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#MuchaVidaQueContar

Los minidocumentales de la Fundación AISGE


Gemma Cuervo, el orgullo de ser alguien importante… para los demás


Pionera. Trabajadora concienzuda. Icono escénico. Pareja y madre de otros genios de la interpretación. Reciente premio Max a toda su trayectoria. Ella lo sigue siendo todo

ASIA MARTÍN / Vídeo, montaje, edición y fotografía

FERNANDO NEIRA (@fneirad) / Entrevista

Pocas mujeres han dejado una huella tan honda en los escenarios españoles a lo largo del último medio siglo. Y casi ninguna ha vivido tan rodeada de otras piezas clave de nuestro universo interpretativo: tanto su pareja como sus hijos fueron o son referentes ineludibles para comprender nuestro teatro, cine y televisión. La serie de minidocumentales de la Fundación AISGE Mucha vida que contar se acerca hasta la casa madrileña de Gemma Cuervo en el verano en que celebra la reciente y muy merecida concesión del Premio Max de Honor al conjunto de su carrera sobre las tablas.

 

A lo largo de esta jornada casera, Gemma no escatima comentarios dedicados a quien fuera su pareja y uno de los mejores actores españoles del siglo XX, Fernando Guillén, ni a ninguno de sus tres hijos, Natalia, Fernando y Cayetana Guillén Cuervo. Los tres aparecen a su vez, por cierto, en esta filmación, para referirse a las virtudes de su progenitora y las enseñanzas adquiridas de ella. “Es un corazón honesto, rebelde y combativo. Fue un motor de cambio social cuando era muy difícil pronunciarse por las libertades”, anota el único varón. “Encarna a una generación que con su activismo cultural cambió el mundo”, se maravilla Cayetana, igual que Natalia conserva aún el asombro de “esa cosa mágica y asombrosa” de ver entre bambalinas, a sus 12 o 13 años, las obras de mamá en el María Guerrero.

 

 

Cuervo hace balance de sus miles de horas teatrales, de personajes como Adolfo Marsillach o José Tamayo y de cómo, “a fuerza de mucha responsabilidad y mucho conocimiento del medio, todos los días de tu vida”, llegaría a alcanzar la condición de primera actriz. Recuerda episodios de la época, como la multitudinaria boda con Fernando en la iglesia barcelonesa de Santa Ana o los viajes de la compañía en La Carlota, una camioneta destartalada en la que surgían goteras cada vez que caía el más tímido chubasco. “Progresamos mucho cuando Fernando y yo tuvimos para comprarnos un coche pequeñito. Viajábamos al lado de La Carlota, pero ya en nuestro coche”, relata con toda ternura.

 

A Cuervo solo le queda la espinita de haber tenido muy poca carrera cinematográfica, pese a papeles tan apreciables como el de la película El mundo sigue, de Fernando Fernán Gómez. “¡España es así! Me asociaban con el teatro y solo con el teatro, y ya no me veían en otra cosa”, se lamenta. Pero su balance vital es radiante. “Aún hoy me reconocen, y me encanta. Me da mucha alegría ser alguien importante para ellos. No es que yo lo sea, pero para ellos sí”.

 

 

Concluye Gemma Cuervo su paso por Mucha vida que contar anotando con sosiego: “Me estoy haciendo mayor muy suavemente, muy serenamente, entendiéndolo muy bien”. Y avisando de que podría regresar a la profesión, si se lo pidieran, en cualquier momento. Como tantas otras veces: desde su juventud, cuando fue beligerante en la defensa de los derechos sociales y laborales de la mujer, y cuando ya en la madurez le propusieron a la cándida y deliciosa Vicenta, en Aquí no hay quien viva, y se erigió en ídolo para toda una nueva generación.

 

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