#MuchaVidaQueContar
#minidocumentales
Juli Mira
La voz de Dios habla en valenciano
Este alcoyano bonachón que habla como si tallara cada palabra es uno de los actores más queridos de la Comunidad Valenciana. Llegó al teatro aficionado muy joven, pero la vocación tardó en convertirse en profesión. A punto de cumplir los 40, una oferta para doblar en valenciano le sacó de la sucursal bancaria donde había sepultado sus ilusiones. Fue el primer peldaño de una carrera que le llevó por los teatros y televisiones de Valencia, Barcelona y Madrid en dos décadas vertiginosas. Aquel giro “fue un milagro”: no en vano, en Canal Nou se le conocía como la ‘veu de Déu’ (la voz de Dios)
ASIA MARTÍN (Realización, vídeo, montaje y fotografías)
JUAN ANTONIO CARBAJO (Guion y redacción)
Las cámaras de #MuchaVidaQueContar desembarcan en Alcoi (Alicante) justo cuando la ciudad se engalana para su fiesta más emblemática, la de Moros y Cristianos. Este año, el cartel de fiestas que inunda las plazas lo protagoniza Juli Mira (Alcoi, 1949), un vecino que ha hecho sobrados méritos para ello. Y no solo porque sea un actor criado en los grupos locales y reconocido en todo el arco mediterráneo. Por encima de todo, es un alcoyano que siempre que ha podido –y eso ha sido casi siempre– ha desfilado por las calles con su filà mora. “La fiesta de Moros y Cristianos es una puesta en escena magnífica, grandiosa”, sentencia anteponiendo su visión actoral en el arranque del vídeo.
Alcoi es una ciudad entregada al espectáculo. Recuerda Mira en el minidocumental que la localidad siempre mantuvo una relación especial con la cultura y la escena. Llegó a conocer tres teatros, uno de los cuales, el Teatro Circo, era tras el Arriaga de Bilbao el de mejor acústica de España. “Eso decían los intérpretes que venían de fuera. Cualquier susurro en el escenario se oía en la última butaca del gallinero”. Allí actuaba el joven Mira con el grupo local La Cazuela, un semillero de artistas y vanguardia que tiene su lugar en la historia del teatro independiente español. En él ya despuntaba el director Adolfo Mataix, un año exacto mayor que él (ambos nacieron un 2 de mayo), con el que selló una complicidad que hoy perdura. “Era tu sueño ser actor y no has regateado esfuerzos hasta conseguirlo”, le dice Mataix en el vídeo.
El sueño tardó unos años en hacerse realidad. Juli Mira dedicaba a la interpretación el tiempo libre que le dejaba su puesto en la sucursal del Banco Hispano Americano. “La oportunidad me llegó a los 39 años, cuando tenía ya muy asumida la frustración. Pero sucedió”. Lluís Miquel Campos, director de Estudis Tabalet, relata en el vídeo el momento en el que le propuso a Mira cambiar de trabajo, ciudad y vida. “Me hicieron una oferta lo suficientemente razonable y deshonesta”, resume el actor replicando a uno de los grandes personajes a los que a partir de ese momento tuvo la oportunidad de prestar su voz en valenciano, el Marlon Brando de El Padrino. Estremece escucharlo en ese tono que era hipnótico hasta para las amigas de su hija, Ariadna Mira, que relata divertida cómo llamaban a casa solo para oír la voz de su padre encapsulada en el contestador.
Mira disfrutó del doblaje, un trabajo que defiende con decisión: “Cuando te lo tomas en serio es tan creativo como el teatro o el cine”, dice. “Pero llegó un momento en que me había convertido en un funcionario del doblaje y yo lo que quería era hacer de todo”. Esa fue la segunda voltereta que Juli Mira dio a su vida y que, pese al riesgo, también salió bien. “Empezó a lloverme el trabajo de una manera exagerada, vivía en el puente aéreo”. Se podía ver a Mira en series de Canal Nou y TV3 o en montajes del Centre Dramàtic de la Generalitat Valenciana y del Centro Dramático Nacional. En este último estrenó el Rey Lear: “Lo disfruté muchísimo, una de las funciones más importantes que he hecho”, rememora. Sin embargo, a la hora de reseñar los personajes más entrañables de su carrera, el actor prefiere buscar en su cinematografía. Y cita: el tío Ramonet de Gracias por la propina (Francesc Bellmunt, 1997), el doctor Ferrús de La isla del holandés (Sigfrid Monleón, 2001) y el padre de Jaime Gil de Biedma en El cónsul de Sodoma (Sigfrid Monleón, 2009).
Juli cuenta que ha ido tejiendo su carrera como quien sube una escalera peldaño a peldaño, sin darse apenas cuenta de que estaba ascendiendo. “Y mira, ahora veo los principios allá abajo… Es realmente muy gratificante”, resume como balance sin ocultar las ganas de seguir trabajando. Aunque para ello deberá esperar unos meses. El actor ha ganado cuatro combates al cáncer en los últimos 11 años. Uno de ellos amenazaba directamente a sus cuerdas vocales, que afortunadamente se salvaron del embate. Ahora se encuentra en plena batalla contra el quinto, un síndrome mielodisplásico que intenta domeñar para seguir en pie haciendo lo que más le gusta: actuar, y quizá, volver a desfilar con la filà morisca en los próximos Moros y Cristianos.