No turbarás la imaginación de los menores
JAVIER OCAÑA
A veces no hay más que examinar las leyes promulgadas durante la dictadura de Franco para entender algunas de las penurias de nuestro cine. Una vista atrás que, desde luego, obliga a la reflexión no solo sobre aquellos tiempos sino también sobre la propia actualidad. Así, la Orden ministerial de Información y Turismo de 9 de febrero de 1963, ente comandado por Manuel Fraga, decía en uno de sus apartados respecto del cine tolerado: “Se prohibirá no solo la justificación, sino la presentación, en películas para menores del suicidio, del homicidio por piedad, del adulterio, de las relaciones sexuales ilícitas, de la prostitución, del aborto, de los métodos anticonceptivos y, en cualquier caso, de las perversiones sexuales”. O este otro punto: “Se prohibirá cuanto turbe la imaginación de los menores y despierte en ellos curiosidad prematura o malsana”. Estábamos en pleno desarrollismo económico de los sesenta, desde el gobierno se fomentaba el turismo y las playas se llenaban de cuerpos, pero el cine no podía despertar la imaginación de los críos. Tristes ironías.