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#MuchaVidaQueContar

#minidocumentales

 

Juan Carlos Sánchez

El catedrático de las máscaras

 

Aprendió a ser actor vagando con una compañía universitaria por los pueblos de Andalucía. Supo que aquella profesión recibía un trato mísero entre bastidores y clamó por más dignidad. Ese aliento se atisba en cada paso de su carrera: en las compañías que montó para “hacer buen teatro y llevárselo a la gente”, en el Instituto de Teatro de Sevilla o en “la gran aventura” de su vida: los talleres de máscaras contemporáneas. Inspirándose en la Comedia del Arte, este sevillano ha ayudado a cerca de 400 estudiantes “a encontrar su personaje y trabajarlo”. “Es lo que me ha dado más estímulos”, anota en el arranque de este nuevo minidocumental de la Fundación AISGE

ASIA MARTÍN (Realización, vídeo y montaje)

JUAN ANTONIO CARBAJO (Guion y redacción)

El veneno del teatro universitario sevillano en los sesenta se cobró dos víctimas en las aulas de la Facultad de Medicina, dos alumnos que se sentaban juntos a fumar Celtas en las últimas filas del aula porque empezaban a compartir una pasión ajena a la biología. Uno de ellos era Juan Carlos Sánchez (Sevilla, 1946), un chaval del barrio de la Alfalfa que había descubierto las bondades del teatro a los 16 años en las Escuelas Pías, cuando el cura concedió dio un papel protagonista en una obra y al día siguiente el temido profesor de Matemáticas le felicitó. “Y descubrí que eso del teatro estaba bien”, resume con humor. Sánchez arrastraría a su compañero de facultad al grupo universitario dirigido por Rafael Arbide y ambos quedarían atrapados. Ninguno terminó la carrera y los dos mantuvieron una amistad que aún persiste. El segundo, por cierto, se llama Miguel Rellán, y recuerda estos tiempos “del Pleistoceno” en este videodocumental de #MuchaVidaQueContar.

 

Juan Carlos Sánchez, fotografiado por Alonso Espartero

Sánchez relata en su casa en el barrio de la Macarena que aprendió el oficio viajando por los pueblos. Había ilusión, risas, pero también la confirmación de que El viaje a ninguna parte seguía siendo una realidad en aquella España. “Eso me despertó una conciencia de que había muchas cosas que mejorar”. Dejó a Arbide a los cinco años en busca de algo más comprometido y cofundó Esperpento, un grupo que nació, según su manifiesto, para elevar el nivel de los profesionales, llegar a públicos que no tenían acceso a la cultura y crear centros estables de teatro en Andalucía. “Empezamos a hablar de dramaturgia, todo era estudiar, formarse… Podíamos estar nueve meses trabajando un texto sin ponernos de acuerdo”, cuenta en el vídeo.

 

La animosa actividad de los grupos independientes de la ciudad fue abriendo mentes a la par que despertaba cierta incomprensión en la ciudad. Fue por esto que, cumplida la treintena, Sánchez decidió cambiar de aires y probar suerte en Madrid. Los sevillanos mostrarían allí el resultado de tantos años de debate y reflexión. Su escuela dictaba que “los actores se expresaran de manera integral, no solo con buena dicción”. Por eso resume: “Nosotros trabajábamos con todo el cuerpo”.

 

La aventura madrileña se vio interrumpida abruptamente a los tres años. Se dio la casualidad de que una integrante del grupo Esperpento, Amparo Rubiales, llegó a la vicepresidencia de la Diputación de Sevilla y desde allí impulsó la creación del instituto teatral que tantas veces habían demandado. “Me fueron a buscar a Madrid: ‘¿Te vienes?’, me propusieron. Y yo les contesté: ‘Claro que sí”. Un momento que aún remueve la emoción en el actor. Aquella propuesta abrió un paréntesis de 18 años que le alejaron de los escenarios. A cambio, llegó a dirigir el Instituto del Teatro de Sevilla. “Nosotros hablábamos del actor integral. Era pretencioso, pero tenía sentido. Actores que cantan, bailan, tocan un instrumento, hacen pantomima, interpretación… Han salido 180 alumnos con la formación completa”. Y cita a Paco Tous, Paco León, Maite Sandoval, Julián Villagrán, Álex O’Dogherty, Belén López, Cuca Escribano, José Luis García Pérez… Cuando cerró el instituto, Sánchez había cumplido la cincuentena. “Me había convertido en una persona mayor y tuve que aprender a ser una persona mayor en el escenario”.

 

Sánchez, retratado nuevamente por Espartero

 

Durante su tiempo en el instituto, ideó unas clases de interpretación que ha seguido organizando hasta hoy. Las bautizó como “talleres de máscaras contemporáneas” y son un intento de actualizar los personajes de la Comedia del Arte. El actor recuerda aún la fascinación que le causó un recital del Piccolo Teatro de Milán. “Manejaban el cuerpo con una destreza extraordinaria y yo quería eso, que todo mi cuerpo participara de mis personajes”, relata. “Los talleres han sido la gran aventura de mi vida. Ahí está mi estética, mi manera de ser actor, lo que quiero contarle a los actores… Tengo entre 400 y 450 máscaras, personajes sacados a lo largo de 40 años”. 

 

“Aquel taller fue un momento de mucha revelación, aunque fue la bomba de complicado de comprender”, dice en el vídeo con lógica complicidad una de sus alumnas: la actriz y realizadora Ana Ruiz, con la que desde entonces el actor comparte su vida. “Ana fue la primera máscara negra, que son aquellas que no solo producen risa, sino que conmueven”, explica Sánchez destilando su magisterio. “Una de mis normas es que si quieres conmover a una persona, primero hazla reír. Se relaja y entonces la emoción fluye con más facilidad”.  Queda claro, pues, que su faceta de profesor es lo más estimulante para el actor. ¿Su logro?: “400 alumnos que han podido encontrar su personaje y trabajarlo”.

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