#MuchaVidaQueContar
Manuel Lourenzo
Un sabio al servicio del teatro gallego
Ha escrito más de 300 obras, la mayoría de teatro y todas en gallego. Ha participado en cerca de 200 espectáculos ya sea como autor, actor o director; o como todo a la vez. Cifras apabullantes tras las que se esconde un hombre sabio de aldea que trató de convertir el teatro en una imbatible herramienta cultural: lo usó en las academias para que sus alumnos aprendieran Historia o Literatura, lo llevó a rincones de Galicia donde nadie “había visto tal cosa" y creó grupos que eran también escuela de actores y taller de reflexión y publicaciones. Pero como suele pasar, la televisión sentenció. En su tierra le conocen como Melgacho, por su papel en la serie ‘Mareas vivas’, y en el resto de España como Terito, el contrabandista de ‘Fariña’, un personaje que interpretaba (y nadie lo sabía) todo un premio nacional de literatura dramática.
ASIA MARTÍN (Realización, vídeo y montaje)
JUAN ANTONIO CARBAJO (Guion y redacción)
Llegado a los 80 años, el dramaturgo Manuel Lourenzo (Ferreira de Valadouro, Lugo, 1943) se declara rotundamente feliz. Nos citamos en su casa de la aldea de Vilaúde, muy cerca del pueblo en el que creció rodeado de montañas y leyendas. “Hubo un suceso allí, una cosa extraña. Los caballos se negaban a pasar el puente. Se hablaba de una presencia extraña vestida de negro, muy alta. Y yo, que en aquel entonces era un niño, escribí una obra que titulé O moucho (El búho)”, explica el autor, director y actor en el minidocumental #MuchaVidaQueContar que le dedica la Fundación AISGE. Aquella obra adolescente fue la primera. Ahora su producción abarca siete tomos que aún pueden crecer porque Lourenzo continúa levantándose al alba para escribir a mano en sus cuadernos. “Antes pensaba que escribir era quitarle horas a la vida, ahora sé que es ganarle horas a la muerte. Mis personajes van a durar más que yo, luego van a alargar mi vida. Ironía galaica”, dice en el arranque del vídeo.
Poco dado a las alharacas y la grandilocuencia, para conocer la verdadera trascendencia de Manuel Lourenzo en el teatro gallego es necesario recurrir a otras voces. Alberte Ansede, coordinador de la edición de obra teatral del dramaturgo, participa en el documental para abrirnos los ojos: “Es un infatigable trabajador que construyó un monumento literario extraordinario. Pero además de crear una enorme obra, participó como director o autor en más de 200 espectáculos, en 35 películas, conferenciante habitual, autor de libritos de ópera, promotor de compañías de teatro… Todo para construir un teatro nacional galego”.
“En el teatro gallego soy un trabajador más”, precisa humilde Lourenzo. “Lo que pasa es que fui un trabajador con ambición y oficio, porque solo con la ambición no me llegaba. Tuve que prepararme y prepararme mucho. Yo estuve estudiando teatro desde que fui consciente de que el teatro iba a ser mi vida”. Y lo hizo con la avidez de un lector infatigable cuya vasta cultura empezaba a no tener límites: los clásicos griegos, el teatro del absurdo que devoró en francés, el Shakespeare que disfrutaba en el Globe Theatre de Londres o en Stratford-upon-Avon (“yo no sabía inglés, pero sabía Shakespeare”, dice), el ciclo artúrico y la mitología galaica y atlántica… “Me importa mucho el señor Merlín, que tengo aquí”, y señala una escultura del mago que preside su despacho y comparte planos con él durante la entrevista.
Cuando cierra los libros y los cuadernos, Lourenzo escucha a la gente. Algunos de los argumentos de sus obras han surgido “de las historias que oyó a las velliñas de Valadouro”. Relatos populares que se empeñó en devolver a los caminos. En 1967 creó Teatro Circo y llevó al grupo a “todos los puntos de Galicia”. “La gente decía que nunca había visto tal cosa y estaba maravillada”. Lourenzo entonces tenía un sueño: “Yo pensaba que si en cada comarca se creara un grupo de teatro, entonces sería posible que toda Galicia tuviera un teatro suyo, que hablara de las cosas propias, y al mismo tiempo diera noticia del teatro universal, porque también hay que estar en el mundo. Nos quitaría de ese empobrecimiento cultural que teníamos. Pero no fue posible crear nada colectivo”.
Desvanecido aquel sueño, Lourenzo se centró en construir su propio camino. A Teatro Circo le sucedió la Escola Dramática Galega (1978), “que fue un foco de creación de libros, de arte, de todo”; y a esta, la compañía Luis Seoane (1983), que le permitió ya dedicarse profesionalmente al teatro y dejar las academias en las que ciertamente ejercía como un profesor peculiar: “Parte de mi enseñanza era a través del teatro, con títeres, con los alumnos como actores… Para aprender Historia o Literatura no hay cosa mejor que el teatro”, comenta. Su último proyecto, aún vivo, es Casahamlet (1998). “Pretendimos tener una escuela de teatro profesional de una cierta altura”. En todas esas compañías dirigió cerca de 200 obras y actuó en un centenar. En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Dramática y en 2008, el Premio Nacional de Artes Escénicas.
Durante mucho tiempo, Lourenzo evitó el audiovisual. Cuenta en el minidocumental que los primeros papeles que le ofrecían "los hacía adrede con desgana para que no tuvieran la tentación” de cogerle. Y aún así, insistieron. “Me escribieron un papel especial para mí, según me dijeron. El personaje se llamaba Melgacho. Y así me siguen llamando aquí en Ferreira, ya nadie me llama Manuel”. Aquel trabajo fue en la serie Mareas vivas, creada por Antón Reixa para la Televisión de Galicia (TVG).
Su papel más popular fuera de Galicia lo tuvo en la serie Fariña (2018), de Antena 3, donde encarnaba al contrabandista Terito, el jefe de los clanes de la ría de Arousa. “Apareció de repente, no esperaba ya un trabajo de esa manera. Y digo de esa manera porque fue muy cuidadoso, con muchísimos medios, como yo no había visto”, dice. Y confiesa divertido por qué le cuesta verse en la serie. Cuando se caracterizó de Terito y se miró al espejo lo que se encontró fue el vivo retrato de su tío Manolo, confiesa. “Entonces dije: ‘Voy a hacer como haría mi tío Manolo’. Y realmente soy él, una repetición. No puedo ver Fariña porque me da la risa, estoy viendo a mi tío Manolo”.
Lourenzo deja patente su admiración por Álvaro Cunqueiro, al que conoció cuando iba a entregarle los derechos por representar su O incerto señor don Hamlet. “Quedó flipado. No era consciente de que se podía ganar dinero con el teatro, por eso no escribió más teatro, mira tú qué desgracia, lo confesó él mismo”, explica adaptando su lenguaje a los tiempos. El actor no puede evitar en ese momento recordar el fragmento de la obra donde Cunquiero describe Elsinor, la residencia danesa de Hamlet. Un instante mágico del vídeo. “Recitar Cunqueiro es un placer tan grande que no imagino otro mayor”, se justifica. “Aunque si yo supiera inglés, me pasaría lo mismo con Shakespeare“.