más. Y cuando estoy en el conservatorio de Valencia contacto con gente con la que me unen expectativas, ideas. No éramos tantos los que estábamos locos por hacer estas cosas en Valencia. Ensayábamos mucho y actuábamos poco. Y nos preguntábamos: ¿Por qué no puede haber un teatro profesional en Valencia?”, relata en el documental.
Mediados los setenta, con el franquismo agonizante, Empar Ferrer vive la explosión de Els Pavesos y Joan Monleón, nombres míticos en la escena valenciana que con sus extravagancias anunciaban una nueva era: “transformismo, culos al aire con las cuatro barras pintadas… Éramos muy atrevidos”. Por si no hubiera suficiente compromiso con las raíces, por aquella época se casa con Lluís Fornés, un aventajado representante de la nova cançò valenciana, ganador del Festival de Xátiva, y que cuatro años antes Monleón había contratado para un interludio musical en el primer montaje en el que actuaba la actriz, La infanta Tellina i el rey Matarot (1972). Ambos dejan testimonio en el video de cómo aquel encuentro no comenzó nada bien y de qué pasó para que medio siglo después ambos terminen cantando a dúo para #MuchaVidaQueContar la hermosísima Cançó de pluja de Lluís el Sifoner, alter ego de Fornés.
La creación del Teatro Estable del País Valenciano en 1979 implicó un avance en el camino hacia la profesionalización de los intérpretes en la región. “Ya pasábamos a cobrar y entonces me planteo si dejo mi trabajo como secretaria de dirección y me dedico a ser actriz. Y lo dejé porque tenía a mi lado a un señor como Lluís que dijo: ‘Haz lo que tengas que hacer, que yo estoy aquí”. Por esa época conoce a Carles Mira, un director con una peculiar visión festiva, popular y esperpéntica de lo valenciano y con el que la región tiene una gran deuda pendiente, reivindica Ferrer. “Se le debe un gran homenaje aquí. Su idea era que hubiera una profesión en Valencia que pudiera vivir de su trabajo”. A él le dedicó parte del discurso de agradecimiento del Premio de Honor del Audiovisual Valenciano que recibió en 2020.
Ferrer quiso trabajar siempre en Valencia y “empujar” desde allí. Pero no siempre había ofertas. Eso sí, cada salida fue recompensada con una experiencia enriquecedora. La gira de Filomena Maturano con la compañía de José Sazatornil le hizo trizas el concepto que tenía hasta ese momento del teatro “caduco y comercial”. “Me encuentro con unos profesionales, veo cómo responden delante del público y me doy cuenta de que yo no sé nada y de que tengo que mirarles para aprender. Saza fue un descubrimiento… Y era muy divertido”.
“Otro momento sublime", prosigue, "fue trabajar con Amparo Rivelles. De ella aprendí que hay que ser primera actriz en el escenario y en los camerinos. Me he pasado toda la vida aprendiendo y no me importa: sigo aprendiendo”. Las ofertas continuaban llegando desde Madrid. Del Centro Dramático Nacional, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y de… José Luis Moreno. “Me llamó para sustituir a Lina Morgan. Dije: ¡Madre mía, pero si yo soy actriz dramática. ¿Por qué me llaman para hacer comedia? Y funcionó muy bien“. Su más reciente papel, en la serie de televisión El pueblo, le ha dado estos años una visibilidad que no había tenido antes. “Ahora es un sofoco, una devoción”, dice divertida.
La actriz se siente muy querida en Mislata. Su rostro aparece junto a los de nueve grandes mujeres de la historia relacionadas con la ciencia, el arte o la lucha por los derechos en el mural La nostra història situado en el paseo Clara Campoamor de la localidad. Pero Ferrer también quiso compartir con #MuchaVidaQueContar el refugio familiar en una pedanía a las faldas de la montaña de Dénia. Es allí donde Lluís Fornés (que también es filólogo, ensayista, escritor) y Empar Ferrer hacen balance de su singular relación que les llevó en varias ocasiones a coincidir en el escenario. De testigo, Pera, el hijo que de niño gritaba “mare” desde las butacas del público porque no lograba entender la diferencia entre una madre y una actriz.