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31-01-2022


Olatz Arroyo

“Quienes se toman muy en serio a sí mismos resultan graciosos”


Se formó en ‘Aída’ y se consagró en ‘Allí abajo’. ‘Supernormal’, que aborda el reto de conciliar, bien podría tratar sobre sí misma. Para ‘La familia perfecta’ no escatimó en sueños: escribió el papel con Belén Rueda en mente


FRANCISCO PASTOR

FOTOS: ENRIQUE CIDONCHA

El mejor rato para escribir es por la mañana, con las niñas en el colegio. Hay que dejar el móvil lejos, en el salón. Y pasar las horas en el despacho sin más compañía que el teclado. Estas son las técnicas de la guionista Olatz Arroyo (Madrid, 1976). La cómoda silla de escritorio desde la que trabaja se la compró con su primer cheque, gracias a la serie Escenas de matrimonio. De aquella apenas ideó unas secuencias, pero luego llegarían trabajos con mayor estabilidad, como Aída Maitena. Y las tres temporadas que pasó en Allí abajo le revelaron que había entrado, ya de forma irreversible, en el gremio.

 

   “Si habíamos reunido a millones de espectadores cada semana frente a capítulos de más de una hora, ya podíamos con todo”, reflexiona la autora. Emplea el plural porque entonces, como en tantas otras ocasiones, trabajó con la guionista Marta Sánchez. Y juntas han creado los seis capítulos de Supernormal, estrenada este verano en Movistar+. En esta producción la actriz Miren Ibarguren interpreta a una ejecutiva y madre a la que no le da la vida.


   Aunque Arroyo también escribe en solitario. Este mismo otoño se ha estrenado el largometraje La familia perfecta, en el que ha escrito hasta la última coma. Es la primera vez que firma ella sola un guion respaldado por una productora de la envergadura de Atresmedia Cine.

 

— Acostumbrada al trabajo en equipo, ¿qué libertades se ha tomado ahora al poder escribir por su cuenta La familia perfecta?

— ¡Todas! Hasta ahora, jamás me habían preguntado desde una productora qué quería contar yo. Y soñaba con crear un papel cómico para Belén Rueda. La seguía desde hacía muchísimo tiempo y me moría de ganas de ponerla en apuros. Le presenté a Jaime Ortiz [productor] mi propuesta, que acompañé de unas 10 páginas con escenas escritas. Y me dieron el sí, tanto al texto como al compromiso de que lo protagonizara ella. En una reunión vi por primera vez a Rueda interpretar un poco del papel. Cuando vi que hacía suyas mis palabras no me lo podía creer.


— ¿No ha echado en falta que le den la réplica mientras escribe?

— Con Marta [Sánchez] trabajo muy rápido porque nos damos muchísimas respuestas la una a la otra. Compartimos la responsabilidad y los agobios. Pero, como decimos nosotras, tenemos una relación abierta. Y trabajar sola es bonito. Me obsesiono más con lo que escribo. Además, siempre hay alguien al otro lado, como un productor o una directora. Luego está mi familia, claro, que me aguanta como nadie. Habitualmente pruebo los chistes con ellos.



— Además, suele escribir sobre conflictos familiares. 

— Porque se escriben solos. Los enredos de familia se reconocen al instante, ya que todos formamos parte de eso. No hace falta explicar nada. A mí me gusta dirigirme a un público muy amplio. Que la gente se reúna en torno a una pantalla y disfrute de un espectáculo. Y si pueden reírse de alguna desgracia, mejor. Por ejemplo: quienes se toman muy en serio a sí mismos siempre resultan graciosos. Si nuestro personaje tiene un objetivo muy claro, o una visión muy particular del mundo, creará conflictos allá por donde vaya.


— Pero esos personajes no suelen ser los protagonistas.

— Claro, porque con un protagonista hemos de sentir empatía. Los papeles principales nos quedan un poco más sosos porque llevan consigo la verdad de la historia. Son quienes nos llevan de viaje. Si les subimos mucho la comedia, quizá el espectador se despegue de ellos.



— Hay quienes elaboran biografías muy completas para todos los personajes, aunque algunos solo vayan a aparecer un segundo.

— Es cierto. Y siempre intento que mis personajes tengan unos cimientos claros sin necesidad de escribirles biografías muy largas. Soy más intuitiva. Los identifico con gente a la que conozco. Parto de historias que me cuentan mis amigos o mi hermana. No lo voy apuntando todo, pero sí aquello que me habla del mundo donde vivo. Como los trabajos, por ejemplo: me obsesiona que cada personaje tenga una profesión clara. Al fin y al cabo, ¡a ella se dedican ocho horas al día!


— ¿Le han dado algún toque de atención al inspirarse en gente que tiene cerca?

— ¡Qué va! Una vez escribí un cortometraje sobre mi jefa, ya que trabajé durante un tiempo como secretaria en un banco, entre muchas otras cosas. Era ella tal cual, calcada. Incluso me aventuré a llamar a su marido en la ficción con su nombre real. Pues se lo enseñé y no se reconoció. Quizá nuestra percepción de nosotros mismos sea muy diferente a la que tiene el resto. Esto está muy presente en Supernormal: lo que la protagonista quiere contar de sí misma no se parece a lo que es realidad.



— ¿Alguna vez escribe sobre mundos que le queden lejos?

— Ahora estoy trabajando en un guion sobre el mundo de la política. He leído sobre la historia de España, nuestros políticos y sus partidos, me he empapado todo lo posible. Antes de montar los mimbres hay que conocer bien aquello de lo que hablamos. Tras haber leído tanto me habré olvidado de un sinfín de detalles, pero al menos estos han pasado por mí. Sé si me he documentado lo suficiente en una materia cuando me siento capaz de hacer chistes sobre ella.


— ¿Y suele reescribir mucho?

— Todo el rato. Escribir es reescribir. Cuando has acabado la primera versión del texto es como soltar una losa gigante encima de la mesa, pero hay que darle forma. En ese primer borrador ni siquiera tenemos clara la historia. Además, yo vengo de trabajar con series, donde tenemos que ir creando pequeñas explosiones todo el rato y alargarlas en el tiempo. Pero un largometraje es como un petardo: das el máximo de la historia en menos de dos horas.



Lo difícil fue arrancar

“En la universidad estudié Filosofía, como había hecho mi padre. Y al acabar la carrera no podía más. ¡Qué intenso aquello de que todo era relativo! El cuerpo me pedía comedia, ya que en casa siempre hemos sido risueños. Estudié guion durante un año, pero encontré un mundo muy hermético. Como carecía de un nombre y de contactos, nadie leía mis textos. Estuve trabajando de recepcionista y de meritoria en algún rodaje mientras seguía intentándolo. Cuando había ahorrado algo de dinero, pasé una temporada en casa dedicada a escribir. Por fin hice una prueba para Aída y me cogieron. Me chocó encontrar tantas jerarquías, con escritores sénior y júnior, todas esas cosas. Pero me gustó que los autores de comedia estuvieran muy valorados. Allí aprendí que lo importante de un guion está en la escaleta. Tuve la suerte de que entonces se hacían pruebas para la incorporación de guionistas a los equipos. Eso hoy es menos frecuente. Sí hemos mejorado en el sentido de que tendemos más redes: hemos levantado asociaciones y plataformas con las que ayudamos a quienes están empezando”.

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