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05-02-2018

 
Nathalie Poza
 
 “Muchas veces me siento más cómoda con mis personajes que en la vida real”
 
Dos décadas largas de carrera y una apretada agenda la avalan. Siempre fiel al teatro gracias a Animalario y su entorno, lo alterna con el cine y la televisión  
 
 
 
HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
Fotografías: Enrique Cidoncha
 
Esta entrevista se realizó en Madrid en julio de 2011 y fue publicada en versión resumida en el número 28 de la revista AISGE ACTÚA
 
Poca gente recorre las calles madrileñas un día festivo a las 10 de la mañana. Ella sí. Nathalie Poza (Madrid, 1972) derrocha generosidad: madruga aunque no toque faena y concede una entrevista en la que se entrega por completo. Como en cada cosa que hace, asegura. Aunque sus palabras la describen como actriz inquieta, amante del aprendizaje, delatan cierta fragilidad. Reconoce con humor que no puede controlar ese afán promocional por el que constantemente recomienda películas, alaba a compañeros de gremio y receta la música que su hermano melómano le hace llegar desde Dinamarca.   
 
– Haciendo retrospectiva, ¿cómo se sumergió en la interpretación?
– Con 18 años lo tenía clarísimo. Después de COU me metí en la primera academia que encontré en el centro de Madrid, luego entré en la CAI de la Complutense y pasé a Cristina Rota. En la CAI conocí a Javier Gutiérrez y Patxi Freytez y empezamos a representar obras de teatro. Fue el primer encuentro con lo que yo buscaba, pero donde realmente encontré mi sitio fue con Cristina, la primera persona que me hizo sentir que podía dedicarme a esta profesión. Estuve en su escuela cuatro años. Entrando y saliendo: no era una alumna demasiado seria y tenía que lidiar con la vida, trabajando para poder estudiar.
 
– Pero afortunadamente, aquella estancia dio importantes frutos.
Allí conocí a Alberto San Juan, Willy Toledo y Ernesto Alterio y creamos Animalario. Mientras trabajaba con ellos actué con Gloria Muñoz, Gerardo Malla y José Ortega en Sopa de mijo para cenar, mi primer montaje profesional. Pero siempre he vuelto a Animalario, que se ha convertido en mi casa y en el núcleo donde puedo desarrollar mi creatividad de la forma que me gusta y con quien me gusta.
 
– Para levantar una compañía siendo tan joven se necesita vocación. ¿Qué le dijeron en casa?
– Nunca me cuestionaron. Iban a todas las salas y bares donde hacíamos espectáculos normalmente inaceptables para unos padres. Jamás les vi una mueca, siempre hubo apoyo y comprensión. Mi padre no pudo dedicarse del todo a la escultura por tener que mantener a una familia, así que para él era natural mi deseo de abrirme paso en una disciplina artística.
 
– Sin embargo, antes de subirse a un escenario ya despuntó en otros ámbitos.
Siempre quise ser bailarina y desde niña empecé a hacer ballet clásico. Después estuve jugando al tenis durante seis años, pero decidí abandonar poco tiempo antes de llegar a competir. Aunque se me hizo tarde, estaba claro que iba a ser actriz, pues no paraba de hacer cosas diversas. En definitiva, esa es la labor del intérprete 
 
– Lamenta la precariedad laboral en el audiovisual. ¿Ha aceptado proyectos que no le atraían para sobrevivir o ha sido exigente?
– Estos últimos años he tenido la suerte de que prácticamente todo lo que me han propuesto ha sido interesante. Si no la obra, sí la gente que participaba. Muchas veces he hecho cosas por la sencilla necesidad de trabajar, sobre todo cuando estaba empezando. En una ocasión acepté un montaje de teatro que no me gustaba y decidí que no lo haría otra vez: es duro estar un año comprometida con una idea en la que no crees. Son muchos ensayos, muchos escenarios.
 
– Elija un género.
– Todos me parecen interesantes. Desearía descubrir algo nuevo en cada proyecto. Lo consigo cuando represento con Animalario, pero me pasa menos si se trata de cine o televisión. Por fortuna, mi personaje en Hispania estuvo lleno de registros. Fue un gran entrenamiento, porque si te estancas en lo que te sientes más cómoda, eso te deja mortecina artísticamente. Aun así, supongo que la comedia es lo más complicado. Y muchas veces, lo que menos hacemos.
 

 
 
– ¿Provocar carcajadas es entonces su asignatura pendiente?
– Debería probar con una comedia teatral muy desatada. Mi compañero y amigo Luis Bermejo está empeñado en que hagamos un espectáculo de clown porque dice que llevo una payasa dentro y que no la saco del todo. ¡Le hago un llamamiento para que me ponga la nariz roja de una vez por todas!
 
– ¿Qué medio siente más próximo?
– El cine y el teatro. La televisión me gusta porque da muchísimo oficio, rapidez a la hora de resolver, pero hay que interpretar con demasiada presión y velocidad. Es un medio muy potente para luego relajarse en los otros dos. En Hispania trabajé con directores de cine e intentamos acercarnos a lo que sería un rodaje idílico... pero resultaba complicado. Si volviera a nacer, sería una de las niñas de Los Soprano, pues no se puede tener mejor formación: han crecido en un entorno televisivo pero con las condiciones del cine y el teatro.
 
– De hecho, esas dos disciplinas le han brindado reconocimiento con galardones y nominaciones. ¿Es desagradecida la pequeña pantalla?
– No, lo que pasa es que no soy un best seller en televisión [risas]. Admito que hay gente que vende más y otra que vende menos. Lo único que me importa es vivir una experiencia y hacer mi labor; lo que suponga mi imagen no es cosa mía. Intervienen criterios más comerciales, es más cruel. Pero no me peleo con eso porque soy felicísima en las series.
 
– El éxito de Animalario deriva de una lógica opuesta, respaldada por un puñado de Premios Max y el Premio Nacional de Teatro…
– Tenemos la necesidad de sentirnos libres creando y expresando. Sin pensar en los resultados de público y crítica. Animalario genera confianza porque el espectador sabe que va a ver algo honesto, lo que realmente la compañía ha querido. Sin intermediarios. Mientras se siga manteniendo esa línea, habrá quien quiera ir a ver sus propuestas.
 
– Su grupo teatral ha ofrecido obras en lugares tan atípicos como salones de boda. ¿Cuál ha sido su experiencia más rara al respecto?
– Me fascinó la de Pornografía barata, una historia sobre sexo en la que el público era testigo de la vida íntima de los distintos personajes. Transcurría en un chalet al que los espectadores entraban de noche. Actuábamos en el jardín, en la cocina, en un cuarto a oscuras… Masturbarte en pelotas pensando en tu amor con la gente pegada al colchón fue sideral, mágico. Me encantaría repetir algo así; muchos se quedaron con ganas de verlo. 
 
– Su trayectoria en el celuloide ha estado unida desde el comienzo al guionista y director David Serrano. ¿Cómo fue el flechazo?
– Solo puedo decir cosas hermosas de él. Apareció en la escuela de Cristina Rota y siguió a Animalario con devoción y cariño. ¡Hasta nos grababa! Siempre ha estado interesado en nuestra forma de trabajo, contó con nosotros para su debut en Días de fútbol y me hizo protagonista de Días de cine. Y yo no era una persona que le vendería el filme, no le iba a garantizar un triunfo de taquilla. Además, conoce la fragilidad del actor, sabe lo importante que es para nosotros que escuche lo que pensamos de su idea. Le estoy enormemente agradecida, trabajaría con él siempre.
 
– Encabezar el elenco de Días de cine le aterrorizó. ¿Es inseguridad constante o solo de cara a ciertas propuestas?
– Ahora empiezo a sentirme segura. Siempre que comienzo un proyecto entro en una pequeña crisis en la que me apetece escapar. Mi madre me critica cuando digo que no voy a poder o que ya no sé actuar. Al terminar cada proyecto hay que vaciarse y arrancar otra vez. Eso me da miedo, vértigo y cierta pereza, porque sé que tengo que reinventarme. Pese a ello, luego mi implicación es total. He asumido que no hay que darle tantas vueltas: si quieres hacer algo, hazlo, aunque sea dando tumbos.
 
– Con Manuel Martín Cuenca rodó La flaqueza del bolchevique y Malas temporadas. Además de haber sido su jefe, es su gurú.
Para Manolo actuaría toda mi vida. Y en exclusiva. Es posiblemente el director más valiente que conozco. Es una inspiración para cualquier artista, desarrolla su arte contra viento y marea. Me recuerda a maestros como Cassavetes: sin dinero, siguen trabajando, se juntan con personas con las que creen que pueden llevar adelante un proyecto y no se quedan instalados en su incomprensión ni en la queja de lo mal que funciona todo.
 
– ¿Qué les da para que deseen repetir con usted?
– Supongo que soy dúctil, bastante obediente dentro de mi rebeldía. Se me puede malear, y eso debe ser muy cómodo para un director. También tengo capacidad para arriesgarme. Y posiblemente ellos vean otras cosas en mí de las que no soy consciente. Por eso en la vida a veces me pierdo; me siento más cómoda con mis personajes que en la realidad.
 
 

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