Pepa Castro
“El cáncer del doblaje es la falta de un convenio nacional”
Con grandes éxitos como actriz de voz a su espalda, desde ‘Érase una vez la vida’ a Samantha Jones en ‘Sexo en Nueva York’ o la reina Cersei Lannister de ‘Juego de Tronos’, la artista madrileña reflexiona sobre el futuro de la profesión, entre la inteligencia artificial y las diferencias salariales por comunidades autónomas
BEATRIZ PORTINARI
Reportaje gráfico: Enrique Cidoncha (@enriquecidoncha)
En algunas familias el doblaje o el teatro se convierten casi en una herencia, y así sucedió en el caso de Pepa Castro (Madrid, 1963), directora y actriz de doblaje con más de 40 años de trayectoria. En su casa no solo se escuchaba a Vicky el Vikingo y la Abeja Maya en el televisor, sino que aquella voz se sentaba a la mesa y, sin saberlo, se convertiría en fuente de inspiración para ella. “Mis dos tías, hermanas de mi padre, habían trabajado muchísimo en radio y después una de ellas, María Pe Castro, se pasó al doblaje. Me fascinaba oírla, para mí es una institución”, recuerda la actriz.
Un día, aquella tía suya la invitó a acompañarla al estudio y ver su trabajo en directo. El impacto fue tan grande que ni siquiera llegó a ejercer la carrera de Filología Inglesa que ya había empezado a estudiar. Ese flechazo con el doblaje aún permanece, en grandes series y películas, pero también videojuegos y animación. Después de toda una vida doblando a actrices como Jennifer Aniston, Lena Headey, Kim Cattrall, Lucy Liu, Betsy Brandt (Breaking Bad), Famke Janssen (X-Man), Kyra Sedwig (The Closer) o Joan Cusak (Shameless), entre sus últimos proyectos destaca la serie Rematch, donde da voz a Trine Dyrholm, la madre del ajedrecista Kasparov; Reina Charlotte. Una historia de los Bridgerton, donde interpreta a Michelle Farley, en el papel de Princesa Augusta, o acercándonos a la Sophie Okonedo de The Wheel of Time.
– De usted casi se podría decir que fue autodidacta, porque no asistió a clases de doblaje. ¿Cómo aprendió entonces?
– Siempre tuve a grandes maestros a mi lado. Es verdad que no estábamos en una escuela, sino en el propio estudio, donde yo acudía como oyente. Ahora ya no dejan, es muy secreto todo lo que hacemos, con contratos de confidencialidad, pero hace 40 años sí podíamos entrar en las salas. Y muchas de las grandes voces de la radio, teatro y televisión, en programas como Estudio 1, estaban allí: Pedro Sempson, Roberto Martín, Julio Núñez, Estanis González, Celia Honrubia, Lola Cervantes, Matilde Vilariño… Todos ellos eran actores y actrices maravillosos; escucharlos todos los días fue mi escuela.
– ¿Recuerda cómo fueron sus primeros papeles, en los años ochenta?
– Yo empecé con Érase una vez la vida… ¡Ay, no! Antes fue Solo se vive una vez, un culebrón americano, de los primeros que llegaban a España, sobre cosas cotidianas de parejas, de amigos. Lo recuerdo con mucha timidez y mucho miedo por ser mi primer trabajo. Todos mis compañeros estaban igual, empezando por Lorenzo Beteta, que andaba haciendo la mili. Éramos muy jóvenes, con una voz que a veces no salía de los propios nervios que tenías.
– En aquella época, al menos, podían estar juntos en el atril para afrontar esos miedos.
– ¡O para dar la réplica a un “Te quiero”! Las nuevas generaciones no han tenido esa suerte, no han estado en una sala oyendo a grandes profesionales. Ahora se trabaja en doble banda; termina un actor y continúa otro, no coincides con tus compañeros en sala. Antes, si doblabas una escena íntima, por ejemplo, empatizabas con el compañero que estaba a tu lado, cogíamos el mismo tono. Entonces, el diálogo fluía, salía solo. El trabajo era más lento, pero mucho más artesanal.
– ¿Cree que la técnica y los avances digitales han convertido el doblaje en una cadena casi industrial?
– Antes, los empresarios –los dueños de los estudios– bajaban desde primera hora a la sala a escucharnos trabajar, a asegurarse de que todo funcionase. Ahora han sido sustituidos por grandes multinacionales que desconocen el mundo del doblaje. Y si antes grabábamos en convocatorias de ocho de la mañana a dos y media de la tarde, como máximo 65 takes, ahora en ese mismo tiempo hay que sacar 170 takes. Lógicamente ahora se trabaja más rápido, gracias a los avances tecnológicos, pero se corre el riesgo de perder el alma.
– ¿Cómo se pierde el alma?
– “Te quiero” se puede decir de muchas formas porque es un gesto, una mirada. A lo mejor, el actor original lo susurra y entonces tienes que imitarlo. Pero si vas con cascos y con prisas, sin sentirlo realmente, tú sola en el atril, porque el ritmo así lo exige… puede perderse la magia, esa conexión especial que surge entre la actriz que estás doblando y tú. Es ahí cuando un actor de doblaje tiene que acudir a su experiencia, a sus tablas, para que, a pesar de las prisas, no se pierda el alma.
– ¿Cree que podría beneficiar a los futuros actores y actrices de doblaje estudiar interpretación?
– Mira, olé por esos jóvenes que llegan a las escuelas de doblaje y al mismo tiempo están tomando clases de interpretación. ¡La interpretación es la base de este trabajo! La sincronía es la parte técnica y se aprende en poco tiempo. Lo difícil es seguir la mirada de un actor, doblar esa mirada y no solo la boca. Memorizar la frase que hay que decir en lugar de leerla y soltarla sin más. La única herramienta que tenemos es la voz. ¿Cómo vas a dar credibilidad al personaje si no interpretas, si ni tú te crees lo que estás diciendo?
– ¿Por eso solo ve cine y series en versión original subtitulada?
– No me puedo centrar en la historia si hay frases fuera de boca, si hay un reparto que considero equivocado o incluso si me estoy oyendo a mí misma. Por eso disfruto más con la versión original. Pero siempre siendo consciente de que tengo unos compañeros maravillosos que hacen grandes doblajes.
– ¿Qué consejos da a sus alumnos de doblaje y a quienes empiezan en la profesión?
– ¿Qué les digo? “Por favor, sed actores. Aprendéis el texto de memoria y no miréis la boca, sino los ojos del actor. Solo así va a fluir”. Obviamente hay que saber sincronizar, pero eso siempre será más fácil de arreglar. Lo que no tiene arreglo es una mala entonación. Les insisto en que se aprendan el texto de memoria, que no se fijen en la boca, sino en la mirada. Que no hagan tonos raros o cantarines; que no coloquen la voz, que sean naturales. Cuanto más imiten a cómo hablan en la vida real, más credibilidad va a tener el doblaje.
– Usted ha doblado a grandes actrices como Lena Headey, Kim Cattrall o Lucy Liu. ¿Cuál ha sido el papel que más le ha gustado y cuál fue el más difícil?
– Esas tres mujeres en concreto no me parecieron difíciles de hacer. Juego de Tronos fue un placer: el personaje era tan mala persona, tan retorcida, que solo tenías que mirarla a los ojos y el texto salía solo. Sin embargo, recuerdo The Closer, donde doblaba a Kyra Sedgwick. ¡Es la serie más difícil y con la mujer más complicada a la que yo me he enfrentado! Ella interpretaba el papel de una subinspectora súper histriónica, violenta con los criminales, mandona ante el grupo de hombres que dirigía. A ratos se ponía tierna, enloquecía, le daban prontos… Era dificilísima de doblar. Menos mal que el director, Eduardo del Hoyo, tuvo una paciencia infinita conmigo y me ayudó mucho. En realidad, el director es quien mejor conoce la película y la persona que te guía en el atril.
– Durante un tiempo trabajó como directora de doblaje. ¿Cómo surgió esa oportunidad?
– Fue gracias a mi compañero Eduardo Jover. Él dirigía mucho, había mucho trabajo y me dijo: “Niña, ¿tú te atreves a dirigir Vacaciones en el mar?”. Allí estaban Rafael de Penagos, Daniel Dicenta, Ángeles Herranz, Mari Pe Castro y muchos otros grandes del doblaje con muchas más tablas que yo, pero nunca sentí que me subestimaran como directora. Fue una experiencia muy bonita y seguí dirigiendo series y películas, pero cuando fui madre tuve que elegir. Y decidí seguir trabajando solo como actriz de doblaje.
– ¿Por los horarios?
– Por todo. Como directora, en casa tienes que ajustar y adaptar, porque te mandan una traducción y tú tienes que ajustarlo, acortar o alargar frases, marcar pausas dependiendo del ritmo que lleve el actor original, que coincidan las labiales, las vocales… En definitiva, te toca hacer todo lo posible para que parezca que quien habla es el actor original. Adaptar el idioma original al español es un trabajo que lleva muchas horas. Con hijos pequeños, ni me lo planteaba.
– Da tiempo a prepararse vocal y emocionalmente ante personajes difíciles?
– Ojalá… Antes ensayábamos seis o siete veces un take, ahora con dos ensayos ya puedes correr para que te salga bien a la primera. Pero nosotros llegamos sin saber nada de la película ni del personaje; solo memorizamos el texto, nos fijamos en el actor que interpreta y nos pegamos a él. El director es quien dispone de la visión global y te va dando pistas sobre la historia y características del personaje. La única vez en mi vida que vi una película antes de doblar fue Hotel Ruanda, que me dejó huella. Era tan fuerte que me la mandaron a casa, para poder prepararla y prepararme. Yo interpreté a Sophie Okonedo.
– ¿Le preocupa que la inteligencia artificial sustituya en algún paso a los actores y actrices de doblaje?
– No me queda mucho para jubilarme, no creo que ese carro me pille, pero tal vez sí a las nuevas generaciones. Ahora firmamos contratos en los estudios para que nuestras voces no sean utilizadas para enseñar a la IA, pero nunca se sabe. Ya estamos viendo que en los podcast, publicidad y audiolibros se está aplicando mucho esa tecnología. Sin embargo, interpretativamente la IA se quedará muy lejos de nosotros, los profesionales, porque seguirá sin tener emociones.
– Si no se sale llorando, ¿no ha sido un buen doblaje?
– [Ríe] Cuanta más realidad reflejes, más credibilidad. Lógicamente, cuantas más cosas te hayan pasado en la vida, más puedes empatizar con determinadas escenas que te toque doblar. Si utilizas esa herramienta, te mimetizas con la actriz y el resultado es mucho más creíble. Me sigue emocionando oír a mis compañeros en determinados papeles y me siento orgullosa de formar parte de esta comunidad.
– Si no es la IA, ¿cuáles diría entonces que son los principales retos que afronta el mundo del doblaje?
– El terrible cáncer de esta profesión no es solo la IA, sino la diferente retribución por el mismo trabajo según dónde vivas. Existen provincias –Valencia, Sevilla, Barcelona, toda Galicia y Euskadi– donde se está doblando por mucho menos dinero que en Madrid. Es una pena que las personas que doblan en el idioma de las diferentes autonomías, como euskera o gallego, devalúen un trabajo que solo pueden hacer ellos.
– Ya ha habido movilizaciones de los actores y actrices de doblaje en dichos territorios. Por ejemplo, en Galicia en 2024.
– Lo único que sé es que para la profesión es un cáncer que no exista un convenio nacional. Cualquiera puede comprobar las diferentes tarifas por comunidades autónomas. Son convenios autonómicos, los datos están ahí. Cada subida salarial nos ha costado una huelga en Madrid. Y en esas regiones hay compañeros que hacen takes, pero su sueldo es tan escaso que tienen que trabajar en otras cosas en su tiempo libre. Claro que deberían vivir solamente de esta profesión, pero para eso hay que luchar por unos precios justos y por nuestros derechos.