– ¿Tenía ya vocación de actor en la escuela?
– Pues ahora veo que en alguna ocasión, instintivamente, empleaba recursos de actor. Me llamaba la escena, e incluso había taller de teatro, pero nunca di con él. No lo tenía muy claro, no iba a muerte.
– ¿Hizo el servicio militar?
– Primero intenté evitarlo, me parecía perder el tiempo. Lo normal es que un adolescente venga con mucha rabia contenida, con un no entender el mundo. Después de haber pasado por el servicio militar, podría decir que me enseñó a controlar esa impotencia. Fue un ejercicio de disciplina increíble. Allí siempre tienes problemas, puesto que te someten a mucha presión, pero al final lo agradeces: aprendí a aguantar hasta lo más tonto.
– En la mili, en Cuba, les enseñan a montar y desmontar un fusil Kalashnikov con los ojos cerrados…
– No sé si llegaría a hacerlo con los ojos cerrados. Pero sí puedo desarmar uno en tres segundos y armarlo en cuatro. Estábamos aburridos y había que matar el tiempo…