Rocío Muñoz-Cobo
“La alegría que me da el teatro no la encuentro en otro medio”
La actriz madrileña triunfa en Netflix con la juvenil ‘Élite’ mientras prepara otra serie para televisión dirigida por mujeres
PELAYO ESCANDÓN (@pelayoescandon)
Reportaje gráfico: Marina Gala
De pequeña quería ser criminóloga. Se licenció en Derecho y tomó el camino de una vida estable. Pero pronto se dio cuenta de que no era lo suyo. Rocío Muñoz-Cobo (Madrid, 1972) cambió los maletines y las leyes por la vida de artista y la interpretación. Y no solo eso. Porque es una mujer polifacética que se atreve con el cine, la televisión, el teatro, la radio e incluso la docencia. Además de formarse como actriz, tiene estudios de astrología, programación neurolingüística… Despierta y elegante, este año ha estrenado Élite, una de las series en español de mayor éxito a nivel mundial gracias a la plataforma Netflix.
Si algo la define como actriz es su alma inquieta por descubrir, por probar. Lo que sea. O casi. Mientras se formaba como jurista ya hacía diferentes trabajos en televisión y como modelo publicitaria. “Llevaba dos carreras paralelas. Hacía mucha publicidad internacional y viajaba”, cuenta. Terminó sus estudios cuando empezaba su coqueteo con la pequeña pantalla “como hobby”. No tenía claro por entonces si le interesaba el derecho penal de este país. ¿Por qué? “Durante unos días acompañé a un abogado de oficio y no me gustó la estructura básica del sistema: marcada, fijada, inamovible”, explica.
Pasó de ser azafata en programas como El semáforo, dirigido por Narciso Ibañez Serrador, a reportera y presentadora de espacios como Los 40 Principales (Canal+) o Música sí (TVE). “El día que decidí que no sería criminóloga ya había nacido en mí, a través de los anuncios que había hecho, la inquietud de hablar frente a la cámara. En la publicidad inicias cierto proceso de actuación, pero no culmina en ningún sitio, no deja de ser un anuncio. Al presentar en televisión vi que le estaba cogiendo el gusto a la cámara”, explica.
En el canal internacional de TVE empezó a trabajar como periodista, sin perder de vista su faceta interpretativa al matricularse en la escuela de Juan Carlos Corazza. “Entré para probar. Ni siquiera me admitieron en primero y me pasaron a un curso previo de entrenamiento”, aclara. Allí descubrió la bohemia: “Cambié de barrio, de novio, de amigos… No dejaba de ser una chica del barrio de Chamartín que estudió Derecho y tenía un sistema establecido de vida. En Corazza descubrí otro estilo de vida”, sonríe.
Ganas de llorar
Pese a su prometedora trayectoria como periodista en televisión, las cosas cayeron por su propio peso. “Un día hablaba sobre el éxodo de unos niños por África y en la pantalla vi la cara de un niño. Me entraron unas ganas de llorar irrefrenables. Me dijeron que tenía que controlarme y respondí que no, porque en Corazza me estaba abriendo a las emociones precisamente en ese momento. Y claro, presentar telediarios era todo lo contrario, así que lo dejé”. En ese instante dio por finalizado su recorrido por los informativos.
Sí le permitieron expresar sus emociones en el espacio cultural de La 2 La mandrágora, el último donde intervino, decisivo para confirmar por fin su vocación de actuar. “Lo tuve claro cuando empezaba a hablar con los actores y me contaban su vida”. Tenía casi 30 años. Se avecinaba el final de una breve pero intensa carrera periodística: “Siempre he pensado que tenía que haber estudiado Periodismo. No porque fuera a ser periodista, puesto que me siento actriz, pero al menos los años de universidad me habrían servido de algo”.
De su paso por la escuela de Corazza sí guarda buen recuerdo. “Fue brutal. Descubrí una manera de trabajar en la que sigo insistiendo como docente: un trabajo más artesano, más leído, más estudiado, más del corazón y la verdad. Aunque en la televisión ese método se ve machacado porque los tiempos de rodaje son rapidísimos”, asegura. Compartió clases con María Vázquez, Pepe Ocio, Juana Acosta… “Empezamos cuatro o cinco aulas en primero y terminamos un curso de unas 13 o 14 personas. Formábamos un grupo muy compacto”, recuerda.
A El comisario llegó con un papel para 10 capítulos y permaneció cinco años ante millones de espectadores. “Había pocas cadenas y un público fiel. Era una época de trabajo fluido. Me compré una casa por 10 millones de pesetas. Y eso que en esa época empezaba el declive”, comenta.
Pero su verdadera pasión es el teatro. “Me llegó muy tarde. Me daba un miedo terrible. Miedo al público, a no llegar, a olvidar el texto… Pero es que cuando has hecho un ensayo previo donde tocas ciertas teclas, quieres eso al salir a escena. Es un miedo previo que se me va con la primera frase. Los tres segundos antes de salir me quiero morir. Y aunque los compañeros dicen que no se me nota, lo llevo por dentro”, se ríe.
En microteatro se estrenó con la obra de Secun de la Rosa El rincón de la borracha, bajo la dirección de Benja de la Rosa. Y dio el salto al espacio La Casa de la Portera –predecesor de La Pensión de las Pulgas– con Presencias, donde actuaba junto a figuras como Eduardo Casanova o Belén Cuesta. El director José Martret le ofreció hacer de Lady Macbeth en MBIG (MacBeth International Group). “Había hecho un monólogo de ocho minutos y el siguiente paso era ante 50 personas a pocos centímetros de mí.Era algo experimental y estuvimos tres años en el número uno de la Guía del Ocio. Me he llegado a partir una muela de apretar la mandíbula por los nervios”, exclama.
“Las actrices ganamos con la edad, aunque algunos se empeñen en apartarnos”, reza una foto de Muñoz-Cobo en Instagram. “¿Cuánto tiempo llevamos hablando de lo mismo? En televisión y cine me encuentro siendo ‘señora de’, ‘madre de’… Papeles de apoyo al hombre. Hay poquísimos personajes interesantes para mujeres de entre 40 y 50 años. Y entre los 50 y 60 me da vértigo pensarlo. Hay un montón de intérpretes maravillosas de esta generación en paro. No tengo ni idea de por qué sucede, no se me ocurre una razón lógica”, lamenta. De hecho, desde octubre da vida en Élite (Netflix) a la madre de dos de los protagonistas.
No ve tan mal la situación sobre el escenario. “Al menos hay personajes interesantes para mujeres. En cine y televisión hago papeles entre pequeños y medianos de soporte a los hombres. En el teatro hago personajes femeninos interesantes, fuertes, inteligentes… Con recorrido. La alegría que me da el teatro no la he encontrado en otro medio”, afirma. Pero es optimista y cree que las cosas “ya están cambiando”. Por lo pronto, va a participar en una serie “dirigida por mujeres para una cadena nacional”.
Una astróloga en el logopeda
En los mentideros digitales se agradece que las series de Netflix con elencos españoles dispongan de subtítulos. Ya se sabe: el sambenito de que los intérpretes nacionales no vocalizan. Pues Muñoz-Cobo lo hace con claridad, proyecta la voz con firmeza. “Luché mucho contra mi voz durante mucho tiempo. En la época de la tele tuve problemas de nódulos y micronódulos y la tenía muy aguda. Decidí no operarme y acudí durante casi dos años a un logopeda. Al final dio sus resultados”, rememora. Hasta el punto de que puso su voz a disposición de la radio entre 2014 y 2017, de la mano de Nuria Roca en una sección en la que ejercía de probadora, una suerte de reportera dedicada a experimentar actividades poco recurrentes para luego contarlas. “Acabé en un tanque con tiburones, practicando puenting, haciendo un curso sexual, un curso circense… Fue divertido, echo mucho de menos la radio”, concluye.
También cursó Astrología durante tres años. “Más duro que Derecho, nunca había estudiado tanto. Y no soy una persona esotérica”, aclara. Ahí no acaban sus inquietudes, pues le gustaría hacer “algo de Historia del Arte, que era una de mis asignaturas favoritas”. Al mismo tiempo imparte clases en la madrileña Central de Cine y gestiona un máster para actores adolescentes profesionales.
Élite (con dirección de Ramón Salazar) se convirtió la primera semana de octubre en la producción más vista de golpe en la plataforma, desbancando a la icónica e inmortal Friends, según el informe Binge Report. “Élite no es tan diferente a El comisario. Aquí se ha recuperado el trabajo de entonces, es decir, el privilegio de disponer de 10 a 15 días para rodar un capítulo. Hay exteriores, una producción potente y un equipo que proviene del cine y está acostumbrado a trabajar un poco más despacio”, argumenta.
Los temas que abordan sus episodios no abundan en las cadenas generalistas: madres lesbianas, drogas, chicos gais, sexo explícito… “Ha cambiado el código y tenemos que competir en un mercado mundial. La industria española ha ampliado las miras. Pero tampoco nos podemos olvidar de que hay un montón de historias locales que funcionan a nivel internacional, como la serie inglesa The crown [centrada en la realeza británica]. Tenemos los edificios, las calles, la historia… Estoy a favor de propuestas globales, pero España tiene una historia potente que contar. Las chicas del cable o La casa de papel han abierto puertas, y Élite es la confirmación de que lo nuestro interesa”, sentencia.