Entre la barra y el cuadrilátero
– En ‘A golpes’ (2005) fue boxeadora, y en ‘Bienvenidos al Lolita’ (2014) ha sido bailarina de barra. ¿Le sirvieron sus estudios de danza? ¿Cómo baila una boxeadora?
– La boxeadora baila, ya lo creo. Aquel personaje me exigió cambiar de alimentación para engordar diez kilos (era un peso pesado femenino), hacer mucho gimnasio para muscularme y unas dos horas diarias de combate. Descubrí que el boxeo es una forma de baile. Mis estudios de danza clásica me han servido mucho, y honestamente creo que la danza es una aptitud fundamental para el actor. Te ayuda a dominar el espacio escénico con tu presencia y tus movimientos. Por otro lado he tenido que bailar en muchas películas, lo cual me da un corte tremendo.
– No puede ser. Está de broma.
– Se lo juro. Me encanta bailar, pero no para que me vean. Si se trata de cantar y bailar al mismo tiempo, como en El otro lado de la cama o Bienvenidos al Lolita, ya es otra cosa. La diversión puede con la inhibición.
– ¿Le dolió dejar la danza?
– No. Es una disciplina muy dura. Yo la practicaba seis horas al día, pero no era demasiado buena como bailarina. Una debe conocer sus limitaciones. Es un esfuerzo que solo merece la pena si te vas a dedicar a ello. Lo dejé a los quince años (llevaba bailando desde los cuatro), en una época en que te echas tus primeros novios, te gusta salir por ahí, no andar controlando tu peso, etcétera.
– O sea, que lo de ‘Cisne negro’ tiene su parte de verdad.
– ¡Naaa! Es una exageración. Se les fue la mano bastante. Yo estuve en clase con Tamara Rojo y Ángel Corella. A ellos esta película les parecía una burla.