– Es el género que se ha reencontrado con el público español en las salas.
– Será porque lo haremos bien. Eso de que el público es idiota no me lo creo. Esta última temporada hubo comedias muy promocionadas a las que el público no ha entrado. En los años cincuenta o en los ochenta tuvimos muy buena comedia. Como resultado de la Transición, nos volvimos intensos y queríamos contar todo desde el suspiro; las actrices, en vez de hablar, suspiraban… Espantamos al público de las salas y cuando nos dimos cuenta de que sabemos hacer las cosas bien desde el corazón, desde la comedia, desde la catarsis a través del humor, gracias a eso la gente está volviendo a las salas. Tan malos no somos cuando nos están llamando. A mí me ha llamado un estudio de Hollywood para hacer comedias porque ha visto las mías. No seremos tan malos cuando llenamos las salas.
– En los últimos Goya Paco León decía que se alegraba de estar nominado con una comedia.
– Pero luego no le dan ninguno [risas]. Vamos un poco a aplaudir a los demás. Con el público hay un reencuentro, pero es una pena: la Academia y la propia industria no nos reconoce igual. Porque, además, le preguntes al actor que le preguntes te dirán que no hay género al que más miedo le tengan que a la comedia. Con el drama rara vez tienes riesgo de hacer el ridículo, con la comedia estás en la cuerda floja, si te quedas corto, la gente no se ríe; si te pasas, haces el ridículo. Me extraña mucho que los actores de comedia no tengan ese reconocimiento. Eso es otra cosa que me enseñó Amparo Baró: si quieres destapar a un mal actor, ponle a hacer una comedia.
– ¿Qué ha aprendido de rodar con estudios americanos? No se muda a Hollywood, ¿no?
– No, no, con estar unos meses allí para trabajar me vale. Me han ofrecido más proyectos, una película en inglés, pero les he dicho que no llego, tengo un par de cosas para 2018 e intercalaré con proyectos en España. Y miro mucho con quién trabajo y el proyecto. Netflix me ofreció allí cosas, pero era para estreno en su plataforma y yo quiero llegar a las salas. Lo que me gustó de la experiencia es que yo en España soy guionista, productor y director, estás muy encima de todo, y me animó hacer un encargo, trabajar sobre un guion que no fuera mío, que la última palabra fuera de dos señores, no dos señores cualquiera, dos que acaban de hacer La La Land y están haciendo ahora Blade Runner. Tenían muy claro qué querían hacer y a qué público querían llegar, eso facilita todo. Esos productores que van dando bandazos según el último éxito, me ponen muy nervioso.