#MuchaVidaQueContar
Pep Munné
El actor que ya encontró las respuestas
Para que el artista barcelonés pueda celebrar hoy medio siglo de trayectoria artística hizo falta que se cruzaran en su vida tres personas: un defensa sin escrúpulos, un coronel cinéfilo y el dueño del bar más mítico de Cadaqués. El primero acabó con su carrera de futbolista profesional de una patada. El segundo entendió que un actor ya prometedor no podía estar arrumbado en el Ampurdán con un petate. Y Pere, el del Marítim, le espabiló para que abandonara su retiro bohemio y volviera a los escenarios. Fue entonces cuando realmente supo lo que quería hacer: “teatro en vaqueros y camiseta”. Muchos le reconocen por ‘La casa de papel’, pero Munné se ha pasado toda su carrera buscando respuestas al hecho escénico. Ahora las comparte con sabiduría y serenidad en este documental #MuchaVida Que Contar que le dedica la Fundación AISGE
ASIA MARTÍN (Realización, vídeo y montaje)
JUAN ANTONIO CARBAJO (Guion y redacción)
En realidad, para confeccionar una biografía tan plena como la de Josep Munné (Barcelona, 3 de julio de 1953) hacen falta más de tres nombres. En los créditos también debe aparecer su padre, José Munné, delantero del “mejor Valladolid de la historia”, líder varias jornadas en la Primera de los cincuenta, y que habría de condicionar los pasos del joven Pep (entonces también José). “Claro, tenía que ser futbolista y con 13 años entré en el Barça”, relata en el vídeo.
Con 20 años, el FC Barcelona le cedió al Rayo Vallecano en Madrid. No solo iba a jugar en Primera. Además, aquel joven que ya asistía a clases de interpretación, pensando en que podía ser una opción para cuando colgara las botas, tuvo la oportunidad de “ver teatro de verdad, de conocer a los grandes maestros, esa gente que es necesario escuchar para que la tradición actoral siga”, reivindica.
Otro nombre: José Bódalo, idolatrado por Munné, el más futbolero de los maestros. Tanto, que tenía acceso directo al vestuario del Rayo. Munné hace en el vídeo una crónica vertiginosa del 31 de marzo de 1974, cuando todo cambió. Bódalo chiva al entrenador que le vio trasnochando en el café Dorín, la lonja de contratación de actores de la época. El míster, Olmedo, decide entonces que juegue Felines. Este se niega: “El 9 es de Munné”. Y sale Munné. Tras dos acometidas de un “defensa salvaje”, curiosamente del Valladolid, abandona el campo con el tobillo roto. Fue su último partido como profesional.
Munné aprovecha la baja y se presenta a un casting para el musical Godspell. En la audición recibe su primer gran consejo del director, John-Michael Tebelak. “Nos dijo: ‘Trabajad para ciegos, para sordos y para niños’. Y pensé: qué razón tiene. Para sordos, con el gesto. Para ciegos, con la voz. Y para niños, por el juego”. No había respuesta, pero, justo la víspera de su regreso a Barcelona para reincorporarse al Barça, sonó el teléfono. “Me habían cogido. Se me abrió la ventana de mi vida. Y nos quedamos en Madrid”.
De Godspell le sacó la mili en pleno éxito y lo que parecía el fin se convirtió en una oportunidad. Le ayudó un coronel amante del cine que lo trajo a Madrid… y le redujo el compromiso con la patria a una visita un día al mes. “Le convenció mi representante, que le dijo que TVE me necesitaba. Empecé a trabajar muchísimo y pensé: qué suerte he tenido porque mucha gente se quedó haciendo Godspell y luego no tuvieron trabajo”.
Munné se convirtió en un rostro habitual de la televisión, el cine y el teatro, donde disfrutaba con retos como el de enfrentarse a Shakespeare. Lo hizo en unas cuantas ocasiones. “En Shakespeare está todo contado. No se pueden decir mejor las cosas. Pero tú has de tener capacidad para transmitirlo; no para para actuarlo, sino para transmitirlo. Tenemos que transmitir”, enfatiza en una de las reflexiones sobre experiencia actoral que comparte en el vídeo.
Pep necesitó huir de tanto vértigo y se refugió un año largo en Cadaqués para reflexionar sobre todo lo que le había ocurrido. Prácticamente había abandonado la profesión. Allí fue donde Pere, el dueño del Marítim, el local que frecuentaron Josep Pla, Dalí o García Márquez, le dijo un día: “Tú eres actor? ¿Qué haces entonces aquí? Fot es camp!” (¡Lárgate!).
El actor había decidido cambiar de rumbo. “Quiero hacer un teatro diferente. Quiero contar la historia de la gente que nos rodea, salir al escenario en vaqueros y camiseta”, le explicó de vuelta a Barcelona al director y amigo Josep Costa. De esa reflexión nació el Teatro Urbá de Barcelona, con Costa dirigiendo y Munné actuando y produciendo. “Fue maravilloso”. Estrenaron obras como Danny y Roberta o Johnny cogió su fusil. A esa experiencia le sucedió la del Sant Andreu Teatre (SAT), dos naves de autobuses reconvertidas en centros de creación e interpretación.
Ha hecho “de todo” en cine –lo último, tres películas en Argentina– y en televisión, donde Munné destaca la serie Génesis, en la mente del asesino. Ahí trabajaba ya el equipo de efectos especiales de La casa de papel, la serie que disparó la popularidad de este actor. “Pasé en menos de una semana de tener 300 seguidores en Instagram a 25.000”, relata sorprendido por la magnitud de los números. Sobre todo porque lo que él ahora prefiere es “trabajar en salas cada vez más pequeñas, ante 80 o 100 personas como máximo”.
Pep Munné se apuntó tarde a la paternidad. “Ahora debería ser abuelo, pero soy padre. Paso más horas cuidando de mis hijos que trabajando”. El mayor, Max, se prepara en el Instituto del Teatro para ser bailarín. La pequeña, Miranda, ya ha debutado en el cine en L’home dels nassos (2023). La pueden conocer al final del vídeo, donde cuenta con desparpajo a qué quiere dedicarse ante la estupefacción de un padre que, solo con el tiempo, ha empezado a entender el misterio de este oficio de actor.