'Paseo de La Habana'
Las memorias televisivas de Jaime de Armiñán
Capítulo 2: 'MADERA Y CORCHO'
El autor -inminente Goya de Honor 2014– recuerda en esta entrega sus tiempos de funcionario ocioso (que aprovechó la mar de bien, escribiendo y escribiendo) y cómo nació desde niño su afición al circo, a raíz de que acompañara a su padre, el periodista Luis de Armiñán, a cubrir la noticia de unos leones abandonados. Pero la traca final es aún más desternillante: el corto recorrido televisivo de Entre nosotras, el primer programa femenino en la historia de la TVE. Lo presentaba Elena Santonja… hasta que le dio por hablar de maquillajes imposibles.
Cuando estaba a punto de llegar la televisión a Madrid… Pausa… Ya sabemos lo que cantaba Lolita Garrido, gobernadora de las ondas y de las llamadas entonces salas de fiestas… Porque conviene no olvidar que en aquellos tristes años estaba prohibido casi todo. También la palabra cabaret. Y otras muchas. Incluso los nombres de algunos hoteles: París, Biarritz, Nueva York, Londres, Inglaterra… Substituidos por Berlín, Roma, Venecia, Viena, Buenos Aires, Lisboa e incluso Tokio.
Era obligatorio arrancar la extranjerizante D final de Grand y cambiar la palabra Palace por Palacio, y sobre todo prohibir a las estrellas de Hollywood que hablaran en inglés… ¿Pero cómo rayos se traducía Hollywood, no literalmente? En realidad nada de traducir: aplastar, suprimir, cambiar, tachar.… ¡Tachar sin piedad! Las estrellas de Los Ángeles, California hablarán en español. Y así, de forma tan sencilla, recuperamos la lengua del Imperio. Bueno, pues todo lo contrario: con aquellos modales regalamos nuestro idioma a los chicos de Hollywood… Porque así el público soberano entendía, sin la menor duda, que Gary Cooper, Diana Durbin, Popeye, Stan Laurel, Oliver Hardy y Marlene Dietrich hablaban la lengua del Imperio… Claro, que afortunadamente nos quedaba el teatro. O casi.
Me estoy metiendo en un garden… Perdón: he querido decir jardín, vergel, carmen o ruzafa. Anda que no tenemos palabras en nuestra vieja y querida lengua, habla o idioma. ¿Pero qué hacer? ¿Qué rodar? Cualquier cosa menos preguntárselo al Sombrerero Loco, a la Liebre de Marzo, ni siquiera a la propia Alicia y aún menos a la Reina de Corazones.
Claro, que a tenor de como está el patio… Ya. Hecho una basura. Por favor: sin ordinarieces, esto solo es un floripondio: ya saben ustedes que si digo a tenor de como está el patio, me refiero al de la memoria y no a la hermosura del adornado mes de mayo en Córdoba, ni al particular, ni al de caballos, en la antigua fiesta de toros, ni al de las niñas de Benítez, ni siquiera al patinillo de mi bisabuela Julia Crespo y Pimentel en Chipiona (Cadiz).
Gracias.
Pensaba añadir que cuando llegó la tele a esta sufrida capital (sufrida, y nunca mejor dicho), ya no había en Madrid tranvías y ni siquiera trolebuses. ¿Pero cómo lo demuestro sin textos adecuados? Puede que esté en la higuera, pero no pienso consultar ni siquiera a Ramón Gómez de la Serna.
Voy a mojarme solo y si me acatarro me las apañaré con vahos de eucalipto, que de trolebuses servidor sabe poco y de tranvías, menos. Es que ahora me viene a la mala memoria un tranvía trágico que se precipitó, desde no sé donde, hasta el Puente de Toledo…
Y puestos a recordar, quizá aquel año fuera el mismo en que firmara Di Stéfano por el Madrid -por mil pesos o cuatro perras gordas–, o el de la boda de Fabiola de Mora con Balduino, rey de los búlgaros. Perdón: de los húngaros. Tampoco… ¡De los belgas!
Bodas, bautizos, exequias que ya casi nadie evoca… Menos las niñas y los niños que fueron bautizados, hace ya muchos años, a la moda de un día, en recuerdo de personajes reales y nunca mejor dicho, o en tristes circunstancias o en las páginas de sociedad, en la leyenda o en la imaginación de un artista: Fabiola, Soraya, Samantha, Diana, Yolanda, Minerva, Ruth, Helena con hache, Eva, Olivia, Ariadna, Penélope, Jonatán, William, Iam, Gilbert, Duglas… Bueno, claro que nos faltan Isidoro, Manolo, Marcial, Ventura Pepe, Dolores, Paloma, Mari Carmen, Serafín, Margarita, Asunción y África ¡La vida!
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De todas maneras, en Madrid, en España, no había más de 700 aparatos de televisión, que alcanzaban una distancia máxima de 70 kilómetros. Eso dicen algunas fuentes. 700 aparatos receptores, setenta kilometros… Y muchos me parecen.
Un día entre los días, un servidor de ustedes iba a lo suyo caminando por el paseo de La Habana (Madrid) cuando empezó a sonar, dentro de mi cabeza, sin venir a cuento, Bueno y sabroso, de Benny Moré. Más o menos como en aquella historia antigua de griegos y troyanos. Me refiero a cuando el héroe, al volver a casa, oía cantar a las brujas sirenas del mar Egeo ¿O eran del Cantábrico? Porque viene a dar lo mismo…