Sucedió en los primeros compases de 2018. Pilar Bardem, que entonces aún ejercía como presidenta de AISGE y la Fundación AISGE (cedería el primer cargo a Emilio Gutiérrez Caba tras las elecciones de juli de ese mismo año), accedió a repasar los momentos más significativos de su periplo en la pequeña pantalla. Bardem no concedía apenas entrevistas en profundidad, pero en esta ocasión la petición provenía de la Academia de Televisión y la satisfizo con gusto.
Veníamos de un año importante para ella. En junio de 2017, la Fundación AISGE le había organizado, conchavada con sus tres hijos, una gran fiesta sorpresa en el Circo Price de Madrid a la que asistieron más de 1.300 compañeros y amigos de la profesión. Y ya en diciembre, la Academia de Cine le hizo entrega de la primera edición del galardón honorífico Cine, Ayuda y Solidaridad, que a partir de la segunda entrega fue rebautizado, de hecho, como Premio Pilar Bardem.
Ganadora de un Goya por su inolvidable papel en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto y protagonista de una extensísima trayectoria profesional, su faceta televisiva se ha visto en ocasiones minimizada por sus logros teatrales y cinematográficos. Por eso resultaron especialmente entrañables y esclarecedoras sus palabras, en las que hablaba de sus azarosos orígenes (no quería ser actriz porque sabía, por sus familiares, de “las dificultades del oficio”), reivindicó las excelencias de la no muy recordada serie Kety no para e hizo gala de su innegociable carácter solidario y reivindicativo. Todo ello trufado con anécdotas curiosas y hasta desternillantes, desde los primeros amuletos… hasta ciertas fotos muy poco convencionales o el papel más inimaginable de su carrera: ¡una gallina!
Así transcurrió aquella charla esclarecedora con “la Bardem”, fallecida en Madrid este sábado 17 de julio de 2021.
– Procede de una ilustre saga de artistas. ¿Siempre tuvo claro que quería ser actriz?
– No. En realidad, de niña más bien pensaba que quienes no se dedicaban a esto de la interpretación eran gente rara. Lo normal era ser actor, porque todos –mis padres y tíos, todo el mundo– andaban metidos en ello. Pero cuando fui consciente de las dificultades del oficio artístico pensé en otras alternativas. Empecé Medicina, fui maniquí (que no modelo) de alta costura para Balenciaga… Y de repente, a través de mi tía Guadita, se me presentó con Manolo Gómez Mur la oportunidad del meritoriaje en su compañía. Sin cobrar, claro. Yo, qua ya tenía carácter, le dije que sin cobrar no trabajaba, que me dieran al menos una ayuda para el autobús. También me di cuenta de que era imposible compatibilizar esa profesión con el novio que tenía.... Y así empezamos, Lola Herrera y yo, en los camerinos del teatro Reina Victoria. Escuchando Ansiedad, de Nat King Cole, como amuleto antes de cada función.
– Fue todo muy curioso. Vi un anuncio en el que pedían maniquís y, aunque me sonó raro, me presenté. La cita era en un piso detrás del teatro Maravillas y la señora que me recibió me dio un vale para hacerme unas fotos en Ibáñez “en tono de señorita provocativa”. Algún año más tarde esa misma mujer me dijo: “Hay que ir a televisión, ¿tienes collares? Llévate trajes y collares”. Era para hacer de azafata en un concurso que presentaban Tip y Coll, en el que salían ovejas y yo llevaba a los concursantes de aquí para allá. A mí me pagaban como 1.000 pesetas por programa, pero a ella le abonaban 3.000 por chica. ¡Un robo descarado! Yo me negué a seguir trabajando y luego acabé enterándome de que a esa señora la habían detenido por trata de blancas. Total, que intuyo que mi foto “en tono de señorita provocativa” debe de estar decorando algún palacio saudí, o vaya usted a saber, jajaja. Más tarde pasé a representar La verbena de La Paloma en playback y a participar en un montón de revistas.
– Contaré una verídica y delirante. Una vez me contrató un señor en la cola de la tele, allí donde nos poníamos para ver si nos pagaban. Me dijo que quería que hiciese “un papel de gallina en Pontevedra”. Yo atravesaba por un momento personal delicado, así que… accedí a viajar, aunque el plan sonara ridículo y estuviera mal pagado. En el plató me tumbaron en posición fetal en una cama y me cubrieron de plumas, para lo que desplumaron a docenas de gallinas de los pueblos cercanos y tiñeron las plumas de negro. Y a la voz de “¡Acción!”!, tenía que salir de entre las plumas y bailar una danza sensual. En una esquina de la escena, Agustín González observaba con un parche en el ojo; a mi derecha me acompañaba un macho cabrío… con el cabrero agazapado detrás, para que no se moviera. La siguiente toma consistía en que me comiera un muslo de pollo, que no me parecía una cosa muy erótica, precisamente. Y luego me abría la blusa y me quedaba en tetas. ¡Ni se había muerto aún Franco! Yo no entendía por qué tenía que enseñar nada, cuando además es bien sabido que no tengo mucho pecho... Pues bien, todo esta cosa tan surrealista era una entrega de Estudio 1. El libro de los exorcismos, se titulaba. ¡Ahí queda eso!
– Mi favorita es Kety no para, mítica para mucha gente, que rodé junto a Millán Salcedo y una Soledad Mallol graciosa a más no poder. Yo hacía de una portera con moño, como de cómic, desternillante. Nunca en la vida se ha repuesto en TVE, aunque muchos seriéfilos me han confesado que la tienen por una joya. Luego llegó 24 Horas, con Luis Merlo y Pedrito Reyes, también una delicia; aunque creo que esa no la veía nadie... Con Amar en tiempos revueltos mantuve una pelea desde el minuto cero con los productores por exceso de horarios, pero el papel, para una señora republicana como yo, era maravilloso. Hoy sigo sin perderme la serie, por cierto: aunque solo fuera Pelayo, mi amigo José Antonio Sayagués, al que adoro.
– Si crea puestos de trabajo, me parecerá muy bien. Pero que se ajuste a las leyes del mercado y a los trabajos dignos. Mi hijo Carlos ha rodado series en América, y me parece bien siempre y cuando se pague de manera digna. Es una forma nueva de consumo que debe de estar regulada.
– Es un espacio que abre camino para que trabajen compañeros, hay muchos personajes y muchos actores jóvenes que dan sus primeros pasos. Pero habría que hablar de cómo están repartidos los papeles de mujeres y hombres. Ya vieron el último informe de la Fundación AISGE: en el cine español hay un 38 por ciento de personajes femeninos y en nuestras series, un 44 por ciento. ¡Y todo ello en un país con un 51 por ciento de mujeres! No puede ser.
– Hablemos en plural: nos hemos propuesto, porque AISGE no soy yo, sino todos los actores de la asamblea, el equipo técnico y la junta directiva. Las cosas no las consigo yo, sino que salen adelante entre todos. Y, por supuesto, mi ojito derecho será siempre el departamento asistencial de la Fundación AISGE. Ya en el último ejercicio alcanzamos los tres millones de euros para los compañeros y compañeras más necesitados. Y todo ello, incluso en estos años tan malos en términos económicos. Orgullo es la palabra que mejor define lo que siento, sí
– La clave es la variedad, porque se pueden abordar muchísimos temas, graciosos, dramáticos, antiguos o modernos. El campo es muy grande y las posibilidades son ingentes: disponemos de un público potencial que abarca desde la audiencia más mayoritaria a los espectadores más sectoriales. Por eso a nuestros personajes les puede pasar de todo...
– Un gobierno, del signo que sea, que no ama su cultura no puede potenciarla. Y lo cierto es que a día de hoy ni siquiera disponemos de un ministerio propio, sino de un acceso de ministerio. Las pelis que más les gustan a nuestros dirigentes son las de Cine de barrio, que están muy bien pero no son todo lo que abarca el sector. Y nuestra cinematografía tampoco se incluye en los colegios, no la inculcamos entre los niños. Los franceses no hacen mejor cine que nosotros, pero lo aman. Cuando se les murió Johnny Halliday, lo homenajearon como su particular Elvis, como el mayor roquero de toda Europa. Hacen así con todo. Se apropian incluso de Picasso, que era español y comunista. Pero aquí, en España, la cultura no interesa. Y así nos va.
– Espero que haya luz al final del túnel, pero ese túnel está en España. Y con eso lo digo todo
– Pero no por referentes, sino por trabajadores. En un país machista por principios (aquí, en Hollywood o la Conchinina), o las mujeres se ponen guapas y se operan a partir de los 40 o dejan de interesar. Y en la vida real es justo lo contrario: es cuando eres feliz o no, te surgen conflictos con la vida cotidiana. En los filmes, mientras tanto, nos relegan a la condición de personajes secundarios. Es una cosa lamentable, pero en esta sociedad sigue mandando el macho alfa.
– Ha sido dura, larga y maravillosa.
– No fue un homenaje, sino un encuentro con gente que me conocía y me quería. Los homenajes no me gustan; eso, si alguien quiere, para cuando me muera. Lo de junio fue un acto de cariño y amistad en el que participaban desde mi portero al señor de los ultramarinos, gente de mi entorno casero diario… Pero, entre mis hijos y el director general de AISGE, Abel Martín, la cosa se desbordó. Y todo fue bonito: un baño de amor, cariño, risas, llantos. Bailé. Canté. Todo, todo, todo.
– Mucho. Cuando me llamó Mariano Barroso me mosqueé y le grité “No” antes de que me terminara de contar el motivo de la llamada. Así que me dijo: “Si te callas, te lo explico”. Fue entonces cuando me aclaró que era un premio nuevo y que iba a llevar mi nombre, y me gustó mucho que el apellido Bardem y la palabra solidaridad vayan unidos para siempre.
– Veo series y concursos. No veo, por nada en este mundo, los telediarios: solo a Wyoming. Echo de menos que haya equidistancia, verdad, que me entere de lo que ocurre en este país. En lugar de eso, tienen a ser partidistas, contar mentiras, decir barbaridades. Se me hace casi imposible ver la televisión, en especial La 1. Las otras son empresas privadas y pueden hacer lo que quieran, pero… sé de amigos que habían eliminado La 1 de su mando y han tenido que resintonizar la tele ahora para ver Traición. No entiendo, por ejemplo, por qué demonios tenemos que ver todos el discurso del monarca en las diferentes cadenas públicas, como si fuéramos súbditos. Y yo no soy ninguna súbdita, sino una ciudadana.
– Para todos (la profesión y todos los demás), salud: sin ella, no vamos a ningún lado. Trabajo bueno, digno, bien pagado y compensado, para los actores o los albañiles, para todo el mundo. Que haya dinero para la Ley de Dependencia, para la sanidad, para las medicinas de los enfermos, para que los niños aprendan en las escuelas a crecer en igualdad, para que no haya maltratadores el día de mañana. Para una cultura cuidada y exaltada, con los niños en los cines, teatros y museos, lecturas en las escuelas. Libros que no pretendan explicarles a nuestros hijos que Lorca se murió y Machado se fue de viaje...