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15-12-2015


Rubén Cortada



“Conviví con ratones
y manteros en un edificio de Lavapiés”



Aprendió a armar un Kalashnikov en cuatro segundos y se ganó la vida dando clases de Matemáticas. Hoy esconde sus célebres ojazos para seguir escudriñando en las vidas de los otros
 
 
TOÑO FRAGUAS
Reporte gráfico: Enrique Cidoncha
Lo tiene difícil para caminar por la calle sin ser asaltado por nubes de fans. Lo tiene difícil, también, para tomarse un café en un bar. E incluso para sentarse en un banco en un parque. Por eso su charla con ACTÚA transcurre en la sede de AISGE, e incluso ahí levanta cierto revuelo. Le han bastado muy pocos papeles a para lograr afianzarse en el panorama interpretativo español. Ya lo hemos seguido en las series Bandolera, El tiempo entre costuras, El Príncipe y, más recientemente, en Olmos y Robles. Pronto le veremos protagonizar su primer largometraje, El signo de Caronte, la ópera prima de Néstor F. Dennis. Jorge Rubén Cortada Soto (Isla de la Juventud, Cuba, 1984) es hijo de un ingeniero hidráulico y una microbióloga, creció becado en un internado, empezó la carrera de ingeniería –que abandonó para ganar algo de dinero como modelo– y vino a estas latitudes a buscarse la vida. Tiene un enorme par de ojos glaciares a los que, sin embargo, ha conseguido domesticar. Su físico no ha eclipsado al actor: eso es lo que este polifacético profesional ha venido a demostrarnos.
 
 

 
 
– Al teclear “Rubén” en Google, el buscador sugiere “Rubén Cortada” como primer resultado. Es usted el Rubén más importante de Internet.
¡No puede ser que esté por delante de Rubén Darío o Rubén Blades! ¿Tío, qué me estás contando? [Risas]
 
– ¿Cree que la locura que está desatando ahora entre las admiradoras y admiradores se calmará algún día?
– Yo creo que sí. Todo se calma. Es una cuestión de tiempo.
 
– ¿Puede tomarse un café tranquilamente en la calle o eso se ha acabado?
– Me camuflo bastante bien. Algunos se dan cuenta de quién soy, pero tienen que fijarse mucho. A veces me siento en lugares muy céntricos de Madrid y me fijo en las vidas de los demás. Observo conductas, formas de ser. Es parte de mi entrenamiento. He tenido grandes conversaciones con gente venida a menos, indigentes, a las seis de la mañana. La calle es una fuente de inspiración para cualquiera. La calle es la base de todo esto.
 
 

 
 
– ¿Tenía ya vocación de actor en la escuela?
– Pues ahora veo que en alguna ocasión, instintivamente, empleaba recursos de actor. Me llamaba la escena, e incluso había taller de teatro, pero nunca di con él. No lo tenía muy claro, no iba a muerte.
 
– ¿Hizo el servicio militar?
– Primero intenté evitarlo, me parecía perder el tiempo. Lo normal es que un adolescente venga con mucha rabia contenida, con un no entender el mundo. Después de haber pasado por el servicio militar, podría decir que me enseñó a controlar esa impotencia. Fue un ejercicio de disciplina increíble. Allí siempre tienes problemas, puesto que te someten a mucha presión, pero al final lo agradeces: aprendí a aguantar hasta lo más tonto.  
 
– En la mili, en Cuba, les enseñan a montar y desmontar un fusil Kalashnikov con los ojos cerrados…
– No sé si llegaría a hacerlo con los ojos cerrados. Pero sí puedo desarmar uno en tres segundos y armarlo en cuatro. Estábamos aburridos y había que matar el tiempo…
 
 

 
 
– ¿Con qué expectativa vino a España?
– Para trabajar en lo que apareciera. Empecé en la noche, como camarero y repartiendo flyers en la calle, con lluvia, con nieve. Intenté impartir clases de tenis y conseguí dar clases particulares de Matemáticas. Lo soportaba porque era la primera vez en mi vida que al día siguiente no tenía que hacer algo ya planeado. Lo planeaba yo. Elegir por qué calle ir, qué autobús tomar o a quién llamar… Todo era responsabilidad mía, nadie me decía: “Por aquí”. Surgió la oportunidad de trabajar como modelo, y si lo comparaba con lo que estaba haciendo, parecía una buena opción.
 
– ¿Le pareció muy distinto este país respecto a Cuba?
– Sentí que aquí, en Europa, hay muchas opciones por descubrir
 
– ¿Cuándo fue usted consciente de su belleza?
– Me lo hizo ver mi profesora de Literatura, Aleida. Yo necesitaba dinero y ella me habló de un sitio donde un alumno suyo había trabajado de modelo. Allí descubrí un mundo diferente, un mundo atractivo.
 
 

 
 
– Dormía en la escuela, becado… ¿Está satisfecho con su formación?
– Mucho. La verdad es que en Cuba el nivel es alto. En la escuela leíamos de forma obligatoria Papá Goriot, de Balzac; Tartufo, de Molière; Don Quijote de la Mancha, de Cervantes… Además de obras de Tennesse Williams, Ibsen, Dostoievski o Kafka. Reconozco que la formación era increíble también en Matemáticas y Física.
 
– Ahora que ya se ha consolidado como actor, ¿tiene usted las riendas de su carrera o todavía se ve obligado a aceptar papeles que no le gustan?
– Tengo las riendas desde el principio. Y he aguantado bastante para no terminar aceptando cualquier cosa. De hecho, recuerdo haber tenido momentos de decir: “Esto se acabó, regreso a casa”. Pero al final, salvo el secundario potente que encarné en Bandolera, el resto de personajes siempre han sido de protagonista.
 
 

 
 
– ¿Qué hizo durante los dos años que el Tiempo entre costuras estuvo guardada en un cajón?
– Fueron dos años en blanco. Me puse a estudiar. Decidí ir a la escuela de cine, seguí estudiando con Fernando Piernas, volví a Cuba para formarme con Humberto Rodríguez… Leí bastante. Fui a festivales fuera, abrí mercados. El dinero no me llegaba para pagar el piso, y hasta dejé de usar la moto. Pero aposté por esto, quemé todas las naves. La verdad es que nos la jugamos un poquito. Ahora que todo ha salido bien es fácil hablar de ello, pero al año y medio sin pasta y sin papeles me cagué. Convivía con ratones en un edificio de Lavapiés donde muchos vecinos se dedicaban al top manta. Yo era ‘el Motorista’, porque siempre llevaba el casco a cuestas.
 
– Cuando pase el furor de la fama, si es que pasa, ¿cree que logrará convertir su profesión en un oficio de largo recorrido?
– Me encantaría tener un poco de libertad dentro de este mundo y que me dejasen hacer lo que se supone que sé. Soy consciente de que lleva tiempo, mucho trabajo y mucho que demostrar. No me he ido a lo fácil: podría haberme decidido por el melodrama mexicano, que es lo que hacen muchos, pero me lo he tomado en serio.
 
 

 
 
– Ha interpretado a un guardia civil y en breve se pondrá en la piel del ministro franquista Serrano Suñer. Son papeles cuanto menos controvertidos…
– Soy actor, no juzgo a mis personajes. Así entendía a Faruq, que era un narco. A Robles le van a dar, y a Suñer también. Mi labor no es juzgarlos, es entender por qué llegaron a pensar de una manera. Incluso los personajes más crueles de la historia tendrás que defenderlos en escena. Estoy habilitado para jugar a ser Suñer. Mi profesión me lo permite. Bajo esa premisa tengo un escudo para hacer lo que me dé la gana y ser libre. Estoy facultado para vivir muchas vidas.
 
– ¿Se siente uno más del elenco de los actores de España?
– Tengo DNI y mi bisabuelo era español, no sé si gallego o catalán. También hay vascos con el apellido Cortada. Procedo de españoles por ambas partes. Y como actor me he formado más tiempo aquí que en Cuba. Nunca me he sentido marginado, aunque la crítica lo ha intentado.
 
 
 

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