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06-07-2017

 
Nacho G. Velilla


“Si quieres destapar
a un mal actor, ponle
a hacer comedia”
 
Con 15 años su cabeza bullía historias. En la universidad estudió lo que le dejaron y en Globomedia aprendió que cada público se ríe de cosas diferentes
 
 
IRENE CRESPO (@irenecrespo_)
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha (@enriquecidoncha)
Nacho G. Velilla rodó su primer corto con 15 años. Después, como no había escuela de cine en ese momento, entró a estudiar Ciencias de la Información, estudió cine y televisión en Inglaterra y trabajó como periodista “para ganar dinero mientras estudiaba”. Pero nunca dejó de escribir guiones. En 1997 entró en Globomedia y del guion pasó a la dirección en 7 vidas, su mejor escuela, dice. Y Amparo Baró, De trabajar delante de público y con Amparo aprendió todo lo que sabe y ahora aplica en comedias millonarias que se han reencontrado con el público. ¿Su futuro? Estar entre España y EE UU, desde donde le llamaron para dirigir No manches Frida y de la que ya prepara la secuela.
 
 
– Con Villaviciosa de al lado y los 11 millones de euros en taquilla sumó hace poco otro éxito. Da la sensación de que hubiera encontrado la fórmula.
– No, no, ni yo ni nadie. Si la tuviéramos no haríamos 17 versiones de guion, ni ensayaría durante tres meses. En todo caso, la fórmula es pensar que tenemos un concepto abierto que la gente puede disfrutar y no creernos en ningún momento que ya lo tenemos. Somos una productora de guionistas, traemos dos, tres ideas, y van cayendo. La que perdura en el tiempo es la que empezamos a atacar. Y luego la comedia en guion es muy exigente, tiene que tener alma, pero a la vez tienes que tener unos personajes con muchas debilidades para generar humor, porque el humor lo sacas de esa realidad. Cada película nuestra tiene unas 15 o 18 versiones de guiones, es decir año como un año y medio de trabajo.
 
 

 
 
– Escribir comedia debe de ser muy difícil. Porque una cosa es salir, contar un chiste y ver las risas, y otra estar tú solo escribiendo chistes.
– Todo es el tempo, por mucho que escriba si no encontramos el tempo en los ensayos con los actores es imposible. A mí me costó aprenderlo, cuando empecé no tenía ni idea de qué era. Me lo contaba Amparo Baró, y yo no lo entendía. Gente como ella o como Carmen Machi te enseñan qué es el tempo, los silencios. Yo siempre digo que todo lo que aprendí sobre comedia, lo aprendí gracias al público. Cuando empecé a dirigir 7 vidas lo hacíamos con una grada de unas 100 personas en directo, ahí ves lo que funciona o no. Y luego Amparo me enseñó una cosa: el mismo gag con un silencio de un segundo y la gente sonreía; Amparo hacía una pausa de cinco segundos y la gente se carcajeaba. Si haces eso en 200 capítulos, es como el teatro, empiezas a enterarte de por qué se ríe la gente y por qué no. Porque yo como guionista pensaba que todo lo que escribía era muy divertido [risas]. Es un aprendizaje, y sobre todo una cura de humildad, saber que tu ingenio no es tan ingenioso, sino que es una cuestión de tempo, o que un actor lo sepa contar y la inteligencia de gente como Carmen, como Amparo… Y eso es lo que intento trasladar a las películas.
 
– Pero el ritmo del cine no es el mismo.
– En tele es agotador, estás luchando por que la gente no cambie de canal. No puedes hacer los tempos que das en cine, que son más agradecidos desde el punto de vista artístico. En tele hay un ritmo de gags mucho más bestia, meto cuatro o cinco gags verbales por página, en cine no se me ocurre porque se hace pesado… El cine te demanda algo mas fino. Y luego la comedia tiene un gran problema, y es que cada uno tenemos un sentido del humor diferente. Si alguien se ríe mucho y yo no, llego a pensar que es imbécil porque se ríe por eso. No somos tan crueles con el drama, desata un sentimiento común universal. Un gag que funciona aquí, puede no funcionar en Francia, a mí me ha pasado. El sentido del humor es muy jodido. Nos juzgamos intelectualmente por el sentido del humor, y eso a la ahora de escribir es una losa.
 
 

 
 
– Ahora que ha trabajado en EE UU dirigiendo No maches Frida, ¿cree que hay comedia universal?
– Hay cosas que intuyes que no fallan, pero nunca es una verdad absoluta. Y lo que sí intento, y repito que lo aprendí todo del público en directo, como no todo el mundo se ríe de lo mismo, si quieres llenar una sala no puedes trabajar solo con tu sentido del humor, porque entonces no llevaría más de mil personas al cine [risas]. Intento trabajar con varias capas de humor para que se pueda reír desde mi sobrino hasta mi cuñado, si no serían películas autorales y menos vistas.
 
– ¿Y donde quiere llegar es a un gran público?
– La comedia tiene ese sentido para mí: es una sala llena de gente riéndose. Si no, haría otra cosa.
 
– ¿Cómo llegó a la comedia?
– La comedia siempre es el género que más me ha gustado, pero un tipo concreto de comedia. Nunca me ha gustado la parodia, la respeto mucho, pero no me gusta. De hecho, en nuestras películas las tres o cuatro primeras versiones de guion no tienen ninguna gracia, son historias dramáticas, sacas la comedia a partir de un conflicto real. A mí cuando me dicen “¿pero solo haces comedia?”. No, yo intento que tengan un drama de fondo. Algo que no he descubierto yo, Azcona ya hacía esta comedia en España, se hacía en Italia… Somos muy de hacer catarsis de nuestros grandes traumas a través de la comedia, y a mí eso siempre me ha gustado desde muy pequeño. Con mi madre veía este tipo de películas. Hoy día es impensable ver en la tele películas como las de Marco Ferrari, y se emitían los hermanos Marx los sábados por la tarde. En este país siempre hemos sido especialmente buenos haciendo comedias, es el único género en el que podemos competir con los blockbusters americanos y te da rabia que cierto sector las intente denostar.
 
 

 
 
– Es el género que se ha reencontrado con el público español en las salas.
– Será porque lo haremos bien. Eso de que el público es idiota no me lo creo. Esta última temporada hubo comedias muy promocionadas a las que el público no ha entrado. En los años cincuenta o en los ochenta tuvimos muy buena comedia. Como resultado de la Transición, nos volvimos intensos y queríamos contar todo desde el suspiro; las actrices, en vez de hablar, suspiraban… Espantamos al público de las salas y cuando nos dimos cuenta de que sabemos hacer las cosas bien desde el corazón, desde la comedia, desde la catarsis a través del humor, gracias a eso la gente está volviendo a las salas. Tan malos no somos cuando nos están llamando. A mí me ha llamado un estudio de Hollywood para hacer comedias porque ha visto las mías. No seremos tan malos cuando llenamos las salas.
 
– En los últimos Goya Paco León decía que se alegraba de estar nominado con una comedia.
– Pero luego no le dan ninguno [risas]. Vamos un poco a aplaudir a los demás. Con el público hay un reencuentro, pero es una pena: la Academia y la propia industria no nos reconoce igual. Porque, además, le preguntes al actor que le preguntes te dirán que no hay género al que más miedo le tengan que a la comedia. Con el drama rara vez tienes riesgo de hacer el ridículo, con la comedia estás en la cuerda floja, si te quedas corto, la gente no se ríe; si te pasas, haces el ridículo. Me extraña mucho que los actores de comedia no tengan ese reconocimiento. Eso es otra cosa que me enseñó Amparo Baró: si quieres destapar a un mal actor, ponle a hacer una comedia.
 
– ¿Qué ha aprendido de rodar con estudios americanos? No se muda a Hollywood, ¿no?
– No, no, con estar unos meses allí para trabajar me vale. Me han ofrecido más proyectos, una película en inglés, pero les he dicho que no llego, tengo un par de cosas para 2018 e intercalaré con proyectos en España. Y miro mucho con quién trabajo y el proyecto. Netflix me ofreció allí cosas, pero era para estreno en su plataforma y yo quiero llegar a las salas. Lo que me gustó de la experiencia es que yo en España soy guionista, productor y director, estás muy encima de todo, y me animó hacer un encargo, trabajar sobre un guion que no fuera mío, que la última palabra fuera de dos señores, no dos señores cualquiera, dos que acaban de hacer La La Land y están haciendo ahora Blade Runner. Tenían muy claro qué querían hacer y a qué público querían llegar, eso facilita todo. Esos productores que van dando bandazos según el último éxito, me ponen muy nervioso.
 
 

 
 
–Ahora que el IVA baja para algunos consumos culturales, ¿cuáles serían las reivindicaciones concretas para encontrar soluciones?
– Se agradecería que no se cambiaran las reglas del juego constantemente. Cuando la gente habla de las subvenciones es ridículo, el porcentaje que recibe el cine comparado a otros sectores es ridículo. Yo creo que nosotros tenemos que depender de la taquilla, hay que trabajar pensando en llenar los cines. El cine es un hecho social, lo he vivido desde pequeño. Como productor no puedes pensar en hacer cine con las subvenciones de tal y de tal, y que la taquilla va al margen. Nosotros si no tuviéramos taquilla no podríamos hacer la siguiente película. Y a cada película hay que darle el presupuesto que necesita porque sino no tendrá la calidad que quieres. Además, es bueno que el productor arriesgue, se tiene que jugar dinero: yo me lo juego en cada película que hago, y sé que si la sala está vacía no puedo hacer la siguiente. Me gustaría saber cómo lo hace esa gente que fracasa con una tras otra y sigue haciendo películas, que me digan la fórmula porque debo de ser algo tonto.
 
– Las salas vacías levantan el recelo del público.
– Una sala vacía transmite cosas que nos son buenas. Y además yo creo que si llenamos las salas, como está ocurriendo en Francia: el cine comercial hace que, afortunadamente, se cree industria, que pueda haber películas de autor. Creo que se debería tener un poquito más de cariño por parte de la industria a esas seis o siete películas al año que hacen que esto funcione. Se nos ha vuelto a llenar la boca, con que hemos vuelto a pasar de 100 millones de taquilla, pero luego no hay ningún reconocimiento por parte de esa industria a esas películas. Necesitamos que haya al año no seis sino 10 películas que pasen del millón de espectadores, porque si no hay industria ni el chaval pude rodar cortos ni puedes hacer un cine más arriesgado.
 
   Ya lo decía Saura hace muchos años: decía que gracias a Ozores sus películas tenían buenos travellings, buenas panorámicas, porque el técnico que hacía dos o tres pelis al año con Ozores es el que hacía las de Saura. El que tenga la fórmula de no llevar gente y seguir produciendo, que me la cuente. Esas cosas hacen que la gente tenga una idea equivocada del trabajo y del esfuerzo de una comunidad que rueda 15 horas al día. Ese tipo de producción de “no me importa la taquilla” es la que nos ha hecho mucho daño.
 
 

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