#MuchaVidaQueContar
Lucio Romero
Lección de supervivencia
del decano de los actores
El artista malagueño acaba de recibir el homenaje de la Fundación AISGE por su longeva carrera profesional, que le convierte en el decano de los artistas en activo siguiendo a rajatabla el consejo de Fernando Fernán Gómez: “En esta profesión, lo importante no es triunfar, es permanecer”. Lo ha conseguido durante seis décadas y media alternando “éxitos y desengaños al 50 por ciento”. Conoció la penuria (“he pasado mucha hambre”) y la vileza. Pero salió adelante gracias a una inquebrantable fe en sí mismo. Como cuando, a punto de arrojar la toalla, logró su primer gran papel tras perseguir a Alfonso Paso e insistirle: “Hágame la prueba, don Alfonso, que soy un gran actor”
ASIA MARTÍN (Realización, vídeo y montaje)
JUAN ANTONIO CARBAJO (Guion y redacción)
El contador de la vida profesional de José Lucio Romero, que suma 64 años de actividad, arranca, según decisión propia, en el momento en el que deja Málaga para irse a la otra punta de España y enrolarse en una compañía ambulante de Figueres (Girona) que buscaba actores jóvenes. Dejaba atrás, no sin llantos maternos y amenazas paternas, su casa de la calle de San Juan, escenario de su infancia y juventud, en cuyo bajo estaba la carnicería que regentaba un padre amante del teatro. “Me llevaba casi a diario al Alcázar a ver funciones. Aquello me deslumbraba y algunas veces me cogieron para hacer figuración. Me entró el venenillo”. Cuando tocaba ayudar en la carnicería, atendía de punta en blanco, con traje y corbata. Llamaba la atención de una clientela entre la que se encontraban las dos mujeres que le empujaron a tomarse en serio su vocación: la mecenas teatral Ángeles Rubio, condesa de Berlanga y esposa de Edgar Neville, y la actriz Guillermina Soto. Ambas tenían grupos teatrales, y ambas, “a escondidas” del padre, se lo rifaban, cuenta Romero en el documental de la serie #MuchaVidaQueContar que le dedica la Fundación AISGE.
En el momento en que decide en firme vivir de la profesión, esta le enseñó su cara más amarga. “En Cataluña cobraba muy poquito, viajaba en carros de cebollas… Dejé en Málaga las chuletas, la ropa, el lujo… por pasar calamidades. Pero lo prefería”, relata. Trató luego de abrirse camino Madrid sin que la cosa mejorara. En su debut, en el teatro Torre de Madrid, el empresario le pagó menos de la mitad del sueldo reglamentario y, para que no pudiera denunciarle, le cambió el nombre. En los carteles figuraba un tal José Gómez Lucio, que aún consta en los registros teatrales como actor de una sola obra.
El giro de guion llegó tras siete años de pelea, cuando ya rondaba por su cabeza poner fin a su aventura y regresar a Málaga. Lucio Romero fue en busca de su oportunidad, un papel vacante en la obra del dramaturgo de moda, Alfonso Paso. “Era un personaje que no pronuncia la p en todo el guion, el personaje más difícil que puede tener cualquier actor”, cuenta. Su relato para conseguir el trabajo es una lección de supervivencia teatral. Persiguió al autor por los cafés que frecuentaba, se impuso a la animadversión de su ayudante y, tras pedirle que comprobara que era “muy buen actor”, consiguió la prueba e inmediatamente, el papel. “Fírmale el contrato ahora mismo”, le espetó Paso al ayudante hostil. Romero se emociona a contarlo. “Tras aquello, dije: Ya no vuelvo a Málaga”.
El actor recuerda a algunos de sus maestros, pero destaca en especial a José Sazatornil Saza, al que conoció en Málaga cuando era todavía un aficionado que no perdía oportunidad de acercarse a los artistas que pasaban por la ciudad. “Iba a pedirle autógrafos todas las noches”. Se cruzaron luego muchas veces en los escenarios. Y a él se encomendó cuando, ya en la senda del éxito, quiso convertirse en promotor teatral. Le pidió que le dirigiera en La droga, de Horacio Ruiz de la Fuente, una obra que le permitió durante “cinco años vivir de la droga, artísticamente”, bromea. Saza fue el que le dijo: “Nunca digas la edad porque no te beneficia”. Y nosotros, en este caso, lo secundamos.
Había abandonado el acento andaluz por consejo de Manuel Dicenta, otro de sus maestros, (“si en vez de decir ‘¿qué hago?’ dices ‘cago’, va a oler muy mal, me decía”). Pero por exigencias del guion tuvo que recuperarlo para su primer papel en televisión. “Y claro, me lucí”, dice sin rubor. Comenzó entonces para el actor “una época de gloria” en los dramáticos de TVE, una etapa en la que, eso sí, no paraba de estudiar. “Me apartaba del mundo”.
Romero es, ante todo, actor de teatro. Del cine, donde calcula que ha hecho una treintena de “papeles higiénicos”, tiene dos recuerdos enmarcados. Sus participaciones en el Marcelino pan y vino de Luigi Comencini, que rodó en Italia junto a Fernando Fernández Gómez y Alfredo Landa, y en El camino de los ingleses, de Antonio Banderas, que vino al mundo en Málaga en agosto de 1960, justo cuando Romero emprendía su viaje a Figueres. “Yo le veía con 15 años en Málaga cuando venía con las compañías de Madrid. Le tenemos mucho cariño y respeto aquí”, recordó Banderas en la presentación de la película . “Nunca he tenido un rodaje tan cómodo ni con tanto cariño como ese”, explica Romero en el videodocumental.
Si tuviera la oportunidad de volver a empezar, Romero solo corregiría dos capítulos de su biografía. Cree que se fue de Málaga en busca de su destino demasiado tarde. “Pero es que cada vez que decía de irme, era un llanto tan grande en casa que parecía que me iba a la guerra”. El otro sería resistirse a la tentación de volver a coleccionar carteles de cine. Su otra pasión y su pesadilla. Nunca hay espacio suficiente para ellos. “Tengo más de 3.000 y podrían llenar el Museo del Prado. Todos mis ahorros están ahí”.
Mientras, sigue trabajando. En los últimos dos años ha rodado Mi querida calle San Juan, de Daniel Sanchidrián y El señor Cosmos y Holter, ambas con José Carlos y Cristóbal Zumaquero. Los tres realizadores participan en el video para agradecer su actitud de querer ayudar a los jóvenes. “Y esperamos que siga siendo mucho tiempo el actor en activo más longevo de España”, dice José Carlos. Algo para lo que Lucio Romero se muestra dispuesto: “Queridos directores, jóvenes y mayores, aquí me tenéis en activo y con muchas ganas de trabajar”, se despide.