#MuchaVidaQueContar
Los minidocumentales de la Fundación AISGE
Carmen Arévalo, la feliz artesana del teatro que nunca quiso ser una estrella
Nunca lo tuvo fácil, y menos habiendo crecido en un pueblito muy humilde de la Alcarria. Pero ya en el cole sintió cómo "las lágrimas queman por dentro" desde lo alto de un escenario. Entre sus mayores admiradores figura Daniel Sánchez Arévalo, su hijo cineasta. "Me enseñó lo importante y delicado que es el oficio de interpretar"
Vídeo, realización, fotografías: Asia Martín
Entrevista: Fernando Neira“Soy una persona muy positiva y no siento que me haya perdido nada. Ni siquiera he querido ser una estrella. ¡Creo que me agobiaría muchísimo!”. La reflexión retrata perfectamente, con esa humildad, lucidez y ternura de la que siempre hace gala, a la actriz Carmen Arévalo, protagonista de una nueva entrega de #MuchaVidaQueContar, la serie de minidocumentales con los que la Fundación AISGE celebra el trabajo, el talento y las enseñanzas de nuestros actores y actrices de más largas trayectorias.
Arévalo, que se presenta ante el espectador canturreando Summertime, de George Gerswhin, como una de sus canciones fetiche, es un ejemplo preclaro de cómo la interpretación a veces surge como una vocación irrefrenable y se erige en razón de ser y forma de vida aun en contra de todas las circunstancias y opiniones. Natural de Cifuentes, un pueblito de la Alcarria de Guadalajara con apenas 1.600 habitantes, comenzó familiarizándose con teatro en el cole “porque la profesora quería tenernos ocupados para que no hiciéramos mucho el gamberro”. Pero en la primera representación, con sus padres y su abuela conteniendo el aliento de la emoción desde el patio de butacas, se percató de que aquello le gustaba más que nada en el mundo. “¡Las lágrimas me quemaban por dentro!”, resume.
Durante años desvió el grueso de sus atenciones al cuidado de sus tres hijos, el hoy compositor Ignacio Sánchez Arévalo, la bailarina y coreógrafa Paula Sánchez Arévalo y el cineasta Daniel Sánchez Arévalo, de quien todos recordamos títulos como AzulOscuroCasiNegro, Primos, La gran familia española o Diecisiete. Los tres asoman por este documental para glosar la figura de su madre, de la que Ignacio, el primogénito, resume: “¡Es la caña! Desde un pueblo muy humilde supo convertirse en lo que más quería ser. Se hizo a sí misma pese a que no contó con ninguna facilidad”.
En el momento en que los tres, ya más creciditos, se afianzaron en sus trayectorias escolares, Carmen notó que volvían a faltarle las motivaciones personales. “Me dio una bajona”, se sincera en este episodio de MuchaVidaQueContar. “Podría ser una depresión, pero en esa época no se llevaba llamarlo así…”. Consiguió resarcirse tomando la decisión, a la postre, más decisiva: estudiar en el Teatro Estable Independiente, donde profesores como Miguel Narros, José Carlos Plaza o William Layton acabaron por inocularle el veneno de la interpretación. Debutó con uno de los textos lorquianos más complejos, Así que pasen cinco años, y en su trayectoria se suceden hitos como aquella Medea con Núria Espert, unas Luces de bohemia a cargo de José Tamayo (no se pierdan la imitación ante la cámara del inolvidable director) o El sueño de una noche de verano, que Miguel Narros llevó a las tablas en 1987 y durante la que conoció a su gran amor, el actor Héctor Colomé. “Fue un flechazo”, suspira ante la cámara. “Era imposible quererle más. El cáncer se lo llevó muy pronto”. Y revela: “La vida sigue, no me importaría tener novio…”.
Arévalo también repasa para la Fundación AISGE su faceta cinematográfica o televisiva, orgullosa de papeles como el de progenitora de Belén Rueda en Madre (Telecinco, 2020), o la etapa en la que ejerció el doblaje y se especializó en dibujos animados. Daniel, su hijo más emparentado con el cine, admite el ascendente de Carmen Arévalo cuando ejerce la dirección: “Mi madre es una grandísima artesana, y esa es la esencia de este oficio. La tengo mucho en mente cuando dirijo, porque sé lo importante y delicado que es ser actor o actriz”.
Aun con todos los parabienes, Carmen Arévalo es consecuente en su empeño cabal de no darme más importancia de la debida. Por eso resume: “Tengo una trayectoria sin grandes alharacas, pero que me ha permitido el milagro de vivir de este oficio. Soy feliz sin ser necia; y si sufro un bajón… me pongo a cantar”.