Adiós, Fendetestas
Los actores lloran la muerte de Alfredo Landa
- Fue el maquinador Castrillo de ‘Atraco a las tres’, el adusto detective Areta de ‘El crack’, el inolvidable Paco el Bajo de ‘Los santos inocentes’ y el Malvís que operaba como Fendetestas en ‘El bosque animado’, todos personajes memorables del cine español
- Como candoroso paisano, tímido urbanita o libidinoso veraneante, dio vida en las pantallas al español medio de los años sesenta y setenta del siglo XX, prestando su nombre al subgénero del landismo
EDUARDO VALLEJO
Jueves 9 de mayo de 2013. En esta fecha luctuosa ha fallecido en su domicilio madrileño el mítico actor Alfredo Landa, nacido justo 80 años y dos meses atrás en Pamplona (Navarra). Con el socio número 250 de AISGE (había ingresado en la entidad el 28 de noviembre de 1991) se va uno de los más insignes representantes de una estirpe de actores hechos a sí mismos en la difícil España de mediados del siglo XX.
Alfredo Landa, hijo de un comandante de la Guardia Civil, tuvo desde muy joven una fuerte inclinación hacia la profesión de intérprete. En los años en que, muy lentamente, la España de posguerra se abría paso por la incipiente década de 1950, era obligado –si los dineros holgaban como para ello– dar a los hijos unos estudios superiores. Así, el joven Landa pudo estudiar Derecho en San Sebastián, donde pronto se dio cuenta de que su sitio estaba sobre un escenario. Allí mismo comienza su andadura teatral en el TEU (Teatro Estable Universitario).
Tras una larga fase de entrega al trabajo actoral sobre los escenarios, le llegaron los primeros papeles cinematográficos, medio que a la postre sería el que le daría más fama. A las primeras de cambio, tras algún papel de poco fuste, formó parte de aquella inolvidable banda de Atraco a las tres (José María Forqué, 1962). Inspirada en la italiana Rififí, es una de las grandes comedias de la historia de nuestro cine, en buena parte por el trabajo del elenco. En ella, nos acostumbramos a ver a este joven de ojillos inquietos y gesto veloz, que, ya entonces, era el epítome de un buen cabreo. “Un día, en una boda en Barcelona, Luis Aguilé, a quien habían contratado para cantar, me soltó: ‘Eres el actor que mejor se cabrea en el mundo’. Y le dije que tenía razón. Porque es que yo me cabreo muy bien”, confesaba en 2008 en una entrevista al diario El País.