Firma invitada
Odio Netflix
MARA TORRES
Odio Netflix. Cada vez que decido ver algo me paso media hora tumbada en el sofá, con el mando en la mano, viajando con los botones por encima de las series, los estrenos, mi lista, popular en Netflix, recomendado para ti, tendencias, porque has visto, seguir viendo, si te gustó te gustará, documentales, musicales, casas alucinantes..., y así voy girando y girando como una peonza sobre mi propia indecisión, con los dedos apretando los botones sin orden ni concierto hasta que acabo agotada, tiro el mando por la ventana y me echo a las calles maldiciendo la suscripción.
Pero todo cambió el día en el que apareció en mi vida Paquita.
Una de esas tardes en las que estaba tirada en el sofá buscando desesperadamente a qué engancharme, alguien llamó al timbre de casa golpeando a la vez con los nudillos en la puerta. Me asomé a la mirilla y vi a una señora rubia enfundada en un traje de chaqueta que le quedaba estrecho. “Abre”, ordenó un hombre. Abrí. El hombre y la señora eran la misma persona. “Disculpe –dije mientras entraba en el salón sin preguntar–. ¿Usted quién es?”. Y, en vez de responderme, empezó a echarme la bronca.
– ¿Cómo que quién soy, cómo que quien soy? – gritó- ¿Qué pasa? ¿Que tú no has oído nunca hablar de Paquita Salas ni de PS Management? ¡La mejor agencia de representantes que tiene este país! Y no solo este país, fíjate lo que te digo: ¡el mundo entero!
Le respondí con un hilillo de voz que no, que no la conocía.
– ¡No, claro, si por eso vengo! Porque no me lo puedo creer. Dime que tampoco me viste en los Goya … ¡Que lo mejor de la gala fui yo! ¡Que lo dijo hasta la prensa!
Sacó el móvil del bolso e intentó buscar unos artículos de periódico en Google que no conseguía encontrar. “Bueno, da igual”, oí que decía para sí.
– ¡OT! – berreó- ¡OT! ¡Di que tampoco has visto OT ni sabes quiénes son los Javis, ni Tu canción, ni nada! ¿Eh? ... Es increíble.
Y al decir “Es increíble” noté que se entristecía. Fui a la despensa y le llevé un Tigretón. “Prefiero un torrezno, ¿no tienes?”. Le dije que no, que en casa torreznos no había. “Normal”, asumió quitando el envoltorio al bollo. “Pues eso…–continuó con tono dulce y la boca llena–, toda la vida trabajando y todavía tienes que ir presentándote por ahí como una primeriza. No es justo”.
Tenía razón. No era justo. Me senté junto a ella en el sofá y empezó a contarme: Que si los actores, que si las actrices, que si todo el día detrás de ellos, que si un casting aquí, una gala allá, la cremallera del vestido que se rompe, el coche de producción que no llega… Hablando y hablando se nos echó la noche encima, nos fuimos a la cama y seguimos dale que dale. Cuando me desperté a la mañana siguiente con la tablet apoyada en la almohada y tarareando “Ay, Paquita”, me di cuenta de que había caído en sus redes. La tal Paquita Salas me caía bien, me producía ternura y me había partido de risa con sus aspavientos y sus cabreos. Me gustaba porque ama lo que hace. Ama a los actores y a las actrices, los entiende, los escucha y los cuida; y aun sabiendo que son unos desagradecidos y un día se van a ir, los mantiene en sus oraciones como si fueran lo más importante sobre la Tierra. Adoro su vida en forma de serial con capítulos sin puntos suspensivos, como piezas independientes de un mismo puzle, que son un homenaje a la vida cotidiana, a nuestras paranoias e inseguridades, y a nuestras miserias y lindezas.
Después de Paquita Salas, volví al periodo del mando en la mano sin ton ni son decidida a anular mi suscripción, por fin. Entonces, contra todo pronóstico, apareció Luismi.
Pinché en el primer capítulo por purita casualidad y a los 15 minutos ya estaba hablando en mexicanito. A los 25 minutos odiaba a Luisito Rey, el padre de Micky, y adoraba a Marcela, su madre. A los 30 minutos, mientras me enamoraba de Diego Boneta, pensaba: “Qué pena que las canciones sean en playback, aunque es lógico”. A los 50 minutos descubrí que no, que no era playbacksino que el propio Boneta cantaba imitando la voz de El Sol de México. ¿Que cómo lo descubrí? Porque antes de que acabara el primer capítulo ya estaba en plan yonqui buscando todo lo que se había publicado sobre Luis Miguel, La serie.
La serie narra la versión que Luis Miguel ha contado a los guionistas sobre su vida, completada con un par de biografías y las numerosas entrevistas que ha concedido el artista a lo largo de su exitosa carrera musical. Un serial al más puro estilo de las grandes telenovelas mexicanas que, sin embargo, quedan pequeñas al lado de la turbulenta y dramática vida que ha tenido uno de los artistas más populares de América Latina. Una historia en la que hay un malo malísimo, el gaditano Luisito Rey (interpretado de forma magistral por Óscar Jaenada); una buena buenísima, la italiana Marcela Basteri (a la que da vida la actriz Anna Favella), y un protagonista (Diego Boneta) capaz de conmover al espectador hasta tal punto que yo también me levanto el pelo como él cuando estoy agobiada por algo.
Menos mal que el acento mexicano, el “¡Pichaaa, niñaaa!” imitando a Luisito Rey y el tarareo constante de Culpable o no(en la ducha, en el coche, en la cocina), solo duró ocho semanas. Ocho angustiosas semanas en las que se me partía el alma cada vez que pensaba en el paradero desconocido de la madre de Micky.
Yo no entiendo por qué Luis Miguel no llama a Paquita Salas y la contrata en exclusiva para que sea su mánager, porque sería como volver a tener una madre. Ellos dos serían felices y yo también, así podría anular mi suscripción y tirar definitivamente el mando por la ventana.
Mara Torres (Madrid, 1974), periodista y escritora, ha sido durante 12 años la presentadora de La 2 Noticias, un programa que acumula más de un centenar de premios y del que ahora se desvincula. El tuit en el que anunció su adiós, el pasado 23 de julio, recibió más de 13.000 likes y 2.200 retuits. En 2012 quedó finalista del Premio Planeta con 'La vida imaginaria' y en estos momentos triunfa con su segunda novela, 'Los días felices' (2017)