– Al entrar en este bar le han reconocido. ¿Qué tal lo lleva?
– ¡Genial! Vivimos del cariño de la gente y cuando se acercan a reconocerte tu trabajo es muy agradable. Es como si a un fontanero le dices: “Oye, el otro día me arreglaste de lujo el grifo”. Esos detalles se agradecen siempre. Yo entiendo que hay que atender a las personas y siempre intento pararme y escuchar.
– Más de uno te habrá dicho José…
– ¡Raro es el día que no pasa! [risas]. Nos metemos en la casa de la gente a través de la tele y que pasamos a formar parte de la familia. Hay personas que se acercan a saludarte y lo hacen como si te conocieran de toda la vida. Es muy bonito eso, pero te das cuenta del poder de la tele y del cuidado que hay que tener con el contenido que se vierte en ella.
– Allí abajo está teniendo éxito, pero otras series no han corrido la misma suerte. ¿Qué le falta a la comedia española?
– Ojalá tuviera la poción mágica para saberlo. Creo que estamos viviendo un proceso de cambio generacional y no se arriesga en comedia más allá del género familiar. Es cierto que las televisiones generalistas buscan llegar al mayor público posible, pero quizás haga falta cambio. Y ese cambio está llegando ahora con las nuevas plataformas en Internet, que van a ser un nicho importante para la ficción. Quizás ahí se tenga más en cuenta un público más fragmentado. Por ejemplo: un contenido que guste mucho a los churreros le serviría a Churreros Televisión como un nicho importante que explotar [risas].
– ¿El Goya más merecido?
– El de Carlos Santos. Es un excelente compañero y me alegré muchísimo.
– ¿Un Goya en 2018 para Salva Reina?
– [Risas] Nooo, ¡yo me llevo un Goya como una olla! Recibir un premio es muy gratificante porque uno nunca acaba contento del todo con lo que hace. Cuando la gente lo valora bien, me entre entre rubor, vergüencilla, sorpresa y orgullo.
– ¿Eso quiere decir que no se hace reír a sí mismo cuando se ve?
– Pocas veces. Soy muy poco fan mío. Siempre digo: “¡Ay qué voz tengo, por favor”. Nunca termino de confiar cien por cien en mi trabajo, y es un defecto. Soy bastante crítico conmigo.