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#MuchaVidaQueContar

 

 

 

Fernando Chinarro, el sabio que hizo bandera de la bonhomía

 

 

 

A punto de cumplir los 90, el hombre que durante 12 años prestó su apellido y buen hacer a los payasos de la tele repasa una vida de platós, escenarios, doblajes y locales asociativos. Sus amigos le admiran por modesto y generoso. Por eso una vez Juan Diego escribió: “¡Vivan los ‘chinarros’ de la profesión!”

 

 

     

            

Realización, vídeo, montaje y fotografías: Asia Martín

Redacción y guion: Juan Antonio Carbajo

Fernando Chinarro dice que comenzó “mayor” la profesión de actor. No considera los tiempos primeros en los que estudiaba Arte Dramático, estaba en el cuadro de actores de Radio Intercontinental, trabajaba en varios estudios de doblaje o interpretaba sus primeras obras (“hacíamos a Bertolt Brecht, y en cooperativa, cuando no se ponía en España”). A Chinarro le gusta contar, con aplomo novelero, que su epifanía “en serio” como actor se produjo aquel día en el que Charo Pagés, su compañera de toda la vida, le dijo: “Fernando, siéntate que tenemos que hablar”. Aquella introducción podría ser el preludio de un puñado de situaciones incómodas, temía. Pero lo que surgió realmente de aquella charla fue el espaldarazo definitivo a una vocación que no acababa de crecer por culpa de otros trabajos que daban menos satisfacciones pero más dinero. “Fernando, tú tienes que dejar eso de la representación y dedicarte a lo que te gusta, el teatro, el cine…”, le dijo. Y Chinarro dejó para siempre aparcado el maletín de vendedor y se lanzó a un mundo en el que pronto se haría muy popular. Todo ello lo cuenta en este minidocumental que la Fundación AISGE le dedica cuando está a punto de alcanzar los 90 años.

 

La feliz intervención conyugal fue decisiva para que Fernando (Madrid, octubre de 1933) no sufriera la misma frustración artística que su padre, un bombonero que también tenía la afición pero no la opción de dejarlo todo por los escenarios. Chinarro se volcó en su vocación y pronto llegó a la tele. “No puedo calcular en cuántos Estudios 1 habré intervenido. He trabajado con todos los realizadores de dramáticos de aquella época. Se hicieron trabajos hermosos”. 

 

En 1972 su vida se cruza con la de unos payasos españoles que acaban de llegar de “recorrer América por arriba y por abajo” y empiezan un programa en TVE. Le explica el realizador Manuel Ripoll: “Hace falta un actor para una aventura. ¿Te parece bien hacer el segundo programa?”. “Hice el segundo más otros 400 o 500. En total 12 años. Me ha pasado de todo con los payasos”. Los Payasos de la Tele le dieron fama, aunque a costa de ceder su propia identidad. “A Gabi le dio por llamarme señor Chinarro y así se quedó. Era la víctima y me han dado tartazos, aunque fueron sido pocos... Lo pasamos bien haciendo ese trabajo. No me arrepiento”.

 

Chinarro repasa su paso por el cine. Desde su primera película, con José Luis Borau, “todo un personaje”, a Las truchas, de José Luis García Sánchez, Oso de Oro en el Festival de Berlín en 1979 (“un rodaje precioso”). Siente debilidad por el cine, pero sobre todo como espectador. Confiesa bajito que como actor siempre ha preferido el teatro. Y recuerda su paso por Mérida y aquel Pelo de tormenta en el Maria Guerrero. “Pilar Bardem hacía de madre superiora y yo era el obispo. Se nos quedó clavado”.

 


En el minidocumental dejan sus semblanzas emocionadas la actriz Paloma Escola y el actor Juan Jesús Valverde, coordinador también de la colección de memorias de la Fundación AISGE. Chinarro publicó la suya bajo el título Recuerdos desordenados de un farsante de reparto. “He hecho mucho reparto pero también papeles importantes”, defiende en el video. “Habrá siempre actores secundarios y de reparto, pero no me gustan ninguna de esas palabras”.

 

Juan Diego escribió el prólogo de aquel libro en el que terminaba exclamando “¡Vivan los Chinarros de la profesión!”. Sobre lo que Diego quiso decir, el aludido especula: “Nunca me explicó aquello pero, voy a ser un poco fantasma, iba por el lado de bueno, de gente buena dedicada a esta profesión”.

 

Valverde destaca la modestia de Chinarro (“Siempre atribuía su éxito a los demás”) y su entrega generosa. “He estado en todos los movimientos que se han montado, en las huelgas, en las reivindicaciones”, 12 años en la directiva de la Academia de Cine, en la Unión de Actores, en AISGE… “Los jóvenes no tenéis que olvidaros de que no nos lo regalan, hay que pelearlo. No hemos terminado, habría que seguir reivindicando”.

 

Chinarro graba la entrevista en su domicilio de Madrid acompañado por su compañera Charo, a la que conoció en 1963. Sus tres nietas, Alejandra, Adriana y Norma, se encargan en el minidocumental de descubrir el lado más entrañable de un actor que para ellas era el “héroe” de sus relatos escolares y quien les enseñó “a amar el arte y el cine”.

 

“He sido una persona afortunada dentro de esta dura y hermosa profesión”, concluye antes de gritar un enfático "¡Viva el cine!" y sentarse al final del vídeo a ver por enésima vez Casablanca acurrucado con Charo.

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