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Sergio Mur
 

“Me llevó tiempo decir
en voz alta que era actor”
 

 
A este madrileño de 36 años recién cumplidos le ha cundido, y mucho, la última década. Su andadura cinematográfica arrancó con El grito de Munch, un original cortometraje sobre el mundo al revés. Él era un temido psicópata que asesinaba a rubias despampanantes por las calles de la capital en el año 2000, hasta que una morena se teñía el pelo y le perseguía frenéticamente para ser su nueva víctima: así cumpliría su sueño de saltar a la fama (póstuma) gracias a su enorme belleza. A principios de 2008 el prolífico director santanderino Álvaro de la Hoz le puso al frente de una trilogía amorosa junto a Marta Hazas. El primer título fue Connecting people, la historia de dos solteros sentados en el mismo banco por casualidad y llamados a ser la media naranja del otro sin saberlo, aunque la magia desaparecía cuando sus móviles sonaban al mismo tiempo. Las otras dos entregas son Eslogan y Post it, que todavía no se han estrenado.
 
   En 0,8 miligramos una pareja usaba el tabaco como excusa para manifestar veladamente sus últimos sentimientos antes de romper la convivencia. Mayor felicidad desprendía durante las vacaciones brasileñas que le regaló Juegos de agua, hasta que sus pesadillas y las de su chica se hacían realidad: ambos morían devorados por una rara criatura mientras buceaban. Lluvia le presentó como un treintañero destrozado por la reaparición de una amiga especial que le había hecho demasiado daño. Junto a la barra del bar donde yacía borracho se topaba con una desconocida que también detestaba a esa arpía porque le robó todos los ligues en el instituto. Tras compartir confesiones y una noche de fiesta, ambos olvidaban a la causante de sus penas y empezaban a salir. Era el espectador quien debía imaginar el argumento del atípico Arriba y abajo a partir de unas escuetas imágenes: un hombre se alteraba al contemplar desde debajo de un árbol el avión que transportaba a una mujer.
 
   Muchas carcajadas provocó Muertos y vivientes, cuya protagonista era una osada anciana que conducía hacia el cementerio mientras los cadáveres abandonaban sus tumbas. A medio camino se quedaba sin combustible y él se convertía en el fornido héroe que la salvaba de numerosos zombis, pero tan loable acto no recibía agradecimiento alguno: la señora le disparaba después de ver cómo le mordían. En 3,2 practicaba un trío con su exnovia y el nuevo chico de esta, al que excluían nada más desnudarse. Una vez acabado el placentero encuentro, ya a solas tras la huida furiosa del otro, los antiguos amantes se daban cuenta de que seguían amándose. Sin embargo, cada uno continuaba su camino. Su única película hasta la fecha se titula Interior (noche), una comedia de bajísimo presupuesto y diálogos casi improvisados que mostraba los conflictos de siete parejas diferentes. Solo pudieron disfrutarla los asistentes a varios festivales, como el de San Sebastián, ya que nunca pasó por las salas.
 
 

 
 
   A finales de 2002 llegó a la televisión con la serie diaria 20 tantos, sucesora de la emblemática Al salir de clase y protagonizada por jóvenes que encaraban los problemas de la edad adulta: difícil acceso a la vivienda, precariedad laboral, impacto de enfermedades como el sida o el cáncer… A él le tocó sufrir la muerte de su padre y amar en secreto a su mejor amiga, una recién licenciada que renunciaba a la empresa familiar y al novio de toda la vida con el objetivo de triunfar lejos de su pueblo natal. La audiencia de El comisario le recordará como aquel famoso baloncestista acusado de violar y degollar a una activista kurda con la que había tenido un idilio. Aunque estuvo detenido, el verdadero culpable era un primo de la chica, incapaz de controlar sus celos tras descubrir que mantenía sexo con otro. Luego fue un cineasta que preparaba su primera película y ofrecía un importante papel a la directora de la academia de Un paso adelante. Esa actriz retirada, interpretada por Lola Herrera, aceptaba la propuesta a cambio de que un alumno suyo le acompañase en el reparto. Dejó la cámara para dar clases de teatro a los adolescentes que estudiaban en el selecto colegio de (SMS) Sin miedo a soñar, pero su labor se veía empañada cuando iniciaba una tormentosa relación con una alumna y asesinaba a varias personas, entre ellas el propio director.
 
   Gracias a la agencia de contactos de Impares conoció a una joven pija que le apasionaba, pero las cosas se torcieron prematuramente: ella averiguaba que era el ladrón de guante blanco que meses antes había desvalijado su casa y avisaba a la policía. Durante la segunda temporada de Sin tetas no hay paraíso, en 2008, fue enemigo del mítico Rafael Duque por partida doble: era el agente ambicioso que soñaba con capturar al narcotraficante y además se enamoraba de su atractiva novia. Más discreta fue su aparición en Bicho malo (nunca muere), una ficción gamberra sobre un fallecido que gastaba bromas a sus seis amigos desde el más allá. El hotel de Arrayán, la exitosa producción que Canal Sur emitió a lo largo de trece años, le fichó como cocinero. Y aunque su constante optimismo cautivaba a toda la plantilla, las cicatrices que recorrían su cuerpo revelaban un pasado truculento. Asistió al nacimiento de la democracia con Cuéntame cómo pasó, que le puso en la piel de un abogado laboralista cansado de defender a obreros sin percibir mucho dinero a cambio. Anunció la boda de su compañero Toni Alcántara ante todo el bufete y, como buen progresista, se burlaba de sus clases prematrimoniales en la parroquia.
 
   Fernando Colomo le dio la oportunidad de encarnar a Marcos, aquel profesor rebelde del colegio de El pacto, donde siete alumnas se quedaban embarazadas simultáneamente para protestar contra la reciente expulsión de una amiga por idéntico motivo. A él no le importaba el prestigio del centro, sino el bienestar de las adolescentes, una actitud que alimentaba las sospechas de los padres: todos le consideraban responsable del escándalo y no pensaban que quizá fuera fruto de unos pésimos entornos familiares. Volvió a ser maestro en Los protegidos, esta vez de unos chicos perseguidos por tener poderes sobrenaturales, desde la invisibilidad a la telequinesia. Se percataba de sus extrañas habilidades cuando les sometía a una prueba deportiva. Su trayectoria docente continuó con Física o química, en cuyas últimas temporadas ejerció como orientador que aconsejaba a los indecisos preuniversitarios sobre su futuro académico o laboral. Pero él tampoco estaba exento de dudas, especialmente sentimentales, ya que su bisexualidad le permitía seducir tanto a su impúdica compañera de Literatura como a un estudiante gay.
 
   En Aída fue el amor platónico de la Lore, con quien se reencontraba tras pasar varios años fuera del barrio. La joven barriobajera se enteraba de que ofrecía sesiones de preparación al parto y, ni corta ni perezosa, fingía estar embarazada para conquistarle. Al final, con tal de que no viese su barriga falsa, improvisaba un disparatado plan: rompía aguas (minerales) y escapaba por una ventana del hospital antes de que el personal sanitario descubriese su mentira. TVE le ha brindado sus tres últimos trabajos televisivos, aunque solo está en antena el serial de sobremesa Gran Reserva. El origen. Suyo es el pequeño personaje de Roberto Vega, un tímido empleado de las Bodegas Cortázar, cuyos dueños se disputan el liderazgo del sector vitivinícola riojano con la poderosa familia Miranda. La histórica 14 de abril. La República le llevará próximamente hasta 1932 para dar vida a un hombre misterioso que conquista con sus exquisitos modales al cada vez más influyente clan De la Torre: el patriarca se ha labrado una brillante carrera como abogado y el primogénito es diputado conservador en Cortes. También tiene por estrenar un episodio de Los misterios de Laura, donde presenciará las indagaciones de la intuitiva inspectora policial.
 
 

 
 
El teatro de calle ya le había curtido antes de subir al escenario. Con las obras El Madrid del capitán Alatriste y Las calles del Madrid de los literatos amenizó los recorridos veraniegos de numerosos visitantes por el centro de la ciudad. En 2004 se unió al movimiento solidario Teatro x la Identidad, que ofreció veinte piezas cortas para reivindicar el derecho de los ciudadanos argentinos robados durante la dictadura a conocer sus orígenes, principal preocupación de las Abuelas de la Plaza de Mayo. Él formó parte de A propósito de la duda, un conjunto de relatos estremecedores: embarazadas ejecutadas después de dar a luz, pequeños obligados a ser quienes no eran, familias biológicas ansiosas por encontrarse con parientes jamás vistos… Y en el lado positivo de la balanza, personas que ya habían salido del engaño, orgullosas de haber recuperado su verdadera identidad. Cambió de registro gracias a Las preciosas ridículas y Escuela de maridos, dos comedias clásicas de Molière que representó conjuntamente. En la primera se vengaba de una provinciana pedante, empeñada en utilizar un lenguaje demasiado sofisticado, que le había rechazado por no tener modales. De la segunda sí salió casado, pues contrajo matrimonio apresuradamente con la prometida de un hombre muy celoso, librándola así de un porvenir infeliz.
 
Flying Circus. Los mejores sketches de los Monty Python homenajeó a esos maestros británicos del humor surrealista y crítico, vetados por varios países hasta hace poco tiempo. Junto a Belén Rueda y José Luis García Pérez estrenó Closer, una reflexión acerca de las difíciles relaciones en las grandes ciudades del mundo moderno. Él era un solitario redactor de obituarios que pretendía amar y ser amado, pero no lo lograba porque sucumbía a esa absurda ilusión propia los instantes de deseo, lo que minaba su fructífero noviazgo con una stripper ya retirada. Luego fue productor y cabeza de cartel de Cuatro estaciones y un día, la divertida historia de un trío construido a base de testimonios reales. Entonces asumió la responsabilidad de interpretar al caradura que resolvía un recurrente dilema moral: es posible querer a dos mujeres a la vez. El actor y director Rubén Ochandiano le ha devuelto este año a las tablas con una versión de Antígona adaptada a la crisis política que vive España. Entre febrero y marzo bordó el trágico papel de Hemón, hijo de un gobernante déspota y prometido de una valiente joven que se sublevaba contra el régimen. Como respuesta a ese acto de rebeldía, su padre condenaba a muerte a su amada, así que él se suicidaba.
 
 
HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ
¿Recuerda el momento particular en que decidió ser actor?
− Después de ensayar y grabar una secuencia para la serie Más que amigos, en la que hice una figuración con frase.
 
− ¿Quién fue la primera persona a la que se lo contó?
− A Juanan, mi amigo de toda la vida. Recuerdo que, cuando conocía a alguien y me preguntaba qué hacía, contestaba: “Soy actor”. Pero atreverme a decirlo en voz alta fue un paso que me llevó mucho tiempo dar. 
 
− ¿Cuál ha sido el mayor golpe de suerte que ha recibido hasta ahora en su carrera?
− Que Fernando Colomo apostara por mí como protagonista del telefilme El pacto, cuando yo no era la opción con más puntos.
 
¿A cuál de los personajes que ha encarnado le tiene especial cariño? ¿Por qué motivo?
− A Dan Woolf, de Closer, por la lucha que supuso y todo lo que fui capaz de soportar. Me hizo crecer y hacerme fuerte. También al Manuel de Cuatro estaciones y un día, ya que Miguel Ángel Cárcano me dio libertad para construirlo y me dejó trabajar la comedia desde donde la siento.
 
Si el teléfono dejara de sonar, y ojalá que no, ¿a qué cree que se dedicaría?
− Si el teléfono dejara de sonar, empezaría a llamar yo, como siempre he hecho. 
 
− ¿Ha pensado alguna vez en tirar la toalla?
− No.
 
 

 
 
− ¿En qué momento de qué rodaje pensó: “¡Madre mía, en qué lío me he metido!”?
− Aunque he vivido ese momento, no sería elegante decir en qué trabajo fue, así que me lo guardo para una tarde de anécdotas y vinos con amigos.
 
− ¿Le gusta volver a ver las series y películas en las que ha participado?
− Me gusta visionarlas en el momento para examinar mi trabajo, pero no me resulta interesante tragármelas luego otra vez: siempre creo que ahora lo haría mucho mejor que cuando lo hice. ¡Y me rallo!
 
− ¿Cuál considera que es el principal problema del cine español y qué solución se le ocurre para paliarlo?
− El desencuentro con gran parte de nuestra sociedad. La distribución se hace difícil por unas leyes que no nos dan nuestro sitio, deberíamos aprender de algunos países vecinos. También tenemos un sistema antiguo y carca para valorar a nuestros profesionales, al contrario que en el mundo anglosajón, donde apuestan continuamente por gente nueva y nuevos puntos de vista sin desmerecer a quienes estaban antes. Aquí demasiada gente tiene demasiado miedo a perder su sitio. Pero ahora se dibuja un nuevo campo de juego y debemos ser consecuentes con nuestro tiempo, seguir ahí sin parar de contar historias.
 
− ¿A quién le devolvería antes la llamada, a Tarantino o a Burton?
− Tarantino es más mi rollo, aunque Burton es magia.
 
− ¿Cuál fue el primer actor o actriz que le conmovió?
− Creo que fue E.T. Y a partir de ahí, tantos y tantos…
 
¿Qué frase cinematográfica le gusta aplicar como leit motiv personal?
− “Para ganarme tendrá que matarme. Y para matarme tendrá que estar dispuesto a morir también”. Es de Rocky IV.
 
− ¿Qué largometraje ha visto tantas veces que se sabe los diálogos completos de alguna escena?
− Hay unas cuantas… Me quedo con Blade Runner (Ridley Scott) y Smoking Room (Roger Gual y J. D. Wallovits).
 
− ¿Recuerda alguna anécdota divertida que haya vivido como espectador en un teatro o sala de cine?
− Fui a ver una de las entregas de Shrek y, a un par de butacas de la mía, había una niña sentada en esa especie de sillita de plástico que ponen. Al final de la película, el ogro entra corriendo en el palacio para impedir la boda entre Fiona y el príncipe, pero ella no oye sus alaridos. De pronto, la niña empezó a gritar a voz en cuello: “¡Fiona, Fiona!”. Intentaba que la escuchase desde la sala. Que estuviese tan metida en la historia me pareció mágico.
 
− ¿A qué serie de televisión está enganchado?
− A Homeland, por la calidad de sus guiones e interpretaciones.
 
− ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado alguien cercano –del ámbito personal o profesional– para ejercer este oficio?
− Todavía estoy esperando, en lo profesional, ese consejo y a esa persona.
 
 

 
 
− ¿Qué punto fuerte destacaría de usted como intérprete?
− Mi implicación en todo lo que hago. 
 
− ¿Y débil?
− Me implico tanto que, a veces, me tomo como algo demasiado personal lo que puedan decir sobre mi trabajo. Eso no me deja crecer como me gustaría.
 
− Adelántenos, ahora que no nos escucha nadie… ¿Cuál es el siguiente proyecto que se va a traer entre manos?
Gran reserva. El origen, para TVE. Y un largometraje autoproducido junto a Olivia Molina y Miguel Ángel Cárcano que ya estamos poniendo en pie.
 
− ¿Qué sueño profesional le gustaría hacer realidad?
− Lo que más anhelo, si soy sincero, es recibir una propuesta para protagonizar una película.
 
− ¿Qué canción o canciones escogería para ponerle banda sonora al momento actual de su vida?
− Ahora mismo pondría Midnight City, de M83.
 
− ¿Qué otra época de la historia elegiría para nacer?
− Cualquiera en la que las diferencias entre nuestras sociedades no estuvieran tan politizadas y tan definidas por el dinero. Cuando viajar tenía más valor porque podían conocerse realmente los sitios y sus gentes, sin tanta cultura del miedo, de entender las diferencias como distancia y no como enriquecimiento. Pero lo cierto es que solo viviría aquí y ahora: este es mi momento y no entiendo vivir en otro.
 
− Díganos qué le parece más reseñable de AISGE y en qué aspecto le gustaría que mejorásemos.
− La labor de AISGE ha sido muy necesaria para la subsistencia de muchos actores en años complicados de trabajo. A mí ya me ha salvado en algunos momentos. La revista Actúa es lectura obligada con la llegada de cada número. Y destaco, por último, el acceso a cursos interesantes para mejorar nuestra preparación. Gracias por vuestro trabajo.
 
 

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