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Ruth Armas
 
“Cuando vi ‘E.T.’ le pregunté a mi madre
si podía llorar”

 
 
La carrera interpretativa de esta canaria comenzó cuando el nuevo siglo llegó al calendario. Se había trasladado a Málaga para estudiar Publicidad y Relaciones Públicas, pero al poco tiempo conoció las tablas gracias a Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, de Federico García Lorca. Ella obtuvo el papel de Marcolfa, la leal sirvienta de un anciano empeñado en casarse con una jovencita que no le correspondía. El público malagueño también presenció su talento durante las funciones de El embrujado, una oscura obra sobre el amor y la avaricia escrita por Valle-Inclán. Después representó en su Gáldar natal el Auto de los Reyes Magos y visitó algunas localidades grancanarias para recitar los versos de Amor con amor se paga.
 
   Su mayor éxito hasta ahora ha sido La importancia de llamarse Ernesto, un texto emblemático de Oscar Wilde que la transportó hasta la Inglaterra victoriana. Entonces encarnó a Gwendolen, pretendida por un caradura que ocultaba su doble vida bajo dos identidades distintas. Con Fantasmas en lucha apareció tras el telón como paciente de un hospital psiquiátrico que relataba su increíble experiencia a través de un monólogo. Era una mujer de belleza inigualable y marido adinerado que, mientras trabajaba desinteresadamente en una residencia de ancianos, conocía a un joven envejecido. Movida por la pena, decidía llevarle al parque de atracciones, fumar marihuana con él… y arrebatarle su virginidad. Pero semejantes atenciones le traían, contra todo pronóstico, nefastas consecuencias: el chaval era en realidad menor de edad y amenazaba con denunciarla por abuso sexual si no le pagaba una cuantiosa suma de dinero.
 
   Su debut ante la cámara, gracias al cortometraje Mora, fue, nunca mejor dicho, de miedo. Dio vida a una chica que se dirigía con su amante a las afueras de una ciudad para buscar intimidad, pero un coche les seguía toda la noche y su demente conductor acababa secuestrándolos. Al joven le descerrajaba un disparo en la frente y a ella la abrazaba cariñosamente, preludio de la relación que iniciaban luego. Más carcajadas provocó Love is in di er: un chico poco agraciado se encontraba tres veces en el mismo día con una desconocida y, recordando un absurdo artículo, deducía que era su media naranja. Por eso la rondaba sin parar y usaba los más clásicos trucos, a pesar de su extraordinario físico, sus patéticos gustos musicales y su fornido novio. Finalmente lograba su interés, sí, pero la abandonaba en cuanto otra pasaba por delante. En su tierra le esperaba El perdedor, el drama de un boxeador que había gozado de enorme fama y terminaba sufriendo el anonimato propio de un portero de discoteca. Aunque tenía la oportunidad de recuperar a su familia, antes debía ganar un último combate contra la mafia.
 
 

 
 
   Carlos Agulló, uno de sus principales valedores, la hizo partícipe de dos historias durante 2008. Para Ana Cronia interpretó a una joven madre que, tras pasar casi cien años criogenizada, despertaba en un tiempo que no era el suyo. La hija que tuvo ya había muerto por los achaques de la vejez, pero ella lucía tan radiante como cuando dio a luz y la congelaron. Pizza Eli mostraba las aburridísimas vacaciones de una pareja en crisis por un motivo peculiar: él había pedido una pizza que llevaba el nombre de la hermana de su amada, lo que provocaba los celos irrefrenables de esta. Ya en 2009 fue una de las muchas actrices que pusieron cara a la única protagonista de Marisa, un corto del cotizado Nacho Vigalondo sobre una mujer cuya personalidad mutaba constantemente. Un hombre buscaba ansioso a la misma Marisa de la que un día se enamoró y ese camaleónico trastorno se lo ponía muy difícil.
 
   El año 2010 resultó realmente prolífico. La vida que me queda, encabezado por Javier Pereira, recorría los sucesivos errores y desengaños que habían ido consumiendo la existencia de un chico. Consciente de que solo le quedaba una oportunidad para ser feliz, decidía vivir como deseaba. El engañoso Era tu madre mostraba una prometedora primera cita entre una periodista y un ingeniero, pero la magia se rompía cuando el espectador descubría que no eran solteros, sino que a la cena también habían ido sus respectivas parejas. Su siguiente aventura, rodar Veinticuatro en una sola jornada, tuvo final feliz. Ella era la esposa de un hombre que, mientras leía el periódico bajo la sombrilla, recibía la visita de un muerto dispuesto a negociar: haría realidad todos sus deseos terrenales a cambio de poseer su cuerpo durante unas horas para disfrutar de la vida. Eso de trabajar a contrarreloj le gustó tanto que repitió meses después con Barril 63. Se metió entonces en la piel de una detective que, paradójicamente, basaba su éxito en llamar la atención. Aunque accedía a una famosa bodega con un grupo de turistas, tiraba de pistola para que los encargados confesasen la ubicación de un misterioso tonel. Muy distinto fue su personaje en Mañana puedes dejar de llorar, que se quejaba de su infausta carrera amorosa y guardaba las lágrimas derramadas a lo largo de dos meses para vengarse del último chico que la había dejado.
 
   El lanzaroteño Roberto Pérez Toledo, que la ha dirigido tres veces, la define como “una de las musas por antonomasia del corto español”. Su alianza arrancó aquel brillante 2010 con Los gritones, una sencilla pieza que duraba poco más de un minuto y ganó cuarenta premios alrededor del planeta. ¿Cuál fue la fórmula de tal fenómeno? Dos amigos jugaban a chillar en un descampado, hasta que él pregonaba que la quería y ella se quedaba muda por no poder responder lo mismo. En Manguitos daba una clase de natación a su recién estrenado novio, que había fingido tener pánico al agua solo para llamar su atención. Compartir piscina con él parecía a todas luces innecesario, pero el joven sacaba provecho a su manera, ya que aprendía a mantenerse a flote anímicamente. Muchos espectadores la recordarán todavía como el primer y último eslabón de esa cadena de rupturas sentimentales que fue Rotos.
 
   Su esposo en Regresión, un ejecutivo triunfador, vivía desquiciado por unos recuerdos que no era capaz de descifrar. Así que investigaba cómo había sido su vida anterior, mucho antes de nacer, y concluía que tiroteó a un prisionero en un campo de concentración nazi. El sentimiento de culpa le conducía al suicidio. No menos inquietante fue Mamá: alucinaba cuando, al despertar, se le aparecía el espíritu de su madre para pedirle que rezase por ella. Ese título figuró en la décima edición del certamen online Notodofilmfest, igual que el apocalíptico Por los viejos tiempos, cuyo argumento narraba la entrañable espera de dos vecinos incomunicados ante una llamarada solar que iba a calcinar la Tierra. Una temática similar tenía Sombras de futuro, que la convirtió en vecina de un Madrid devastado tras una enorme catástrofe. Ha confesado que Ansite, un retrato de la firme resistencia guanche durante la conquista de Gran Canaria, le dejó huella. Ella interpretaba a la última reina de la isla, Guayarmina, derrotada por las tropas castellanas Últimamente ha hecho reír con La gente es muy fea: dos amigas lamentan la escasez de muchachos guapos y cambian de opinión cuando aparece ante ellas una víctima propicia… que resulta ser gay. Y en A vivir ha sido la nieta pasota de una anciana con alzhéimer que, mientras espera su visita, se traslada a un universo imaginario repleto de las experiencias que siempre ha querido disfrutar.
 
 



   A finales de 2008 llegó al largometraje pisando fuerte. Y es que Luis San Narciso le concedió un papel para El mal ajeno, una historia de suspense producida por Alejandro Aménabar que le permitió ver de cerca a Belén Rueda y Eduardo Noriega. Todas las cintas que ha hecho desde entonces se han movido fuera del circuito comercial. En la atípica Náufrago tonteaba con un subsahariano cuya patera había zozobrado frente a la costa almeriense. Pero no era un inmigrante irregular más, su objetivo no era encontrar urgentemente un empleo, sino matar a un desconocido para liberarse de los espíritus de sus antepasados. Su primer personaje relevante fue la Alba Rivera de Conexión Alba, una inspectora de policía que desarticulaba una mafia rusa con la ayuda sobrenatural de su padre, asesinado tiempo atrás por ese mismo grupo criminal. El monstruo fue su pasaporte al género de terror más sofisticado: un abogado aparentemente normal cometía actos terribles en su casa de la montaña y saciaba así sus más bajos instintos. Luego sufrió una grave minusvalía en el thriller psicológico Lección debida, sobre perdedores que escondían turbios secretos. Casting, presentada en el último Festival de Málaga, le reportó una Biznaga de Plata. El cineasta Jorge Naranjo se lo puso fácil, pues no cambió de nombre ni de oficio para encarnar a su Ruth, una actriz más conocida por asistir a fiestas que por sus trabajos.
 
   Su agenda no descansa y tiene aún tres filmes por estrenar. Con L’omertà di Enrico, rodada en inglés el pasado verano, viajó al Nápoles de 1978 como testigo de un acontecimiento que cambiaría la suerte de la Cosa Nostra: un vulgar secuaz quebrantó el código de honor y desveló las actividades ilícitas que había desarrollado la familia Maranzalla para levantar su imperio. Recientemente ha finalizado La dernière séance y está a punto de ver la luz el falso documental Crustáceos, que intercala pequeñas historias de amor entre imágenes de las manifestaciones convocadas contra los recortes.
 
   Todos a 100, un programa de información sexual que emitía La Sexta a medianoche, le brindó su peculiar bautismo televisivo en 2006. Después pasó por el penúltimo capítulo de RIS Científica, aquella serie policial que protagonizó José Coronado y abandonó pronto la parrilla de Telecinco. En el mismo canal aguardaba Hospital Central con dos papeles episódicos: durante su primera visita tuvo que valerse de una silla de ruedas y en la segunda ya consiguió enfundarse el uniforme de enfermera. La serie para Internet Pendientes de título la llevó al alocado mundo de tres universitarios que lidiaban con profesores locos e incluso extraterrestres. Su último trabajo para la gran pantalla se lo debe a la comedia Sexo en Chueca, donde fue una moderna madre soltera que se insinuaba descaradamente a un hombre tan ingenuo como conservador.
 

 
HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
¿Recuerda el momento particular en que decidió ser actriz?
− Me había ido a Málaga para estudiar Publicidad y Relaciones Públicas y me invitaron un día a ver La Celestina. Me quedé tan prendada que me apunté a clases de teatro por las tardes, pero aún no tenía intención de ser actriz. En 2005 hice unos monólogos dramatizados en Canarias, mi madre vino a verme como espectadora y se emocionó mucho. Pensé que, si ella se emocionaba, sería capaz de que otras personas también lo hicieran. Y seguí formándome en Madrid.
 
− ¿Quién fue la primera persona a la que se lo contó?
− Lo fui aceptando poco a poco, no fue un impulso. Mi madre quiso ser actriz de jovencita y me entendió perfectamente. Eso sí, quería que tuviera la carrera terminada por si acaso.
 
− ¿Cuál ha sido el mayor golpe de suerte que ha recibido hasta ahora en su carrera?
− No creo mucho en la suerte, sino en tener un don para esta profesión y capacidad de lucha. Aunque ya había trabajado incluso en algún largometraje, mi oportunidad apareció con el corto Los gritones, de Roberto Pérez Toledo.
 
− ¿A cuál de los personajes que ha encarnado le tiene especial cariño? ¿Por qué motivo?
− La Princesa Guayarmina, reina de la isla de Gran Canaria. Nació en Gáldar, como yo, y fue una niña soñadora que tuvo la responsabilidad de dirigir a todo un pueblo pese a su corta edad. Algo de su alma se quedó en mí, estoy segura. ¡Y eso que debí aprender amazigh, el idioma que se hablaba en aquella época!
 
 

 
 
Si el teléfono dejara de sonar, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− Si dejara de sonar, llamaría yo. No me imagino dedicándome a otra cosa, ya lo acepté hace mucho tiempo. Aun así, tengo espíritu emprendedor, siempre haría algo que me gustara.
 
− ¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?
− Muchas. No la tiraba, se me caía, pero la volvía a recoger porque al día siguiente pensaba que ni este ni otros oficios son fáciles. Y estamos aquí para luchar y continuar por el camino que decidimos.
 
− ¿En qué rodaje pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− ¡En muchos! [Risas] Recuerdo especialmente el de Lección debida, un filme dirigido por Iván Ruiz Flores que ahora está recogiendo muchos premios en festivales. Mi papel fue tan pequeño como sacrificado: una chica sin brazos que corría perseguida por un psicópata, caía a un hoyo lleno de agua y se ahogaba poco a poco. Entonces pensé que rodar era muy duro, pero al día siguiente estaba encantada de haber pasado por eso.
 
− ¿Le gusta volver a ver los títulos en los que ha participado?
− Sí, mucho. Me encanta recordar mis personajes, aunque a veces me vea y no me guste demasiado, pues con el paso de los años nos hacemos más críticos. Pero eso demuestra los pasos que he dado en mi carrera.
 
− ¿Cuál considera que es el principal problema del cine español y qué solución se le ocurre para paliarlo?
− Parece que el cine en España es un lujo: suben el IVA y conceden menos subvenciones. Debemos hacer un esfuerzo para rodar películas con poco presupuesto. En ese sentido, sería interesante contar con la nueva generación que está apareciendo, dejar entrar a las caras nuevas. También sería necesario apostar por los festivales, que incentivan el consumo cinematográfico. Me produce mucha tristeza que desaparezcan, cuando lo que hace falta es seguir reivindicando el talento de aquí, en vez de irnos del país por la crisis. En resumen, propongo hacer más cine y brindar al público otras maneras de verlo, como los certámenes.
 
− ¿A quién le devolvería antes la llamada, a Tarantino o a Burton?
− ¡A Tim Burton! Seguro que de mí saca un gran personaje para una de sus películas. [Risas]
 
− ¿Qué actor o actriz le conmovió por primera vez?
− Fue E.T., mientras se despedía de Elliot. Era la primera película que veía, tenía cinco años y le pregunté a mi madre si podía llorar. ¡Pedí permiso para sacar mis lágrimas! [Risas] De más mayor me emocioné con Michael Landon en Autopista hacia el cielo y, sin duda, con el ahogamiento de Artax en La historia interminable.
 
¿Qué frase cinematográfica le gusta aplicar como leit motiv personal?
− Tengo muchas. “¿Carreteras? Donde vamos no necesitamos carreteras”, de Regreso al futuro. O una que pronuncia Kevin Spacey en American Beauty: “No subestimes el poder de la negación”.
 
− ¿Qué largometraje ha visto tantas veces que se sabe los diálogos completos de alguna escena?
Regreso al futuro, sin duda. ¡Volvería a verla ahora mismo! 
 
 

 
 
− ¿Cuál fue la última película que no fue capaz de ver hasta el final?
Paranormal activity 2. Y hay otras con las que me quedé dormida, aunque no me gusta dejarlas a medias.
 
− ¿Tiene alguna anécdota divertida que haya vivido como espectadora en un teatro o sala de cine?
− Recuerdo el estreno de 28 semanas después, dirigida por mi amigo Juan Carlos Fresnadillo. Todo el público se levantó para aplaudir y silbar tras la primera secuencia de la película, igual que durante la escena del helicóptero.
 
− ¿A qué serie de televisión está enganchada?
− Estuve enganchada a Friends y How I met your mother, pero ya no, la verdad es que no soy gran seguidora de series.
 
− ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado alguien cercano para ejercer este oficio?
− Recuerdo que me preocupaba estar sola en Madrid y no saber qué hacer con muchas cosas que me ocurrían. Mi  amigo, el director David Serrano, me dijo un día: “Tú a lo tuyo”. Pensé que debía creer en mí y seguir adelante. Fue conciso y claro.
 
− ¿Qué punto fuerte destacaría de usted como intérprete?
− Transmitir por medio de la mirada.
 
− ¿Y débil?
− El acento o actuar en algún idioma de primeras, aunque con técnica ya no es un punto tan débil.
 
− Adelántenos, ahora que no nos escucha nadie… ¿Cuál es el siguiente proyecto que se va a traer entre manos?
− No puedo hablar mucho de ello, pero estoy preparando una gran película, un cortometraje y dirigiré un festival de cortos en Gran Canaria.
 
− ¿Qué sueño profesional le gustaría hacer realidad?
− Mi único sueño, el que he tenido siempre, es vivir de esto. Y voy cumpliéndolo poco a poco. ¿Trabajar con algún profesional que admiro? ¡Seguro que también se cumple!
 
− ¿Qué titular le gustaría leer en el periódico de mañana?
− Si empiezo a decir, no paro, pero me gustarían dos titulares no tan utópicos: “El precio del cine es de tres euros” o “El paro baja en España”.
 
− ¿Qué canción o canciones escogería para ponerle banda sonora al momento actual de su vida?
− Estoy viviendo un año dulce, así que la banda sonora de American Beauty, seguro.
 
− ¿En qué otra etapa de la historia le gustaría haber nacido?
− Supongo que en los años cincuenta o sesenta.
 
− Díganos qué le parece más reseñable de AISGE y en qué aspecto le gustaría que mejorásemos.
− Recibir noticias a través de vuestro boletín y, por supuesto, el ingreso por derechos de imagen. Os agradezco el apoyo que dais tanto al cine español como a la nueva generación de talentos que está emergiendo.
 
 
 

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